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El terremoto misterioso que duró 32 años

Antiguas viviendas indígenas en Batipoeh, Sumatra a comienzos del sigo XX. (Imagen creative commons vista en Lookandlearn / crédito Rijksmuseum).
Antiguas viviendas indígenas en Batipoeh, Sumatra a comienzos del sigo XX. (Imagen creative commons vista en Lookandlearn / crédito Rijksmuseum).

¿Sabías que existen los así llamados “terremotos lentos”? Pues es cierto, básicamente se trata de deslizamientos que tienen lugar en una falla geológica (más específicamente en una zona de subducción) mientras dos placas están en contacto y a medida que una se “sumerge” lentamente bajo la otra.

Para el profano, estos terremotos son imperceptibles, y si los expertos en sismología han comenzado a hablar de ellos a partir de la década de 1990, es por las mejoras en nuestra tecnología, especialmente por los sistemas de geo-posicionamiento.

Por lo que puedo leer, es bastante probable que en las cercanías de la isla indonesia de Sumatra se haya dado un “terremoto lento” que duró unos 32 años, y que terminó “a lo grande” con un seísmo devastador (de intensidad 8.5 en la escala Richter) que asoló la zona en 1861.

En efecto, según un estudio recientemente publicado en Nature Geoscience por un equipo internacional de geólogos (dirigido por Rishav Mallick de la Universidad Tecnológica de Nanyang en Singapur) muy cerca de la isla indonesia de Simeulue pudo darse un “evento de deslizamiento lento” que duró desde 1829 hasta 1861.

Dicho deslizamiento “en cámara lenta” fue como digo lo suficientemente tenue y gradual como para poder ser percibido, aunque si el estudio está en lo cierto podría haber anunciado el posterior terremoto y tsunami que destruyó esta zona (de por sí caliente sísmiscamente) en la segunda mitad del siglo XIX.

Si habéis estado atentos, veréis que he dicho que los sismólogos no han podido percibir estos sutiles eventos hasta que la tecnología nos dotó del GPS en la última década del siglo XX. ¿Cómo es posible entonces que hablen ahora de algo que comenzó a darse hace casi doscientos años? La respuesta la tenemos en el coral.

En efecto, estos delicados animales pétreos forman sus colonias los unos sobre los esqueletos de carbonato de calcio de los otros, siguiendo ciertos patrones de crecimiento. Estudiando estos auténticos registros geológicos naturales a lo largo de la falla involucrada en el terremoto de 1861, el equipo dirigido por Mallick pudo abrir una ventana al pasado que recogió lo sucedido entre 1738 y 1861.

Dado que los corales no pueden crecer cuando se ven expuestos al aire, los cambios en el nivel del mar como resultado de la tectónica dejan un registro visible en los patrones del desarrollo esquelético. Estudiando esos cambios, el equipo de Mallick observó que la costa de Simeulue se había estado hundiendo durante 90 años a un ritmo constante de uno o dos milímetros por año, dato este último consistente con el movimiento habitual de las placas tectónicas.

Sin embargo, alrededor de 1829 comenzó a hundirse entre cinco y siete veces más rápido (algunos años incluso se hundió un centímetro) lo cual indica que la falla había comenzado a moverse en forma de evento de deslizamiento lento. Esta aceleración en el ritmo de subducción continuó hasta 1861, fecha en que ocurrió el citado gran cataclismo.

El estudio sugiere que las zonas de subducción tienen comportamientos más complejos de lo que se creía hasta ahora. Básicamente, lo que se pensaba es que en los períodos entre terremotos el sistema era simple, apenas dos secciones de corteza que se incrustaban la una en la otra dentro de la falla, almacenando tensión hasta que el equilibrio se rompía liberando una enorme cantidad de energía en forma de sismo.

Ahora vemos que los eventos de deslizamiento lento vienen a complicar un poco la idea. En realidad incluso podrían actuar como desencadenantes de otros terremotos mayores y fácilmente detectables, al liberar la presión de un lado de la falla, mientras la añada en las secciones vecinas. ¿Podríamos usar este conocimiento para predecir futuros terremotos y tsunamis, como el que mató a 220.000 personas en 2004 en el Índico?

Hará falta bastante tiempo de observación para conocer la respuesta, pero podría ser. De hecho dos años antes del recordado y mortífero evento sísmico de 2004, los geólogos detectaron uno de estos “terremotos lentos” en las Islas Andaman. No obstante, detectar estos procesos en fallas que se encuentren en las profundidades oceánicas no resulta tan fácil, ya que allí el GPS no sirve de ayuda. Con estos monstruos de los abismos se necesita una vigilancia que emplee aparatos submarinos de monitoreo. Pero todo es empezar, y la idea sin duda parece de lo más interesante.

Me enteré leyendo Nationalgeographic.com

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