“¿Cómo te calmas cuando estás embarazada y tu presión no baja?”: madres con preeclampsia relatan sus historias

FOTOS: Cuartoscuro
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“Era un viernes. Me tomé el refresco, vi la tele, platiqué con mi familia, me fui a dormir y se me apagó la cámara, me quedé sin señal. Desperté en terapia intensiva el lunes sin saber qué me había pasado. Recordé estar embarazada al tocarme y sentir la cesárea. Diego había nacido”. A 16 años de distancia, así es como Elizabeth recuerda haber tenido Síndrome de Hellp, complicación derivada de la preeclampsia.

La preeclampsia es una enfermedad hipertensiva que puede presentarse a partir de la semana 20 del embarazo, durante el parto e incluso en las primeras semanas de postparto.  

Las enfermedades de hipertensión gestacional, preeclampsia y eclampsia, están entre las principales causantes del 75% de las muertes maternas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

En 2019, el Estado de México, Jalisco, Veracruz, Baja California y Michoacán representaron el 47.5% de los casos de muertes maternas en todo el país, informó la Secretaría de Salud. Las principales causas fueron hemorragia obstétrica (22.5%), enfermedad hipertensiva, edema y proteinuria en el embarazo, el parto y el puerperio (20%) y enfermedad del sistema respiratorio (15%).

Pero quienes deciden gestar y maternar, además de enfrentar complicaciones propias del embarazo, como preeclampsia, diabetes gestacional, infecciones u otras enfermedades, también pueden tener que encarar un discurso médico que culpabiliza, regaña y ofende.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH, 2016), el 33.4% de las mujeres en México que tuvieron un parto o cesárea vivió algún tipo de maltrato, como gritos, falta de atención y procesos quirúrgicos no consultados.

Elizabeth, Lili, Alice, Belén, mujeres mexiquenses, cuentan sus experiencias y reflexiones sobre la maternidad, la preeclampsia, los embarazos tardíos y la violencia obstétrica en el país. 

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La elección frente a la imposición

Elizabeth desde pequeña planeaba tener un hijo, casarse y atender a su familia, pero al crecer optó por estudiar. Entró a la carrera de Pedagogía en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, de la UNAM. Ahí conoció al papá de Diego. 

“A finales de mayo del 2006 me di cuenta de mi primer retraso. Me realicé una prueba de embarazo casera, la cual resultó negativa. Al otro día fui al doctor acompañada de mi novio y me dijo: ‘Tú no estás embarazada, estás embarazadísima’. Para ese momento tenía cuatro meses”. Elizabeth sería madre por primera vez a los 18 años. 

Para especialistas en salud, los embarazos antes de los 20 y después de los 35 años pueden incrementar riesgos para patologías propias de la gestación o maternas o provocar la muerte materno-fetal.

Con el avance de los derechos reproductivos y sexuales, los embarazos se han postergado ante la búsqueda de las mujeres por una mejor condición económica, una pareja estable y el uso de métodos anticonceptivos. Las madres con edades entre los 30 y los 39 años al momento del alumbramiento representaron un 32.08% del total de nacimientos registrados en 2020 (Inegi).

Los mellizos Natalia Isabella y Máximo llegaron a la vida de Belén cuando tenía 35 años. Había postergado su embarazo debido a la búsqueda de una pareja estable para compartir su proyecto de vida. “Siempre quise ser madre, pero cuando cumplí 33 años parecía lejano. Pensaba que el tiempo había pasado y probablemente la adopción iba a ser mi opción”, recuerda. 

En el caso de Lili, su primera hija llegó cuando tenía 38 años. Alondra fue el único embarazo concluido después de tres abortos espontáneos. “Buscaba en mis embarazos un equilibrio en lo emocional, económico y físico. A pesar de acudir con diversos especialistas, no tuve una respuesta para conocer por qué no se lograban”.

Julián Ruíz Anguas, director de la Clínica de Infertilidad y Reproducción Asistida, especializado en ginecología, obstetricia y biología de la reproducción humana, explica la relación del riesgo de la edad tardía en embarazos a partir de los óvulos: “Las mujeres nacen con cierta cantidad de óvulos, los cuales, conforme avanza el tiempo, van disminuyendo. Si se logra un embarazo con un óvulo tardío, existe un riesgo al ser fertilizado si no genera un intercambio genético adecuado con el espermatozoide”.

La comunicación es la clave para que este sistema complejo logre la fecundación y el desarrollo del embarazo. “Cuando se fecunda el óvulo, ese blastocisto debe ingresar al endometrio, la capa dentro de la matriz, donde deben existir ciertas células que permitan la comunicación necesaria para nutrirlo. Debe adentrarse en el endometrio y formar puentes que lo unan a la madre”, menciona Ruíz Anguas. 

Cuando existe una falla en el sistema que impide la recepción de mensajes, se pueden presentar diversas complicaciones. “Si estos puentes son de baja resistencia, delgados o el flujo es restringido, el pase de sangre de la mamá será costoso. Debido a esto, se formarán sustancias que eleven la presión, uno de los síntomas de la preeclampsia”, expone el especialista.

Además de la presión, la persona gestante puede tener visión borrosa, náuseas, vómitos e hinchazón, que pueden confundirse con los signos de embarazo. 

Alice tuvo a Carlos Enrique a los 27 años. Al pasar tiempo con sus sobrinos y encontrar una pareja en sintonía con sus planes de maternidad-paternidad decidió embarazarse, pero encaraba desafíos.

En los inicios de su adolescencia, atravesó una epilepsia que marcó un antes y después en su salud física. Años después le detectaron un microadenoma hipofisario. El tratamiento involucraba una pastilla que originaba los mismos síntomas del embarazo: sueño, náuseas, mareo. Por ello, se enteró de su embarazo a los tres meses. 

Al asistir a su revisión semanal con el especialista materno-fetal, la retuvieron en el hospital. “Mientras me realizaba un ultrasonido, me preguntó si venía acompañada porque le preocupaba la hinchazón de mi cuerpo; aparte, tenía tres centímetros de dilatación. Al responderle que iba acompañaba por mi esposo, me dice: ‘Qué bueno porque ya no te puedes ir’. Fue la última vez que lo vi”. 

Lili, en tanto, asistió a sus revisiones correspondientes siguiendo al pie de la letra los cuidados. Un día despertó con dolor de cadera, horas después sería llevada a emergencias para una cesárea de urgencia donde presentaría preeclampsia. “En algún momento presenté hinchazón, pero el doctor me recomendó no ingerir sal. Al ver un cambio cuando bajé mi consumo, no lo tomé como una alarma. Solo el día de la cesárea sentía los oídos tapados y somnolencia”.

En 2006, la Secretaría de Salud informó que un 25% de los casos de preeclampsia se presenta en dicho momento sin factores predictivos previos. 

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“Lo que hicimos fue salvarte la vida”

Elizabeth compara su parto con un capítulo de novela donde primero está embarazada y al siguiente corte tiene a su bebé en brazos. El nacimiento de Diego es una historia contada por sus padres, hermanas y hermano, debido a su estado inconsciente por más de 48 horas. 

En las semanas previas, Elizabeth atravesó un embarazo sin complicaciones. “Subía, bajaba, iba a la escuela, asistía a mis revisiones y llevaba los cuidados prestando atención en algún malestar. El día de mi baby shower, los pies se me hincharon tanto que mis tobillos no se podían ver, pero lo relacionamos con el mismo embarazo”.

Sin embargo, un 11 de octubre Elizabeth fue internada en el hospital. “Recuerdo perfectamente que fue ese día porque era el cumpleaños de mi hermana y mi familia le preparó una comida. Me sentía muy cansada, no me quería levantar y no me quería bañar. A mi mamá no le gustó mi estado, por lo cual insistió ir al doctor”.

Elizabeth y su mamá fueron al Hospital General De Zona No 2-A del IMSS, mejor conocido como El Troncoso. En el camino, a Elizabeth se le antojó un refresco de lata por ser un día caluroso.

Al llegar le realizaron los estudios correspondientes, donde detectaron presión alta en ella y taquicardia en Diego. “No era necesario operarme, pero debía mantenerme en observación así que me quedé. Al día siguiente, vuelven hacer los estudios y todo estaba perfecto. Relacionaron la presión con el refresco que me tomé; entonces, fui dada de alta”.

A la semana pasó exactamente lo mismo. Sintió cansancio y antojo por un refresco, pero esta vez ir al doctor no fue una opción. Era viernes, se quedó dormida, despertó el lunes y su hijo ya había nacido.

Elizabeth recibió la visita del doctor momentos después de despertar. “Recuerdo claramente sus palabras: ‘Eli, tú volviste a nacer, tú volviste a nacer con tu hijo. Te van a decir que se pudieron hacer otras cosas, pero lo que hicimos fue salvarte la vida. Solamente quiero que tengas muy presente eso. No había esperanzas. Se tomaron las decisiones para lograrlo’”.   

Al día siguiente, cuando pudo reunirse con su familia, entendió las palabras del doctor.

Elizabeth compartía la cama con una de sus hermanas, Fernanda, quien sintió un jaloneo. “Fer pensó que me había puesto peor, pero estaba convulsionando. Corrió al cuarto de mis papás para avisarles. Entre ellos, mis hermanas y mi hermano, me subieron a un taxi donde volví a convulsionar”.

Primero la llevaron a la Clínica 25 del IMSS, pero no tenía el equipo necesario para atenderla. En una ambulancia fue trasladada al Troncoso, donde convulsionó por tercera vez.

“Realizaron la cesárea, estabilizaron a Diego, pero mi estado continuaba crítico. Mi matriz no se contrajo a pesar de haber dado a luz, provocando una hemorragia grave. Mi papá fue por inyecciones para controlarla, pero no dieron resultado. Entonces, decidieron quitar la matriz”.

¿Hubiera querido tener más bebés? “A mí no me causa pesar saber que no tendré más hijos. La decisión de mi papá y el doctor hizo que esté aquí. Agradezco esta oportunidad donde las posibilidades de sobrevivir eran pocas”, responde.

La preeclampsia es una enfermedad hipertensiva presente solamente en los embarazos humanos. Existen pocos estudios que puedan explicar su relación. Ruíz Anguas da una respuesta al proceso distinto de la formación de la placenta comparada con otros mamíferos, donde destaca la particularidad de la comunicación de la placenta con los vasos uterinos y las venas uterinas de la mamá. 

La enfermedad tiene cuatro grados. Ruíz Anguas los explica de la siguiente manera:

Dependiendo del grado de la preeclampsia, la etapa gestacional de la persona, su edad y los factores de riesgo, se determina el momento para interrumpir el embarazo. 

Hasta la fecha, el tratamiento curativo para la preeclampsia es el parto, pues no existen modelos integrales para predecirla. La falta de un procedimiento clínicamente útil y de atención digna por parte del sector salud puede poner en riesgo la vida de la persona gestante y del feto. 

Debido al estado de salud de Elizabeth, su familia y el doctor en turno tomaron una decisión, pero en México, de 3.7 millones de mujeres que tuvieron cesárea, 10.3% no fueron informadas de la razón y a 9.7% no les pidieron autorización para realizarla (ENDIREH, 2016).

“Te tienes que calmar porque esto puede ser peor”

Un 3 de marzo, Alice fue internada en el Instituto Materno Infantil del Estado de México para recibir a Carlos Enrique, su primer hijo. Estar junto a sus sobrinos y encontrar una relación estable comenzaron el camino hacia una maternidad deseada a los 27 años. 

Alice conocía la preeclampsia por casos cercanos. Constantemente checaba su presión porque la enfermedad era —en palabras de su madre— muy peligrosa. Ante una hinchazón que molestaba al ponerse zapatos y rozar con los calcetines en las últimas semanas del embarazo, el especialista materno-fetal que daba seguimiento a su caso la mandó a urgencias. 

“Me enviaron a trabajo de parto donde estábamos todas las embarazadas. Para mi suerte, llegaron 10 personas practicantes. Todo el mundo te toca, todo el mundo te manosea, todo el mundo te mete mano. No fue problema para mí, pero existen mujeres que les puede ocasionar pudor”.

A pesar de no sentir alguna molestía, la presión de Alice no bajaba de 140. Durante nueve horas estuvo en esa sala sin una bata apta para su cuerpo. “No había una talla que me cubriera completamente. Si te pones a pensar, no es adecuado. Las personas somos diversas”.

A las 10:30, fue trasladada al quirófano para realizarle una cesárea. La presión alcanzaba los 200 y la anestesióloga no encontraba la médula ósea. Una enfermera le dijo: “Te tienes que calmar porque esto puede ser peor”. “¿Cómo te calmas cuando tu presión no baja? ¿Cómo te calmas al estar siendo picoteada para ponerte la anestesia? ¿Cómo te calmas cuando estás rodeada de personas?”.

Minutos después, en el parto, necesitó oxígeno, dejó de sentir las piernas, perdió la noción del tiempo y tuvo pérdida de sangre. 

Carlos Enrique nació a las 36 semanas el 3 de marzo de 2020. Su salud era estable, pero Alice no lo sabría hasta una semana después. Estuvo en recuperación mientras su presión se estabilizaba, pero eso sucedió tres meses después.

Postergar el regreso a casa

Durante 34 semanas, Lili imaginó un parto normal. Después de tres abortos espontáneos, su tercer embarazo tenía un diagnóstico favorable. “Me sentía segura, tranquila, confiada. Me imaginaba un parto normal, una recuperación pronta y un bebé sano”. Sería madre por primera vez a los 38 años. 

La mañana del 1 de junio de 2021, sintió dolores en la cadera que se iban intensificando en cortos lapsos. Ante ello, decidió comunicarse con su ginecólogo. “Al revisarme, no solo se percata de la dilatación, también mi presión estaba elevada y mi corazón estaba acelerado, por lo cual era necesario realizar una cesárea”.

Entre nervios, dolores intensos y trámites para el registro del hospital, Lili fue internada en el Centro Médico Toluca. “Empecé a sentirme nerviosa porque faltaba tiempo para el correcto desarrollo del bebé, pero mi cuerpo me pedía que debía nacer; entonces, traté de conservar la calma. No entendía por qué la presión se había disparado; sin embargo, sabía que no estaba bien”.

En el momento de la operación, el personal médico detectó que una infección en la placenta de Lili impedía una nutrición correcta del feto. Al segundo día de nacimiento, Alondra fue internada en el Hospital del Niño en Toluca. 

El primer mes, Lili y su hija se abrazaron entre cables a ciertas horas del día bajo las miradas de enfermeras, doctores y el frío de una habitación. Alondra debía aprender a vivir fuera del vientre materno por medio de sueros y sondas, buscando regular los efectos de la prematuridad, la preeclampsia y la infección en la placenta.

“Requirió mucho esfuerzo porque fue un choque emocional. Había imaginado una situación totalmente diferente. Los escenarios no eran alentadores. A pesar de que la verdad era cruda, agradezco que me la dijeran porque sabía qué estaba pasando”.

El 13 de julio, Alondra llegó a casa. Su peso y talla se habían recuperado; también aceptaba la leche materna y podía respirar sin depender de un tanque de oxígeno. Ahora los trabajos de cuidado serían distintos. Constantemente, Lili sentía miedo por regresar al hospital.

“Tienes una preeclampsia leve, pero no va a pasar nada”

Natalia Isabella y Máximo llegaron a la vida de Belén en marzo de 2020. Al vivir con diabetes e hipotiroidismo, Belén sabía que su presión podía elevarse durante el embarazo. Ante ello, disminuyó la sal en su comida, realizó ejercicio y asistió a chequeos regulares. 

Su embarazo a los 35 años significó para ella cumplir su deseo de ser madre. Encontrar una pareja con un proyecto de vida parecido fue el “Sí” a esta nueva etapa. “Siento que a esta edad cuento con mecanismos de solución donde puedo relacionarme mejor con los niños en situaciones de estrés”.

A las 35 semanas de embarazo le realizaron una cesárea en el Hospital Materno Perinatal Mónica Pretelini Sáenz, debido a que su presión estaba elevada. “Me dijeron: ‘Tienes preeclampsia leve, pero no va a pasar nada. Tú tranquila’”.

Al siguiente día, Natalia Isabella, Máximo y Belén fueron dados de alta. Ninguno presentó un complicación que postergara su regreso a casa. Belén reconoce la atención adecuada que recibió en el hospital.

Sin embargo, recuerda ciertos comentarios cuando se enteró de su embarazo. “Fui a un centro de salud porque llevaba días con dolor de vesícula. Para mi sorpresa, estaba embarazada. La doctora que me atendió comenzó a decirme que era muy grande para ser mamá, me preguntó si conocía los riesgos que podría enfrentar por mi edad, incluso hizo referencia a que podía morir”.

Belén trató de no tomar sus comentarios en cuenta aunque resonaron al momento del parto. La reconfortó el saber que había hecho lo posible por mantenerse saludable. 

A pesar de que la edad puede ocupar un rol en el desarrollo de la preeclampsia, también la ocupación, la estructura genética, el estado nutricional, los hábitos y las costumbres, incluso el tiempo del lugar, pueden impactar.

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Partos informados y fuera del estigma

La Norma Oficial Mexicana NOM-007-SSA2-2016 establece que la atención médica a las embarazadas debe ser con un enfoque preventivo, educativo, de orientación y consejería. Proporcionando calidad y respeto a los derechos humanos. Apelando al trato digno en mujeres cisgénero, hombres transgénero y personas no binarias al momento de gestar.

“Todas queremos un embarazo tranquilo, pero es importante tener información sobre los posibles riesgos en el embarazo y cómo podemos ayudar cuando existen estos. A pesar de la incertidumbre y los nervios, es necesario estar preparada”, subraya Lili.

Hasta el momento, Alondra ha tenido un desarrollo como cualquier otro infante. Lili lo atribuye a la estimulación temprana con fisioterapeutas. “Me aconsejaron estar atenta al desarrollo de la motricidad para evitar un daño cerebral debido a la muerte de neuronas en el parto. El realizar ejercicios, por más que parezcan sencillos, ayuda a su recuperación y crecimiento, incluso si no atravesaron un nacimiento difícil”.

Elizabeth aconseja, además de estar informada, estar presente en los cuidados de familiares cercanos para evitar escenarios que pongan en peligro la vida de la madre y del feto y creen recuerdos poco agradables. “Al final yo no viví la pesadilla, sino mi familia al verme convulsionar. Hoy podemos bromear, pero fue un golpe de ellos. Ahora con mis hermanas y cuñadas trató de estar presente en sus cuidados. Estar atenta a que coman bien, vayan a sus consultas y la experiencia no vuelva a repetirse”. 

Señala que es necesario fomentar la prevención ante las enfermedades gestacionales. “Yo no estaba enterada de hasta qué punto podía llegar con la preeclampsia hasta que lo viví. Tenemos la mala costumbre de pensar: ‘A mí no me va a pasar. Estoy joven, estoy sana, estoy bien’. Debemos cuidarnos porque al final nuestros hijos van a seguir necesitando nuestra ayuda a pesar de que sean adultos”. 

Alice rescata el cariño recibido de su hijo, que le ayuda a atravesar los momentos difíciles. “Ahora que Carlos está conmigo, aprendo que esa parte infantil que todos tenemos, aunque no nos guste aceptarlo, es lo que nos salva en esta situación de maternidad y paternidad. El jugar con muñecos, carros, brincar saltar y estar con él te fortalece a seguir en lucha con los prejuicios y estigmas, tanto sociales como personales”.