Surgen nuevas claves para determinar si el embarazo cambia el cerebro
Algunos trabajos de investigación han revelado pistas intrigantes sobre la forma en que el embarazo cambia el cerebro.
Estudios en los que se escaneó el cerebro de las mujeres antes y después del embarazo han revelado que ciertas redes cerebrales, en especial las que intervienen en el procesamiento social y emocional, se encogen durante el embarazo, quizá como parte de un proceso de ajuste en preparación para la crianza de los hijos. Esos cambios coinciden con aumentos en las hormonas del embarazo, en especial el estrógeno, y los investigadores descubrieron que algunos se mantienen por lo menos dos años después del alumbramiento.
Un nuevo estudio publicado el lunes en la revista Nature Neuroscience, que documenta con tomografías por resonancia magnética (TRM) varios cambios cerebrales a lo largo del embarazo de una mujer, ofrece datos adicionales. El estudio confirma resultados anteriores y proporciona información más detallada; por ejemplo, revela una mayor capacidad de las fibras de materia blanca para transmitir con eficiencia señales entre las neuronas, un cambio que desapareció tras el nacimiento del bebé.
“Lo que resulta muy interesante sobre este estudio es que ofrece un mapeo muy detallado”, opinó Elseline Hoekzema, neurocientífica que dirige el Laboratorio del Embarazo y el Cerebro en el Centro Médico de la Universidad de Ámsterdam y ha colaborado en la dirección de estudios centrados en el análisis de escaneos cerebrales de más de 100 mujeres antes y después del embarazo.
Hoekzema, que no participó en el estudio nuevo, opinó que muestra que, además de “cambios más perdurables en la estructura y la función del cerebro” que ya habían sido documentados, “también ocurren cambios más sutiles y pasajeros”.
Ronald Dahl, director del Instituto de Desarrollo Humano en la Universidad de California, campus Berkeley, quien no participó en el estudio, indicó que la nueva investigación refleja el papel clave de las hormonas en épocas de transición como la pubertad y el embarazo para guiar cambios neurológicos en las prioridades y las motivaciones.
“Da la impresión de que afecta a muchos de estos sistemas”, afirmó.
Elizabeth Chrastil, quien sí participó en el estudio, es una neurocientífica que trabaja en el campus Irvine de la Universidad de California. Chrastil se embarazó en 2019, a los 38 años, por fecundación in vitro. Esto hizo posible darle seguimiento preciso a su embarazo desde un principio.
Le tomaron 26 TRM: cuatro escaneos antes del embarazo (durante las tres semanas previas), quince durante el embarazo y siete en los dos años siguientes al nacimiento de su hijo en 2020.
“Fue genial poder ser neurocientífica y saber lo que no sabemos”, comentó Chrastil, “y así poder plantear: ‘Oigan, vamos a hacer esto. Planeo embarazarme. Creo que deberíamos hacerlo’”.
Compartió que durante el embarazo no se percató de ningún tipo de síntoma o efecto relacionado con los cambios en el cerebro. Sin embargo, su cerebro mostró diferencias profundas.
Para la novena semana de gestación, el 80 por ciento de 400 áreas cerebrales analizadas mostraban una reducción del cuatro por ciento en promedio en el volumen de materia gris y el espesor cortical, cambio que se mantuvo durante el embarazo. Los cambios fueron especialmente pronunciados en la red de modo predeterminado, que es fundamental para percibir los sentimientos y perspectivas de otras personas.
La autora de mayor rango en el estudio, Emily Jacobs, neurocientífica de la Universidad de California, campus Santa Barbara, aclaró que el encogimiento del cerebro durante el embarazo “no es algo malo” y quizá refleje una poda que “le permite al cerebro lograr un mayor grado de especialización”. Señaló que durante la pubertad y la infancia ocurren procesos similares, y algunos trastornos neurológicos tienen sus orígenes en una poda deficiente.
Comentó que, al igual que la estatua de David de Miguel Ángel, “el artista empieza con un enorme bloque de mármol y la belleza que está oculta se revela gracias al arte de retirar el exceso, a un proceso cuidadoso de afinación y ajuste del material”. Concluyó que en este estudio “es posible observar cómo se esculpe el cerebro semana por semana”.
La pérdida de volumen se mantenía casi al mismo nivel dos años después del parto, lo que sugiere que las hormonas del embarazo producen “impresiones permanentes en el cerebro”, explicó.
Sin embargo, los cambios en la materia blanca no fueron duraderos. Chrastil indicó que, por razones que no están claras, en los dos primeros trimestres los manojos de fibras se transformaron en una especie de calles mejor pavimentadas, gracias a lo cual “todo funciona con más facilidad, la información viaja con mayor continuidad”. Pero la condición inicial de la materia blanca se restauró para el nacimiento.
Para efectos de comparación, los investigadores evaluaron escaneos cerebrales de ocho personas que no estaban embarazadas, incluidos dos varones. Su cerebro no mostraba este tipo de alteraciones.
No obstante, Jacobs señaló que escaneos cerebrales posteriores durante el embarazo de varias mujeres coinciden con el patrón de Chrastil.
Hoekzema aseveró que el patrón es tan característico que su equipo demostró que un algoritmo computacional puede identificar si una mujer está embarazada “solo a partir de los cambios en su cerebro”.
Indicó que la investigación de su equipo “sugiere que los cambios ocurridos en el cerebro durante el embarazo tienen relación con la forma en que reaccionan el cerebro y el cuerpo de una madre a los niños pequeños”, en correlación con características como “el vínculo materno-fetal, el instinto de anidamiento y la manera en que el ritmo cardiaco de una mujer reacciona cuando ve un bebé”.
Dahl explicó que es posible que las hormonas relacionadas con el embarazo creen “ventanas de aprendizaje” neurológicas que “sensibilizan a los individuos para aprender mecanismos de adaptación y crear vínculos y desarrollar más pericia para responder ante un bebé”. Por lo tanto, indicó, ofrecer apoyo social y emocional durante el embarazo sería todavía más útil porque el cerebro está ajustado para darle prioridad a esa información.
De cualquier manera, las implicaciones en cuanto a la crianza de los hijos sin duda son complejas y variadas. Jacobs puso como ejemplo que los padres adoptivos, los padres y otras personas “tal vez no experimenten la gestación de primera mano, pero exhiben las conductas de apoyo necesarias para cuidar a sus hijos”.
Los investigadores señalaron que el estudio de los cambios en el cerebro durante el embarazo podría ofrecer información sobre padecimientos como la depresión posparto y efectos neurológicos de la preeclampsia.
“Apenas arañamos la superficie en la comprensión de este tema”, opinó Chrastil.
c.2024 The New York Times Company