"Hoy digo abiertamente que soy de Los Andes, pero si lo hubiera hecho hace 15 años la gente habría pensado que estaba loca, cavando mi propia tumba"

Alessandra Yupanqui no para de postear su orgullo de ser andina, serrana, indígena y narrar la riqueza de su cultura. Más de medio millón de personas la siguen en sus cuentas en Instagram y TikTok. Una audiencia que sube como la espuma. Sus contenidos son inteligentes, ingeniosos, chispeantes; tienen una estética impecable y creativa.

Yupanqui forma parte de una nueva generación de jóvenes indígenas latinoamericanos que buscan romper los estereotipos y los prejuicios etnoracistas.

Sabe explicar cuáles son las diferencias entre los hermosos camélidos de la sierra, y distinguir a una llama de una alpaca o de una vicuña.

La vemos en la época invernal pisando papas para hacer chuño o, a propósito de Halloween, lanza un video llamado “Fantasmitas de Los Andes” en honor a los míticos espíritus del bosque, los chullachakis, y usa ponchos de finos tejidos andinos en vez de sábanas blancas para bailar en la montaña.

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Pero Alessandra no siempre tuvo orgullo de sus orígenes.

En su charla TED “Andina y sin vergüenza” cuenta que a los 11 años en un acto del colegio le complicó la presencia de su abuela Rufina, sintió algo que no supo nombrar y que tampoco sabía de dónde había salido o como se le había metido en el estómago: era vergüenza. De su abuela, de sentirse descubierta.

Rufina, que hoy es su inspiración, emigró a Lima a los 18 años desde la comunidad de Jata Palpa Palpa, a unas ocho horas del aeropuerto de Cusco. Solo hablaba quechua, y todo lo que sabía del campo no valía nada en la ciudad.

Trabajó como empleada doméstica y además de la pobreza, sufrió insultos y discriminación por su apariencia, su lengua, su ropa, sus orígenes.

Unas décadas más tarde, la nieta hace el camino de vuelta; después de estudiar diseño y lanzar su carrera en redes sociales -es también fundadora de Sapiens, un medio dedicado a la sostenibilidad- deja la capital peruana para vivir en una comunidad altoandina a 3.600 metros sobre el nivel del mar, a dos horas de Cusco, y contar al mundo sobre esa vida distinta...

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BBC Mundo habló con Yupanqui en el marco del Hay Festival Arequipa, que se realiza entre el 7 y el 10 de noviembre.

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[BBC]

¿Qué significa ser serrano o andino en Perú?

Los Andes no es un territorio homogéneo, hay muchas comunidades con costumbres distintas, hay quechua collao, quechua chanka, hay aymaras.

Hoy digo abiertamente que soy de Los Andes sin temor alguno, pero si lo hubiera hecho hace 15 años, la gente habría pensado que estoy loca, que estaba cavando mi propia tumba socialmente.

Una persona andina era supuestamente menos aseada, menos desarrollada, menos inteligente, menos bella, y la TV peruana y los paneles publicitarios enfatizaron esto por años.

Por años el Perú ha sido un país profunda y explícitamente racista y clasista. Está cambiando, pero es difícil arrancar de raíz lo que ha estado durante siglos en la mente de la gente, y con más contundencia en la capital.

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Lima ha tenido gran migración andina, es la ciudad con más quechuahablantes del país, pero es difícil escucharlo, por la cantidad de prejuicios en torno al ser andino y al uso de las lenguas originarias.

¿Cómo ha sido el proceso de pasar de la vergüenza que sentiste de niña al orgullo?

Cuando siento algo, trato de indagar su por qué. Al ir creciendo pensé en cuáles eran los disparadores: sentí vergüenza porque mi abuela es andina, pero ¿qué tiene de malo ser andina? ¿Quién dijo que era malo? ¿Quién posicionó ese discurso y para qué?

Responder a esas preguntas me hizo darme cuenta de que vinieron unos señores y de manera arbitraria se inventaron esto que no tiene nada que ver con la realidad, ni con la historia, ni tiene diez centavos de verdad.

Se construye estatus sobre la base de que ser indígena, andino o amazónico tiene todo de malo y lo que se supone que es modernidad tiene todo de bueno, cuando está demostrado que los países más avanzados tienen altas tasas de depresión, de ansiedad, de suicidios.

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Así es que empecé a cambiar mi sentir y hasta el día de hoy es algo que me va guiando, el preguntarme por qué siento como siento.

En tu charla TED también dices: "Llevo dentro una sensación de no pertenencia que me acompaña donde quiera que voy, con la que lucho a diario y que me susurra siempre al oído que hay lugares que no son para personas como yo". ¿Cuáles son esos lugares?

Hasta hace no mucho, gente como mi abuela no podía entrar a un restaurante donde se sirviera cierto tipo de comida, ni a un hotel de tres estrellas, porque asociaban que no tenías el perfil de un huésped sino de un trabajador.

Son las experiencias que ha vivido mi familia y las he escuchado de primera mano. Cuando estuve más grande, me enfrenté con esos temores, que no eran míos, al momento de entrar a algún lugar.

Yo soy la primera nieta en ir a la universidad, pero no es por mis méritos, porque de haber sido mi abuela me hubiera costado muchísimo más. Ha tomado generaciones llegar a hacer el trabajo que hoy hago en digital.

Estoy en un proceso de despojarme de esos dolores y esas etiquetas, porque los prejuicios sobre el ser andino en un Perú con raíces andinas solo muestra que entre nosotros estamos pensando lo peor de nuestros orígenes.

Ahora que vivo en el campo he podido corroborar que el mundo andino y el pensamiento indígena son profundamente sofisticados. Aquí se ha trabajado por siglos variabilidad genética en camélidos y en temas agrícolas. Si no, no tendríamos tantas variedades de maíz o de papa.

Ha habido una domesticación seria y pensada.

He mostrado la cantidad de razas que hay de llamas, de alpacas, el tratamiento de las vicuñas y he mostrado ejemplares increíbles.

En los Andes, sin necesidad de tener la moderna refrigeradora, ya se sabía preservar los alimentos y la liofilización (proceso de deshidratación que consiste en congelar una sustancia y luego secarla al vacío) se hacía con nieve.

Hay un montón de cosas que Occidente cree que ha inventado, que ellos son la modernidad y nosotros somos el atraso, cuando la liofilización atmosférica la conocíamos bien hace más de 500 años.

Yo me convenzo cada día más de que todos los prejuicios alrededor de ser indígena vienen de una profunda ignorancia.

Antes eras Alessandra Guzmán ahora eres Yupanqui. ¿Cuál es la historia de tu cambio de apellido?

Estaba en una mesa familiar y el menor de los hermanos de mi padre, que además es muy chismoso, empezó a decir "¿Sabías sobrina, que nosotros no debimos apellidarnos Guzmán sino Yupanqui?".

Y me cuenta la historia de mi bisabuela paterna, una ayacuchana que vino a Lima y se conoce en un mercado a un huancavelicano de apellido Yupanqui.

Él era carretillero y ella tenía un puesto de frutas: se enamoran, tienen un primer hijo, mi abuelo, y ella decide que Yupanqui de ninguna manera era un buen apellido, entonces escoge el segundo apellido de su esposo: Guzmán.

Cuando me entero, me pregunto por qué era un secreto y los más jóvenes no teníamos idea.

Desde ese momento decidí usar Yupanqui porque ya no había necesidad de seguir ocultando un apellido que para mí no tiene ninguna carga peyorativa, es un apellido que me da tranquilidad.

¿Y cambió algo en ti cuando te cambiaste el apellido?

Siento que cambió algo en mi familia.

A pesar de ser migrantes de los Andes a la ciudad, en casa muchas veces se hacían chistes con cuotas racistas. O si nacía un sobrino escuchaba a mi madre decir "¡Ay qué lindo, salió más blanquito!". Ese tipo de observaciones y yo me daba cuenta que había algo que tratar.

Entonces, cuando decidí usar Yupanqui en redes, para mi familia fue una sorpresa.

Recuerdo a mi madre decirme: "Ni se te ocurra contar esa historia, porque la gente va a estar preguntando y ¡qué vergüenza!".

Pero vieron que lo uso sin temor alguno y comenzaron a sentir esa misma tranquilidad de que no había nada de malo en ser Yupanqui.

Tambien generó mucha identificación, no solo de gente de Perú, también de otros países latinoamericanos.

Hubo comentarios diciéndome, soy mapuche y mis papás hicieron lo mismo o soy kichwa de Ecuador y mi familia hizo lo mismo; dije ¡carambas! Hay mucho trabajo que hacer aquí.

Eso me motivó a seguir posicionando un discurso y decidí demostrar que se puede ser indígena y hermoso, indígena e inteligente, indígena y perspicaz, indígena y empresario.

Eso ha generado orgullo y una nueva forma de entender el tener raíces indígenas.

No lo he hecho sola, lo hago con mi audiencia, pero también con creadores de contenido increíbles, como Albertina Sacaca en Bolivia, Soledad Secca en Perú, Waldir Maqqer que cocina en la Amazonía ecuatoriana, las hermanas Nina y Helena Gualinga, de la comunidad quechua Sarayaku y Nemonte Nenquimo, mujer waorani.

Dices que comprendiste los comentarios que hacía tu madre pues había vivido en carne propia "lo que es que te serraneen". ¿Qué significa esa expresión?

Que te lo digan de manera peyorativa. Yo no tengo ningún problema con ser serrana, pero no soy una serrana de m...

Aquí se usa de la misma forma cholo de m... Son casi sinónimos, y claro, mi madre también trabajó muchos años como empleada de casa y sus jefes le decían esas cosas cuando se enojaban con ella.

También fue taxista por muchos años, y en las calles el típico insulto cuando se daban cuenta que era una conductora mujer con el rostro que tenía, era ese: chola de m… o serrana de m...

En algún post dijiste que no estabas a gusto con tu apariencia física ¿cómo te sientes hoy?

A los 14 años me era difícil lidiar con lo que se suponía que era una chica bonita.

Las hormonas me decían, tienes que gustarle a un chico y pensaba: pero cómo si soy súper delgada, pesaba 35 kilos, no como las chicas de los posters todas voluptuosas; y tengo marcas de varicela, iba restando puntos.

No me veía como las chicas blancas de la tele, no tenía el perfil para ser aceptada por un chico.

Nadie me lo decía, eran conclusiones que mi cabecita sacó por lo que observaba.

Al crecer me ha ayudado ver referentes de gente que se parece a mí que es muy segura y eso las hace ver profundamente regias y guapísimas.

He aprendido lo importante que es estar tranquila con lo que esta tierra me dio. Hoy subo fotografías y digo caramba, me da gusto que tal vez yo sea esa imagen que necesitan algunas muchachas de 14 años.

Me hace estar agradecida por lo que me dio la mezcla de un montón de gente que se amó en el pasado, ¿o no? Tantas cosas que uno sabe y no sabe.

En tus posteos ocupas el humor, la ironía, la creatividad, no hay lamento ni rencor. ¿Cómo llegas a esa frecuencia?

Me di cuenta rápidamente que la rabia solo polariza; que no valía la pena ponerse a discutir, sino darle a la gente razones.

No estoy diciendo ‘oye, no discrimines’, ‘siéntete orgulloso de quien eres’, sino que busco narrativas que le generen a las personas esa sensación por defecto.

Por ejemplo, para derribar el prejuicio de que el ser andino no es ser bello empecé a subir contenido respondiendo como creída a los comentarios sobre mi apariencia.

La gente me dice cosas horribles: que cómo puedo estar en internet con esa cara o que seguro huelo a excremento de caballo, que soy la reencarnación de la Paisana Jacinta, un personaje andino de humor que nació a fines de los 90 y que vestía como sucia.

Lejos de sentir enojo, les digo: les voy a contar cuánto me afectan los comentarios racistas, y me muestro toda regia maquillándome, me pongo mi sombrero, mi poncho, divina. No dije nada, pero lo dije todo.

Entonces otros me comentan: "¡Esta gente es demente!, ¡te ves increíble!".

Y también se identifican con mi fenotipo, que es muy usual en el Perú. Desde que me mudé desde la ciudad al campo he recibido además muchísimos comentarios de gente que le encantaría hacer lo mismo.

Cuentas que de niña hablabas quechuañol, porque sabías palabras sueltas ¿cómo describirías el quechua?

La abuela Rufina es quechuahablante y su esposo, ayacuchano, hablaba otra variante, el quechua chanka.

Crecí escuchándolos secretearse en esa lengua y preguntándome por qué solo ellos conocían ese idioma secreto. Me sentaba en la sala y los escuchaba, ellos se reían y yo pensaba: hay algo que me estoy perdiendo y no me quiero perder más.

Cuando muere mi abuelo, mi abuela no tiene con quien hablar en su lengua materna. Así que en pandemia me matriculé en clases y aprendí de la variante chanka, que a ella no le gustaba mucho; y luego cuando me mudé a Cusco he mejorado mucho en la variante collao.

Siento que en el quechua hay un panorama de sensaciones que es imposible de ser expresado en español y que tiene que ver con la naturaleza.

Por ejemplo, si estás gordito, te dicen cuchimaki, cuchi es cerdo y maki, mano: que tiene la manito de un chancho. Esas fueron las primeras palabras que yo aprendí.

¿Cómo crees que las nuevas generaciones van a vivir sus identidades?

Estamos en una transición donde hay gente que todavía tiene dolor sepultado y no quiere hablar y hay personajes como yo que estamos trabajando para trascender juntos este rollo identitario.

El año que me mudé, Cusco experimentó la peor sequía en 40 años.

No teníamos agua y aunque yo venía hablando de la importancia de no sentirse avergonzado con la identidad que tuvieras, vi que ninguna identidad era posible sin una tierra que le diera esa posibilidad.

Que no íbamos a existir ni andinos, ni amazónicos, ni afrodescendientes, ni asiáticos, sin una biosfera que nos diera vida de calidad.

Una vez trascendidos estos líos identitarios que nos quitan tanta energía y tiempo, podremos por fin ponerle atención a lo que en verdad lo merece, que es el cambio climático y abrazar soluciones en conjunto.

Si hay una característica en los pueblos indígenas, sean amazónicos o andinos, es que han trabajado siempre pensando en el bienestar de la biósfera, que es lo que les otorga todo.

Este artículo es parte del Hay Festival Arequipa, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza del 7 al 10 de noviembre de 2024.Puedes leer toda nuestra cobertura del Hay Festival haciendo clic aquí.

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