Tesla, el proyecto al que AMLO le puso trabas en Monterrey y ahora se para el cuello

Foto: Luis Barrón / Eyepix Group/Future Publishing via Getty Images
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Las inversiones extranjeras en México son frecuentes desde que inició el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Empresarios de diversos países desean aprovechar la cercanía de nuestro país con el mercado más grande del mundo y lo hacen por las facilidades que les ofrece el Estado en sus niveles, federal, estatal y municipal.

De las inversiones extranjeras destaca la industria automotriz que opera en algunas entidades del norte y centro del México, donde produce miles de unidades, las menos para el mercado nacional y la mayoría para exportación. Los beneficios para el país son múltiples, destacan la creación de empleos y el funcionamiento de cadenas de producción de autopartes, que complementan hasta en un 70 por ciento la integración de las unidades armadas.

Hace algunos meses el gobernador de Nuevo León, Samuel García, recibió la visita de Elon Musk, presidente de la empresa Tesla, dedicada a la construcción de automóviles eléctricos, con la intención de conocer las ventajas que la entidad le ofrecía para invertir en la construcción de una planta armadora, que se dedicaría a la producción de este tipo de autos, tanto para consumo interno, como para exportación a otros continentes.

La determinación del empresario Elon Musk se perfilaba para que su empresa se estableciera cerca de Monterrey. El presidente López Obrador, desde su mañanera, cuestionó esa posibilidad con el argumento de que la ciudad de Monterrey atraviesa por un problema de abastecimiento de agua y en su consumo es prioritaria la atención al pueblo. Ofreció al empresario que considerara otras entidades para su inversión, destacando el centro y sur del país, donde, dijo, abunda el agua. Los gobiernos de once estados, rápidamente, ofrecieron terrenos, beneficios fiscales, infraestructura y otras ventajas en su intento por llevarse la inversión.

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La posición de López Obrador escaló. En su discurso mañanero, manifestó que su gobierno no entregaría los permisos a Tesla si decidía instalarse en Nuevo León. Refrendó su argumento de escases de agua y agregó: “El asunto es que cualquier inversión si es grande implica más población, más servicios, más agua, calles, drenaje, transporte público, entonces no es crecer por crecer, sino que sea un desarrollo sustentable que haya crecimiento con bienestar”. Comentó que tendría comunicación con los ejecutivos de Tesla para llegar a un acuerdo.

Hasta ese momento daba la impresión de que la inversión de Tesla estaba en riesgo, debido a la posición del presidente, y que difícilmente se concretaría dado el antecedente de la empresa cervecera Constellation Brands que, con el argumento de la escasez de agua, fue obligada a trasladarse de Baja California a Veracruz.

La comunicación entre López Obrador y el empresario Elon Musk se llevó a cabo en dos ocasiones, los días 24 y 27 de febrero. El resultado de esas conversaciones fue dado a conocer por el presidente, que informó: “Van bien las cosas. Platicamos ayer con el señor Elon Musk, el director de Tesla. Hay ya un entendimiento, sí van a dedicar la inversión a México y se va a establecer la planta en Monterrey, con una serie de compromisos para enfrentar el problema de la escasez de agua. Ellos van a ayudar en este sentido”.

Muchos se congratularon por el cambio de opinión del presidente López Obrador al pasar de oponerse al proyecto de inversión de cinco mil millones de dólares, a darle la bienvenida a Tesla y hasta ofrecerle facilidades para invertir en otras entidades, destacadamente Sonora, en donde, le comentó al empresario, existe abundante litio y otros minerales necesarios para la producción de sus autos eléctricos.

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El final de este episodio certifica que el ego de López Obrador es enorme, lo muestra el hecho de que se adjudica la autorización para la construcción de la planta automotriz Tesla, como si fuera un logro exclusivo de su persona, cuando atrás se encuentra la gestión de esa empresa, realizada por sus ejecutivos desde hace tres años, la intervención del gobernador de Nuevo León para cerrar la negociación y el trabajo realizado por el grupo cercano a Marcelo Ebrard para que esa empresa se ubicara en nuestro país.

El detalle de las pláticas entre el presidente y el dueño de Tesla difícilmente lo vamos a conocer, pero es posible plantear que la relación personal entre ambos fue suficiente para que el ego de López Obrador quedara satisfecho. El mensaje fue “Yo soy el presidente, yo mando”.

El hubiera no existe, pero es útil para imaginar qué hubiera pasado de no realizarse las comunicaciones entre López Obrador y Elon Musk. Tal vez no estaríamos festinando la inversión de Tesla. Nos estaríamos planteando el escenario de la desconfianza de los extranjeros para invertir en México y, en el contexto de la sucesión presidencial, la oposición estaría evaluando incorporar a su discurso que, la posición caprichosa del presidente es un obstáculo para el desarrollo del país.

En el escenario de la política energética de López Obrador, Tesla es una empresa que, con su producción de autos eléctricos, cuestionará la construcción de la refinería de Dos Bocas. El futuro ya está aquí, es la electromovilidad. Los combustibles fósiles están matando al planeta, dejaron de ser útiles. Al final del camino Tesla estará en México. El ego del presidente casi lo impide.

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