"El tiempo tiene algo monstruoso. Nos transforma y nos deforma al punto de que muchas veces no llegamos ni a reconocernos"
Pasado, presente, futuro. Humor, rarezas e ironía. Ficción y realidad.
Los seis cuentos del libro "Ustedes brillan en los oscuro", el tercero de la escritora boliviana Liliana Colanzi, son una fusión de recursos literarios que hacen volar la cabeza.
Reconocido con el Premio Ribera del Duero, algunos tienen protagonistas algo abstractos, como sucede en La Cueva (donde el personaje principal es, justamente, una cueva), mientras otros abordan tópicos olvidados como el accidente radiológico de Goiânia, ocurrido en Brasil hace casi 40 años.
Con delicadeza, la autora explora a través del tiempo y va profundizando en temas como el abandono, la religión, la crisis de identidad, la contaminación o el cambio climático.
BBC Mundo habló con ella con motivo del Hay Festival de Arequipa, que se realiza entre el 7 y 10 de noviembre.
El tiempo es un hilo conductor de tus cuentos. En La Cueva, por ejemplo, haces referencia a las estalactitas como formaciones minerales que traspasan los millones de años, casi como si fueran testigos de la historia… ¿Qué es lo que te interesa del tiempo y qué quieres comunicar al abordarlo?
El tiempo tiene algo monstruoso. O hace algo monstruoso de nosotros. Nos transforma, también nos deforma al punto de que muchas veces no llegamos ni a reconocernos.
Si pensamos en amistades profundas, intensas, cercanas o en amores apasionados que hemos tenido, y lo que hace el tiempo con eso, es realmente terrorífico y a la vez sorprendente.
Quise atrapar este abismo que es el paso del tiempo no solamente a una escala humana, sino también a una escala planetaria, a lo largo de millones de años.
Y así mostrar, de alguna manera, lo pequeños que somos, ¿no?
Nosotros somos criaturas efímeras. El planeta que conocemos va a desaparecer, la gente que conocemos va a desaparecer.
Y aunque la idea de la finitud, de que en algún momento nos vamos a morir, a mí me golpeó mucho en la infancia y en la adolescencia, he querido transformar ese momento de espanto en otra cosa: en maravillarse con la fragilidad de nuestro paso por la tierra.
La idea del cuento de La Cueva es justamente atrapar ese misterio. Desarticular el tiempo, viajar hacia el pasado pero también hacia el futuro con un pie firme en el presente.
Pájaros, murciélagos, luciérnagas, hongos y microorganismos son protagonistas de algunas de tus historias. ¿Por qué?
Porque han estado ausentes de una manera impresionante en la literatura.
Pareciera que estamos aislados del resto de las especies, que en el mundo no existe otra especie que los seres humanos cuando en realidad convivimos, incluso en el espacio de nuestra casa, con cientos de insectos.
Entonces quería invocar en mis cuentos otro tipo de voces, de vidas, que no hubieran estado presente en lo que yo había escrito antes.
Has dicho que una de tus intenciones es desestabilizar la idea de que los humanos somos los únicos dueños del planeta. ¿Hablar de esas otras especies es un reflejo de eso?
Por supuesto, porque es una ideología que le está haciendo un tremendo daño al planeta.
Ahora mismo, en Bolivia se han quemado 10 millones de hectáreas de bosques en una de las tragedias medioambientales más grandes de la historia contemporánea de ese país.
Vamos a convertir el lugar donde vivimos en un lugar inhóspito e inhabitable.
Al ritmo que llevamos, la calidad de vida para la gran mayoría va a disminuir dramáticamente y probablemente una élite muy pequeña podrá aislarse de esta situación.
Concebir la naturaleza simplemente como un lugar del que extraemos bienes, y no como nuestra casa, es lo que nos ha llevado al presente desastre.
¿Cuánto hay de denuncia sobre la crisis climática y medioambiental en tus cuentos?
No sé si mis cuentos quieren necesariamente denunciar, pero al mismo tiempo me parecería muy extraño vivir ignorando una realidad que cada vez nos golpea más en la puerta, nos escupe en la cara.
Es inevitable.
Tendríamos que estar viviendo en otra dimensión para no darnos cuenta que el planeta se vuelve más caliente, que estamos perdiendo bosques, contaminando ríos, extinguiendo especies. En otras palabras: que estamos arrasando con los ecosistemas.
Habría que vivir en una negación muy extrema para ignorar estos hechos.
En el cuento “Ustedes brillan en los oscuro” abordas el accidente radiológico de Goiânia, ocurrido en Brasil en 1987, que ocasionó la muerte a 5 personas e hirió a cientos. ¿Qué te atrajo de esta historia?
Siempre me han llamado la atención los accidentes radioactivos por su enorme potencia destructiva.
Leí todo lo que pude sobre Chernóbil y, sin embargo, no conocía un accidente que estuviera tan cercano geográficamente a mí como el de Goiânia.
Todos los detalles de esta historia me parecieron fascinantes y trágicos al mismo tiempo.
Por ejemplo, que recolectores de chatarra encontraran la fuente radioactiva en una clínica donde la gente iba a curarse el cáncer y que había estado abandonada durante tres años.
Ese hallazgo fue recibido con una fiesta, con alegría, con admiración por la belleza de su luz, sin saber que ahí mismo iba escondido el veneno, aquello que causaría la muerte y una tragedia que se alargaría en el tiempo.
Es una historia que para mí contiene nuestra atracción por lo bello y cómo en eso está escondida la destrucción, la contaminación.
Si lo llevamos al presente, hay una serie de peligros contemporáneos que son invisibles a nuestros ojos.
Pensemos en el agua del océano que puede parecer prístina y azul pero está llena de microplásticos. O en los campos de cultivo que parecen tranquilos y lindos pero que están contaminado con pesticida. O en el aire que respiramos que carga con partículas que eventualmente nos van a hacer daño.
El peligro, que se esconde detrás de una apariencia inofensiva o incluso bella, me llama mucho la atención.
También hablas de la estigmatización que vivió la gente que estaba allí…
Las víctimas fueron tratadas como si pudieran contagiar la radiación…
De ahí viene el título de tu libro, “Ustedes brillan en lo oscuro”…
Sí, proviene de uno de los testimonios que leí de las víctimas del accidente, que contaba que había ido a buscar trabajo a una ciudad fuera de Goiânia y la gente le tenía miedo.
Y la pregunta que se les hacía era precisamente esa: ¿ustedes brillan en lo oscuro?
Esto habla de la estigmatización que sufrieron y del desconocimiento que había al respecto.
Elegí esa frase para titular porque me parece que concita la idea de la luz como la fuente de un peligro, de una experiencia terrible, y no como tradicionalmente la entendemos, que está asociada al bien.
En la historia titulada Atomito, que retrata la vida de los vecinos de una central nuclear en Bolivia, abordas el abandono y la vulnerabilidad con que viven estas personas y especialmente los jóvenes. ¿De dónde surge esta idea?
Hubo varios disparadores para este cuento.
Por un lado, el anuncio del gobierno boliviano de crear una central nuclear en la ciudad de El Alto, una de las más densamente pobladas de Bolivia.
Ese es un elemento preocupante, pues si llegase a ocurrir un accidente las repercusiones serían gigantes.
Otro disparador fue el hecho de que se eligiera como mascota a Atomito para promocionar las bondades de un proyecto de esta naturaleza.
¿Por qué el gobierno elige un personaje así, que sería más apropiado para un público infantil? Esa combinación me pareció siniestra. Parece ficción pero es realidad.
Por otro lado, hay una correlación entre poblaciones vulnerables y contaminación. Es decir, no es casualidad que los lugares más contaminados o más desforestados sean los sitios donde viven poblaciones tradicionalmente marginalizadas u olvidadas por el Estado.
Hablo particularmente de los jóvenes porque siempre me han interesado sus historias, ese potencial que tienen de desviarse del camino.
En tus cuentos también repasas temas como la identidad o el origen. En Los ojos más verdes, una niña llamada Ofelia termina vendiéndose al diablo para tener los ojos verdes de su padre italiano...
El diablo es una figura que se repite en muchos de mis cuentos. Hay allí una antigua atracción y fascinación con una figura que a mí siempre me atrajo por mi educación católica.
Se nos hablaba tanto de evitar al diablo que terminabas con mucha curiosidad por esa criatura que parecía tan próxima. Porque a Dios le podías rezar y posiblemente no lo ibas a sentir de manera tangible, parecía lejos y ocupado en asuntos celestiales, pero el diablo era muy cercano.
Si lo invocabas, estaba ahí en cinco segundos, dándote ideas, acompañándote para desviarte del camino.
Esa potencia desestabilizadora a mí me interesa porque es la que te abre la puerta de lo prohibido.
Y más allá de la figura del diablo, en el cuento hay un deseo de cambiar de origen que es muy interesante.
Hay una exploración sobre hasta qué punto nuestros deseos están mediados por los mandatos sociales que están atravesados por miradas clasistas, racistas, gordofóbicas, etc.
En este cuento, la niña quiere tener los ojos verdes de su padre de origen europeo y ella misma afirma que es de Italia, como el padre, a pesar de que nunca ha estado en Europa.
Es una anécdota que he visto mucho en los bolivianos y en los latinoamericanos, de trazar su origen no a la tierra que habitan y donde se han criado, sino a este lugar mítico, occidental y blanco.
Establecer esa conexión es negar el origen indígena y mestizo que tenemos, es una especie de autoodio. Una negación propia. Y eso está en el cuento cuando la niña se niega a sí misma con la ilusión de los ojos verdes.
Elegir identificarnos con el antepasado blanco y no con el indígena es una expresión de autoodio y una aspiración de blanqueamiento prevalente en América Latina.
Hay bastante de ironía y humor en tus cuentos. ¿Qué te atrae de esos recursos?
Cuando estoy escribiendo sobre hechos oscuros, sobre escenarios distópicos, el humor me resulta fundamental. Si no, el cuento sería monótono y tendría un solo tono.
La escritura para mí tiene que ver con el ingreso de varias modalidades, y esa es la función del humor que está presente en todos los cuentos.
También hay algo de exponer cosas insólitas de la vida cotidiana.
Creo que la realidad en la que vivimos es bastante insólita, bastante extraña, sorprendente, enajenante a veces.
Basta mirar un poco más para darte cuenta de que nadie es normal. Si conoces bien a una persona sabes que ha tenido al menos un momento de locura, que ha hecho algo que no se espera de ella.
La realidad está llena de grietas por donde se filtra lo extraño, lo siniestro y maravilloso.
Por ejemplo, la ciudad donde vivo, Ithaca (ubicada cerca de Nueva York), está construida sobre un acelerador de partículas, uno de los pocos que hay en el mundo.
Y yo veo este lugar como mi casa, salgo a pasear con mis gatos, llevo una vida ordinaria y de vez en cuando me acuerdo que estoy caminando sobre un acelerador de partículas que en teoría puede ocasionar un agujero negro en el universo.
Con la literatura puedes explorar esas grietas extrañas.
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