“Te quiero y dónde quiera que estés voy a ir por ti”; así se despidió un papá de su hijo normalista hace 10 años
La última vez que el señor Emiliano Navarrete Victoriano vio a su hijo José Ángel Navarrete González fue el 16 de septiembre de 2014. Las calles de Tixtla en Guerrero lucían festivas por el desfile cívico que se realiza por el inicio de la Independencia de México. Ese día lo recuerda como si fuera ayer. Ya pasaron 10 años y desde entonces no lo ha dejado de buscar.
Navarrete Victoriano se dedica a la albañilería. Hace una década era la hora del almuerzo y fue a su casa a comer. Al llegar, José Ángel limpiaba la ventana de la puerta. El joven de 18 años estudiaba el primer año en la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa.
“Me dio tanto gusto verlo. Tenía el pelo corto y me acuerdo que platiqué con él, le decía ‘hijo, me gusta lo que estás haciendo’ y le comenté ‘no traigo dinero, pero si no te vas ahorita aguanta voy a pasar a pegar un lavabo, y lo que me dé la señora te lo voy a dar’, y me dijo ‘no papá no te preocupes, no necesito dinero’”.
El señor Emiliano tenía que regresar a trabajar y sin saber lo que pasaría justo 10 días después, lo abrazó y se despidió de él. “Te quiero mucho y donde quiera que estés voy a ir por ti. Hasta el día de hoy no comprendo porque le dije esas palabras. Fue el último día que lo miré”, relata.
José Ángel Navarrete González fue víctima de desaparición forzada la noche del 26 de septiembre en Iguala. Es uno de los 43 normalistas de Ayotzinapa que se subió a un camión para ir a marchar el 2 de octubre a la Ciudad de México y no se supo nada de él. Diez años han pasado y hay más dudas que certezas, una de ellas es que “fue un crimen de Estado”, así lo estableció la Comisión de la Verdad.
“Lo he buscado de muchas formas. Nunca pude dar con él hasta el día de hoy. Fui a muchos lugares. Una ocasión, de una de tantas, me dijeron de un lugar exacto, casi seguro de dónde estaban. Y recuerdo que llevé una sudadera, y pensé ‘se la voy a llevar a mi hijo porque quizás tenga frío”.
En diez años, el señor Emiliano ha recibido todo tipo de alertas y promesas como la de Andrés Manuel López Obrador en 2018, quien durante su tercera campaña presidencial les aseguró que daría con el paradero de los 43. Sin embargo no cumplió. La decepción está presente y con ella el dolor.
“Para mí sentir el dolor es sentir el recuerdo de nuestro ser querido, así mantienes viva la memoria. Y para mí recordar a mi hijo, me hace sentir cómo renovar energías y seguir adelante, porque quiero verlo, quiero saber dónde está. Y lo he dicho muchas veces, no sé cuántas ganas tengo de volverlo a ver”, expresa.
“Le dije: ‘nunca te dejes agarrar por militares ni por la policía”
Antonio Santana Maestro es hijo de la señora María Magdalena Maestro Olivares. Es el mayor de cuatro hermanos. Tenía 20 años cuando fue víctima de desaparición forzada la noche del 26 de septiembre de 2014. Le gustaba mucho leer y jugaba fútbol en Tixtla, Guerrero. En esa ciudad enclavada en la montaña vivía con su familia antes de entrar a estudiar en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.
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En 2013 Antonio intentó ingresar a la normal, pero fue aceptado un año después. La última vez que la señora Magda -como le dicen- vio a su hijo le preguntó sí ya había entrado a la escuela. Le respondió que sí, pero le faltaba su semana de prueba, la cual iniciaría el 22 de julio.
“No recuerdo exactamente el día, pero me acuerdo que lo miré en el jardín. En esa ocasión yo me iba al centro y le dije ‘ya me voy, ahí nos vemos luego’ y me dijo sí. Llevaba incluso atole blanco y me dio un pedazo de torreja. Esa fue la última vez que lo vi”.
Cuando Antonio hizo su examen por primera vez, también su amigo Freddy Vázquez, y él fue aceptado, pero en enero de 2014 falleció en Atoyac junto con Eugenio Tamarit, luego de que un chofer de tráiler los atropellara al momento que los jóvenes realizaban una colecta en la carretera federal.
La señora Magda señala que a Antonio le dolió mucho la muerte de su amigo, y se congratuló de que no ingresó a la normal el mismo año que Freddy.
“Él no tenía pensado volver (a Ayotzinapa), pero por las condiciones económicas no hubo de otra, pero no nos imaginamos. Yo había escuchado de gente desaparecida, nunca imaginé que desaparecerían a estudiantes futuros maestros”.
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Cuando la señora Magda tenía 13 años recuerda que le impactó mucho la noticia de que policías federales asesinaron a un joven de Campeche que estudiaba en la Normal Raúl Isidro Burgos. Lo mataron en el monte, en Tixtla.
“Días antes de que se fuera yo le dije nunca te dejes agarrar por militares ni por la policía si los corretean tu corre y vete, no te dejes agarrar. Pero no se imaginó lo que les iban a hacer”, relata.
Para la señora Magda, así como para los demás padres y madres de los 43 el Ejército está involucrado en la desaparición forzada de los jóvenes, sin embargo la administración de Andrés Manuel López Obrador no lo reconoce. “Está comprobado que fue el gobierno, fueron los militares, fueron ellos”, advierte.