¿Por qué el terrorismo islámico atacó a Bruselas?

Los secuaces del Estado Islámico han vuelto a golpear una capital europea. Esta vez el blanco ha sido Bruselas. Aunque la ciudad belga carece del atractivo de París, cuyo dolor generó una marea de solidaridad tras los atentados en noviembre pasado, el hecho no reviste menos simbolismo. Esa urbe alberga las principales instituciones administrativas de la Unión Europea y otros organismos multilaterales como la OTAN.

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Los atentados en Bruselas han dejado al desnudo las fallas del combate al terrorismo en Europa (AFP)

Los ataques terroristas en la capital francesa habían elevado el nivel de alerta entre los órganos de seguridad europeos. Sin embargo, otra vez las agencias de inteligencia fallaron. Este error parece menos justificable cuando comprendemos que Bruselas y, en particular, el barrio de Molenbeek, se han convertido en el centro de operaciones del terrorismo islámico en el Viejo Continente.

¿Por qué los islamistas han elegido a Bélgica como base para coordinar sus incursiones en Europa? ¿Acaso la persecución de los cabecillas y el desmantelamiento de un puñado de células terroristas detendrán el torbellino de violencia?

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Los desaciertos en la integración de la minoría musulmana han nutrido las filas del extremismo islámico en Bélgica (AFP)

El fracaso de la integración

La comunidad musulmana establecida en Bélgica –alrededor del seis por ciento la población—padece los mismos problemas que sus correligionarios en Francia. O aun peor. En Molenbeek, un barrio de 100.000 habitantes, cerca del 40 por ciento musulmanes, el desempleo afecta a una cuarta parte de la fuerza de trabajo. Algunas fuentes elevan esa tasa entre los jóvenes: cuatro de 10 vivirían en el paro.

Insertarse en el mercado de trabajo bruselense representa una ardua tarea para estos muchachos. Los empleadores suelen exigir el dominio del francés, el neerlandés y en determinados puestos también del inglés. La discriminación también puede manifestarse en la exclusión de candidatos provenientes de ese barrio.

La falta de perspectivas profesionales acentúa la crisis de identidad que agobia a muchos adolescentes y jóvenes de origen musulmán. Ellos se sienten rechazados por la mayoría católica local, mientras tampoco alcanzan a conectarse con la cultura de los países donde nacieron sus ancestros. Esa tierra de nadie constituye un caldo de cultivo ideal para la radicalización. La propaganda del Estado Islámico les ofrece una causa y un modo de vida “heroico” en la guerra contra los “infieles”.

En Bélgica el nacionalismo de derechas, que sataniza a los musulmanes sin hacer distinciones entre creyentes y fundamentalistas, ha contribuido al aislamiento de esa minoría. La prohibición del velo integral en espacios públicos en 2011 agudizó las contradicciones con las autoridades. Esa exclusión ha alimentado el discurso de clérigos radicales como Fouad Belkacem, líder del grupo Sharia4Belgium, condenado en diciembre de 2014 a 12 años de prisión por su pertenencia a una organización terrorista. Belkacem adoctrinó a reclutas que partieron luego a combatir en Siria e Iraq.

Los portavoces del Estado Islámico cuentan con el financiamiento de Arabia Saudita y otros países del Golfo Pérsico. Los líderes del wahabismo envían a sus emisarios a territorio europeo para propagar esa corriente extremista del Islam. La influencia de los donantes saudíes en el auge del terrorismo en el mundo ha sido reconocida, incluso, por Estados Unidos.

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La captura de algunos terroristas en Bélgica no ha impedido la ejecución de los atentados, organizados por seguidores del Estado Islámico (AP)

Un país vulnerable

Las tensiones políticas entre flamencos y valones, las dos grandes comunidades lingüísticas que componen la mayoría de la población de Bélgica, han dejado huellas en la administración de ese país europeo. Las divisiones que engendra el estado federal dificultan además la coordinación entre los diferentes cuerpos de policía, una realidad reconocida por el ministro del Interior, Jan Jambon.

A pesar de la concentración de importantes instituciones internacionales en Bruselas, la seguridad del Estado dispone de un número reducido de efectivos. Las investigaciones posteriores a los atentados en París, uno de cuyos autores fue detenido en la capital belga el pasado viernes, han desbordado las capacidades de los oficiales de inteligencia. Para colmo, las últimas pesquisas han revelado la existencia de una red de apoyo a las células terroristas más profunda y extensa que lo pensando tras los ataques en Francia.

Bélgica, situada en la confluencia de Alemania, Francia y el Reino Unido, constituye una zona estratégica para el terrorismo islámico. La posibilidad de moverse a través de las fronteras europeas en poco tiempo (alrededor de una hora de ruta entre Bruselas y la frontera francesa, y algo más hasta Alemania); además de la relativa facilidad para adquirir armamento de contrabando, en comparación con naciones vecinas, refuerzan el atractivo de ese pequeño estado para los grupos extremistas.

Expertos señalan que las células fundamentalistas han comenzado a vincularse con el crimen organizado a nivel local. Esa relación entre actividades ilícitas “convencionales” y el terrorismo dificulta el trabajo de las agencias de inteligencia y la policía.

Por otra parte, la crisis de los refugiados en Europa y los crecientes brotes de xenofobia añaden más leña a la confrontación. Lamentablemente, lo ocurrido hoy en la capital de Bélgica podría repetirse en cualquier momento en otra ciudad de Europa o de otro país enemigo del Estado Islámico.