Lo que nos dice la teoría de juegos sobre la amenaza de una guerra entre Israel e Irán
LONDRES — Durante años, el conflicto entre Israel e Irán tuvo reglas no oficiales pero bastante claras que permitieron a los enemigos mantener un equilibrio incómodo en el Medio Oriente.
Ninguno de los dos países quería una guerra en forma, así que ambos mantuvieron ciertos límites. En los momentos de mayor tensión, se alejaban del borde del abismo.
Los estudiosos de la teoría de juegos afirman que se trata de un patrón común. Según Daniel Sobelman, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, en los conflictos que se prolongan durante décadas, las acciones y reacciones de tanteo suelen convertirse en “reglas del juego” mutuamente entendidas que disuaden de una guerra abierta. Literalmente está escribiendo el libro (o al menos un libro) sobre la teoría de juegos aplicada en esa región, como autor de “Axis of Resistance: Asymmetric Deterrence and Rules of the Game in Contemporary Middle East Conflicts”, que se publicará próximamente.
Sin embargo, los acontecimientos de las últimas semanas, incluyendo los exitosos ataques de Israel contra el representante de Irán en Líbano, Hizbulá, y la lluvia de misiles balísticos que Irán lanzó contra Israel el martes por la noche han demostrado que las reglas de antes ya no son válidas.
Ahora se trata de saber si Israel e Irán alcanzarán un nuevo equilibrio que no termine en un conflicto declarado, o si la nueva y peligrosa mezcla de incertidumbre y agresión llevará a Oriente Medio a una guerra total.
Juegos bélicos
Es una idea que suena tan simple que resulta casi despiadada, pero sus implicaciones son tan poderosas que fue merecedora de un Premio Nobel: las guerras —libradas o evitadas— básicamente son juegos de predicción.
Es una piedra angular de la teoría de juegos, un método de análisis de las estrategias que los distintos “jugadores” —ya sean militares, rivales comerciales o jugadores de póquer— eligen para obtener el mejor resultado posible.
Cuando hay guerra, cada bando necesita prever cómo reaccionará el otro ante un movimiento determinado para sopesar costos y beneficios. Si se demuestra de forma creíble que los costos de la agresión serían demasiado elevados para valer la pena, incluso los enemigos más acérrimos pueden evitar el inicio de una guerra catastrófica.
Esta teoría le resultará familiar a quien haya visto películas de Hollywood como “Juegos de guerra” o “Punto límite”, cuyas tramas giran en torno a la comprensión de que la mejor manera de evitar una guerra nuclear catastrófica es convencer al oponente de que cualquier ataque conduciría a su aniquilación.
Pero esto no solo se aplica a la guerra nuclear. Otras formas de conflicto, incluidas las tensiones de larga duración como las que existen entre Israel, Irán y las milicias subsidiarias iraníes, también se centran en una pregunta: ¿qué acción debo emprender para promover mis intereses y evitar que mi oponente me imponga costos mayores de los que estoy dispuesto a asumir?
Militarmente, Israel siempre ha sido más fuerte que Irán, sobre todo si se tiene en cuenta su estrecha alianza con Estados Unidos. Pero Irán fomentó la creación de las milicias conocidas como el “eje de la resistencia” —Hizbulá en Líbano, Hamás en la Franja de Gaza y los rebeldes hutíes en Yemen, entre otras— que suponían una amenaza creíble de que los costos de una guerra en forma serían demasiado grandes para que Israel los asumiera.
“Hizbulá, en particular, era gran parte de esa amenaza”, aseguró Emma Ashford, investigadora del Centro Stimson, un instituto de investigación apartidista que estudia la paz y la seguridad. “La idea era esta: ‘Si haces algo contra los intereses iraníes en otra parte de la región, Hizbulá lanzará un ataque masivo con cohetes desde Líbano. Y ya sabemos que no es bueno cruzar esa línea’”.
El 7 de octubre cambió el equilibrio
Ese equilibrio se vio dañado el 7 de octubre de 2023 a causa del ataque realizado por combatientes de Hamás, que masacraron a civiles y tomaron como rehenes a cerca de 250 personas, pero no quedó totalmente destruido. Fue evidente que Hamás quería que su ataque fuera la salva inicial de un conflicto regional entre Israel y todo el eje iraní, pero Hizbulá e Irán comunicaron rápidamente que no querían una escalada.
Hizbulá empezó a disparar cohetes contra posiciones israelíes el 8 de octubre, pero de una forma que sugería que esperaba que Israel mantuviera su respuesta contenida y simétrica, explicó Sobelman.
Israel, por su parte, “no quería librar una guerra en dos frentes, por lo que estaba haciendo solo lo necesario para disuadir a Hizbulá de tentar a la suerte”, dijo Lawrence Freedman, profesor emérito de estudios bélicos en el King’s College de Londres. Durante la mayor parte del año pasado, eso bastó para mantener una dinámica estable, aunque hostil, entre Hizbulá e Israel. Intercambiaron ataques con regularidad, pero fueron relativamente suaves en comparación con los intensos combates en Gaza.
Durante un tiempo, esa estrategia de disuasión pareció funcionar: las acciones recibían respuestas proporcionales, evitando de esta forma una guerra total.
En abril se produjo un momento de incertidumbre que trajo consigo nuevos riesgos de error de cálculo. Israel bombardeó un complejo diplomático iraní en Siria, lo que dejó un saldo de tres altos mandos iraníes y otros cuatro oficiales muertos. En represalia, dos semanas después, Irán lanzó una andanada de cientos de drones y misiles contra Israel. La semana siguiente, Israel atacó un sistema antiaéreo que protege una instalación nuclear cerca de la ciudad de Isfahán.
Aunque supusieron una escalada del conflicto entre Israel e Irán, estos ataques se inscriben en el marco de disuasión existente desde hace tiempo entre ambos países. Dado que el complejo diplomático era en cierto modo una extensión del territorio iraní, “el que tomaran represalias directamente contra el territorio israelí tenía sentido en el contexto de las reglas simétricas del juego”, afirmó Sobelman.
Cuando ya no son aplicables las reglas de antes
Pero ahora ese equilibrio se ha roto. Israel intensificó bruscamente sus acciones contra Hizbulá a mediados de septiembre, cuando detonó cientos de explosivos ocultos en localizadores y radios bidireccionales que había distribuido de manera encubierta al grupo armado, lo que asestó un duro golpe a sus dirigentes. Días después, inició una intensa campaña de bombardeos en Líbano. Además, el 27 de septiembre mató a Hassan Nasrallah, líder de Hizbulá y una de las figuras más poderosas del eje iraní.
La teoría de juegos señala que, en última instancia, la parte más débil —Irán y sus agentes en este caso— es responsable de preservar la disuasión, comentó Sobelman. “Corresponde al actor más débil frenar al más fuerte”, dijo, comportándose de manera que demuestre que un conflicto total provocaría un daño intolerable.
Así pues, según las reglas no escritas del juego, los recientes ataques de Israel contra Hizbulá deberían haber provocado una respuesta devastadora por parte del grupo armado, afirmó Sobelman. “En teoría, debió haber miles de víctimas mortales en Israel”, indicó. “Debió haber grandes edificios derrumbados en Israel”. Pero no ha sido así. Ya sea porque los ataques de Israel han sido tan devastadores que Hizbulá ya no tiene la capacidad de tomar represalias o por alguna otra razón, nunca llegó la respuesta esperada. La disuasión en la que Irán había confiado para mantener el conflicto a un nivel manejable prácticamente parecía haberse derrumbado.
“La disuasión fracasó”, aseguró Ashford. “Los iraníes ahora tienen que averiguar si pueden impedir que Israel o Estados Unidos crucen otros límites”.
El peligro de la incertidumbre
El intento de Irán de responder esa pregunta parece haber llegado el martes por la noche, cuando disparó más de 180 misiles balísticos contra suelo israelí, una escalada significativa en las hostilidades directas. Dado que los objetivos de Irán incluían la zona urbana en torno a Tel Aviv, el ataque fue ampliamente considerado como el cruce de un nuevo umbral, incluso en comparación con la agresión de abril, que solo tenía como objetivo bases militares y se realizó en parte con armas más fáciles de interceptar.
Pero eso no necesariamente significa que Irán esté tratando de intensificar el conflicto. De hecho, ese tipo de escalada puede servir para disuadir de un enfrentamiento abierto, más que para iniciarlo, aseveró Sobelman.
Sin embargo, el peligro es que, sin la claridad de las reglas que rigieron el conflicto durante tanto tiempo, cualquiera de las partes podría juzgar mal y excederse, tomando medidas que provoquen una represalia mucho más fuerte de lo que prevén. “No se está restaurando lo que existía antes”, aclaró Ashford. “Se está avanzando hacia un nuevo equilibrio. Y ese equilibrio podría ser similar, mejor o hasta peor si cualquiera de las partes lo malinterpreta”.
“Es algo muy peligroso”, concluyó.
Según la Organización de las Naciones Unidas, los ataques israelíes en Líbano han desplazado a cerca de un millón de personas de sus hogares en las últimas semanas y han causado la muerte de al menos 1600 personas, de acuerdo con las autoridades sanitarias libanesas, aunque la cifra de muertos no distingue entre civiles y combatientes.
Cerca de 60.000 residentes del norte de Israel llevan un año desplazados debido a la amenaza de los ataques con cohetes de Hizbulá. Y la única muerte confirmada por la agresión con misiles de Irán el martes por la noche fue Sameh al-Asali, un obrero de Gaza que se refugiaba en Cisjordania, ocupada por Israel: una víctima más de la peligrosa incertidumbre respecto a las nuevas reglas del juego.
c.2024 The New York Times Company