‘Thanksgiving’ y las paradojas de la cultura americana | Opinión

Una de las mayores paradojas de la cultura americana es Thanksgiving, banquete que se celebra todos los años en tiempo de cosecha.

Nació de un acuerdo de paz de los peregrinos de Plymouth, Inglaterra, con los Wampanoags, nativos de la zona a la que llegaron exiliados en las costas del nordeste. Estas tribus vivían en lo que es hoy Massachusetts y Rhode Island, incluyendo Nantucket y Martha’s Vineyard (la isla donde aterrizó un grupo de exiliados venezolanos como cortesía de Ron DeSantis).

Los peregrinos eran exiliados que venían buscando nuevas tierras donde aposentarse, ya que los acosaban donde vivían por su estilo de cristianismo, un puritanismo calvinista.

Como resultado de la bondad con que los ampararon los Wampanoags, cuando llegaron las fiestas de la cosecha se reunieron ambos grupos, los recién llegados y los aborígenes. Basándose en esa reunión más tarde se creó un mito, el de la fiesta de Thanksgiving, que ha permanecido para siempre como centro ritual de nuestra nación.

Es una total contradicción. Porque pronto los exiliados que recibieron ayuda se convirtieron en invasores, y a los 16 años después de la comida que ahora celebramos, más de 500 Wampanoags fueron masacrados en un brutal acto de represalia para castigar el asesinato de un colono anglosajón. Con los años sus descendientes siguieron empujando a los indígenas hacia los peores territorios, cazando a los bisontes, su fuente de alimentos, en definitiva asesinándolos como en los filmes hollywoodenses del Lejano Oeste. Por eso para algunos indígenas que quedan aún hoy, el Día de Acción de Gracias es el Día Nacional de Luto.

Los descendientes blanquísimos de aquellos peregrinos inmigrantes, y otros inmigrantes también sajones o europeos en general, parecen no querer a nuevos grupos que no se parezcan a ellos, y que, casualmente, se parecen más a los antiguos dueños de estas tierras. Y luchan por ponerles murallas de hierro en la frontera.

“Somos un país de inmigrantes”, se dice, pero no es tan fácil, porque el prejuicio es a veces de gente del mismo país, de unos antiguos contra otros más nuevos. Por ejemplo de cubanos “históricos” que rechazan a cubanos recién llegados.

¿Qué es lo que hace legal a un inmigrante a este país con reglas bien definidas? Se debe precisar si tienen derecho a escapar por hambruna como pasó con los irlandeses, lo que es hoy por hoy una de las mayores causas en la frontera. O por la represión que sucede en Cuba y Venezuela.

Sería una mejor solución expandir los servicios en las embajadas americanas, que tener policías en la frontera y aviones para devolver a gente que han transcurrido largas travesías, expuestos a peligros en las selvas y los desiertos, de los “coyotes”, o de las aguas.

Pero hay unos inmigrantes que nunca quisieron entrar en estas tierras, los seres provenientes de África. La trata de esclavos trajo una invasión de otra apariencia, de otras costumbres, de otra religión, la que fueron forzados a sustituir, porque no cuadraba con la de sus amos.

Cuando aquellos hijos de los peregrinos plasmaron una Constitución en 1787 no se tuvo en cuenta a esas personas excepto a dar permisos para que los importaran. “El Congreso no podrá prohibir antes del año de mil ochocientos ocho la inmigración o importación de las personas que cualquiera de los Estados ahora existentes estime oportuno admitir”. A pesar de que la Declaración de Independencia de 1776 dice que “todos los hombres han sido creados iguales”. Pero no los que no son libres.

Una nueva contradicción ha sido la consecuencia de eliminar el derecho constitucional de la mujer a decidir sobre su cuerpo por la Corte Suprema de Justicia, cancelando Roe vs. Wade, lo que le dio una carta de triunfo al Partido Demócrata, aunque fue una decisión conservadora politizada y tramada por Trump al elegir tres jueces republicanos para el Tribunal Supremo.

Por eso las elecciones recientes han demostrado que son el centro de nuestra democracia. Se postularon muchos republicanos apoyados por el ex presidente Donald Trump, proclamando que creían en “la gran mentira”, es decir, que al ex presidente le habían robado el triunfo en 2020. Sin embargo, estos “negados” participaron en elecciones con las mismas reglas. ¿Por qué iban a creer los electores en ellos? Es una mentira gastada.

Hay un 30% de votantes independientes, que escogen basándose en los candidatos, no en sus partidos. Y muchos políticos republicanos no creen en la falsedad que predica Trump, por ejemplo, la cubana Ileana Ros-Lehtinen, como declaró por televisión la noche del 8 de noviembre de 2022.

Si hay algo legítimo y grandioso por lo que luchar en este país son las elecciones. Fue aquí donde voté por primera vez, una felicidad extraña como exiliada de un país donde pude ver de niña la ilusión de los cubanos en época de elecciones, que ya nunca más han tenido la oportunidad como pueblo de elegir a sus líderes libremente. Hay que cuidar este privilegio democrático de esta nación, que siempre ha demostrado que puede rectificar sus previos errores.

Olga Connor es una escritora cubana.