Tres superpotencias nucleares, en lugar de dos, dan inicio a una nueva era estratégica

El Pentágono, en Arlington, Virginia, el 13 de abril de 2023. (Haiyun Jiang/The New York Times).
El Pentágono, en Arlington, Virginia, el 13 de abril de 2023. (Haiyun Jiang/The New York Times).

WASHINGTON — En la costa china, a solo 217 kilómetros de Taiwán, Pekín se prepara para poner en marcha un nuevo reactor que el Pentágono considera que suministrará combustible para una vasta expansión del arsenal nuclear de China, lo que pondría a este país a la par de Estados Unidos y Rusia en energía atómica. El reactor, conocido como reproductor rápido, es excelente para fabricar plutonio, uno de los principales combustibles de las bombas atómicas.

Rusia, cuyo gigante nuclear Rosatom ha completado en los últimos meses la entrega de 25 toneladas de uranio altamente enriquecido para poner en marcha la producción, es el proveedor del material nuclear para el reactor. Este acuerdo significa que Rusia y China ahora cooperan en un proyecto que les permitirá modernizarse en el ámbito nuclear y, según las estimaciones del Pentágono, producir arsenales cuyo tamaño combinado podría minimizar el de Estados Unidos.

Esta nueva realidad motiva un replanteamiento general de la estrategia nuclear de Estados Unidos que pocos anticiparon hace doce años, cuando el presidente Barack Obama imaginaba un mundo que se encaminaba de manera inexorable hacia la eliminación de todas las armas nucleares. En cambio, Estados Unidos se enfrenta ahora a cuestiones sobre cómo gestionar una rivalidad nuclear a tres bandas, que pone en entredicho gran parte de la estrategia de disuasión que ha evitado con éxito la guerra nuclear.

La expansión de China, en un momento en el que Rusia despliega nuevos tipos de armamento y amenaza con usar armas nucleares de combate, es solo el último ejemplo de lo que los estrategas estadounidenses consideran una nueva era mucho más compleja en comparación con la que Estados Unidos vivió durante la Guerra Fría.

China insiste en que los reactores reproductores de la costa solo se usarán para fines civiles y no hay pruebas de que China y Rusia estén trabajando conjuntamente en las armas o en una estrategia nuclear coordinada para enfrentarse a su adversario común.

Sin embargo, John F. Plumb, un funcionario de alto nivel del Pentágono, declaró ante el Congreso hace poco: “No se puede eludir el hecho de que los reactores reproductores son de plutonio y el plutonio es para armas”.

Puede que este solo sea el comienzo. En un anuncio poco difundido cuando el presidente chino Xi Jinping se reunió con el presidente ruso Vladimir Putin en Moscú el mes pasado, Rosatom y la Autoridad de Energía Atómica de China firmaron un acuerdo para extender su cooperación durante años, si no es que décadas.

“Para la década de 2030, Estados Unidos se enfrentará, por primera vez en su historia, a dos grandes potencias nucleares como competidores estratégicos y posibles adversarios”, afirmó el Pentágono el pasado otoño en un documento político. “Esto supondrá nuevas tensiones para la estabilidad y nuevos retos para la disuasión, la seguridad, el control de armamentos y la reducción de riesgos”.

En semanas recientes, los funcionarios estadounidenses hablaron con un tono casi fatalista sobre la posibilidad de limitar el arsenal de China.

“Es probable que no podamos hacer nada para detener, ralentizar, interrumpir, interceptar o destruir el programa de desarrollo nuclear chino que han proyectado para los próximos 10 a 20 años”, declaró a finales del mes pasado ante el Congreso el general Mark A. Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto.

Las palabras de Milley son de especial crudeza si se tiene en cuenta que Estados Unidos lleva años tratando de alejar al mundo de las armas nucleares. Obama puso en marcha una estrategia para reducir la dependencia estadounidense de las armas nucleares con la esperanza de que otras potencias siguieran su ejemplo.

Ahora está ocurriendo lo contrario. Si algo está haciendo el fracaso de Putin en el campo de batalla es aumentar su dependencia de su arsenal nuclear.

El único tratado vigente que limita el tamaño de los arsenales de Estados Unidos y Rusia, el Nuevo START o Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, expirará en unos 1000 días y los funcionarios estadounidenses coinciden en que hay pocas posibilidades de generar un nuevo acuerdo mientras la guerra de Ucrania siga causando estragos. Incluso si Rusia y Estados Unidos pudieran sentarse a negociar un nuevo tratado, serviría de poco a menos que China también lo suscribiera. Pekín no ha mostrado ningún interés en hacerlo.

El presidente chino no esconde sus planes de expansión nuclear. En la actualidad, este país cuenta con alrededor de 410 cabezas nucleares, según un estudio anual de la Federación de Científicos Estadounidenses. El informe más reciente del Pentágono sobre el Ejército chino, publicado en noviembre, afirmaba que el número de cabezas nucleares podría aumentar a 1000 a finales de la década y a 1500 para 2035, de mantenerse el ritmo actual.

Para enfatizar la urgencia del problema, en las últimas semanas el Departamento de Estado convocó a un grupo de expertos y les dio 180 días para presentar recomendaciones, con la afirmación de que “Estados Unidos está entrando en uno de los periodos más complejos y desafiantes para el orden nuclear mundial, quizá más que durante la Guerra Fría”.

De hecho, la dinámica es más complicada ahora: la Guerra Fría incluía solo a dos actores importantes, Estados Unidos y la Unión Soviética; China era un actor secundario. Su fuerza de unas 200 armas nucleares era tan pequeña que apenas figuraba en el debate y Pekín nunca participó en los principales tratados de control de armas.

A pesar de ello, existen motivos para ser precavidos en los análisis del peor escenario en relación con las capacidades nucleares. China y Rusia tienen una larga historia de desconfianza mutua. Y el Pentágono no es ajeno a la inflación de amenazas, que puede liberar presupuestos. En épocas recientes, algunos expertos han criticado sus advertencias.

“Cuando se profundiza en los detalles, hay muchas preguntas”, afirmó Jon B. Wolfsthal, quien trabajó como funcionario nuclear en el Consejo de Seguridad Nacional durante el gobierno de Obama. “Aunque se dupliquen o tripliquen, estamos vigilando esto y tenemos capacidad de reacción”, agregó.

No obstante, algunos críticos comienzan a repetir las nuevas valoraciones del Pentágono y en ocasiones hacen cálculos más ambiciosos que los del gobierno de Biden.

En el Capitolio, hay un debate sobre si la futura expansión del arsenal chino requiere cambiar la estrategia por completo. Algunos republicanos han comenzado a hablar sobre expandir el arsenal nuclear cuando el tratado Nuevo START llegue a su fin, de tal modo que pueda equipararse a una fuerza combinada chino-rusa, utilizada de forma coordinada contra Estados Unidos. Otros consideran que se trata de una reacción exagerada.

“Me parece que es una locura pensar que vamos a librar dos guerras nucleares al mismo tiempo”, dijo Matthew Bunn, catedrático de la Universidad de Harvard que da seguimiento a las armas nucleares.

China construye armas y se niega a negociar

China entró en el club nuclear en octubre de 1964, con una prueba nuclear en Lop Nor que el gobierno de Kennedy y Johnson consideraron sabotear.

Pero Mao Zedong adoptó una estrategia de “disuasión mínima”, que desestimó la carrera armamentista de la Guerra Fría por ser un enorme desperdicio de dinero. Limitar el arsenal a unos cientos de armas siguió siendo el planteamiento de China hasta que Xi revirtió el curso.

Ahora parece poco probable que se plantee frenar el crecimiento del arsenal nuclear chino hasta que su tamaño se acerque al de las otras dos superpotencias. En un discurso en el que expuso su agenda para su próximo mandato en el poder, el mandatario chino dijo en un congreso del Partido Comunista celebrado en octubre que su país debe “establecer un sistema fuerte de disuasión estratégica”.

El aumento de las tensiones entre Pekín y Washington parece haber endurecido el juicio de Xi de que China debe contrarrestar la “contención en general”, incluyendo una disuasión nuclear más contundente. Hasta los expertos que creen que los reactores reproductores de China se enfrentan a muchos obstáculos tecnológicos ven otras señales de que el país está ampliando su potencial de armas nucleares, incluidas las plantas de reprocesamiento de combustible nuclear gastado, los nuevos reactores que no parecen tener ningún papel en la red eléctrica civil y la actividad de construcción en el sitio de pruebas nucleares de Lop Nor.

“El liderazgo chino está más decidido que nunca a centrarse en la competencia a largo plazo entre China y Estados Unidos y, de ser necesario, en la confrontación”, declaró Tong Zhao, investigador sénior del Programa de Política Nuclear del Fondo Carnegie para la Paz Internacional. Según él, la expansión nuclear de China es “sobre todo para moldear la evaluación estadounidense del equilibrio de poder internacional y hacer que acepte la realidad de que China está a punto de convertirse en un país igual de poderoso”.

El principal anuncio de las ambiciones chinas son los tres vastos campos de silos de misiles que se están construyendo en sus áridas extensiones septentrionales. En total, los campos de silos podrían albergar unos 350 misiles balísticos intercontinentales, cada uno de ellos posiblemente armado con múltiples ojivas.

En Rusia y Estados Unidos, se despliegan nuevas armas

La expansión de China se produce después de que Rusia y Estados Unidos pasaron décadas negociando un acuerdo tras otro para reducir el tamaño de sus arsenales nucleares, que en su momento de mayor apogeo contaban con unas 70.000 armas. En la actualidad, cada parte cuenta con 1550 armas de largo alcance. Pocas semanas después de la toma de posesión del presidente Joe Biden, el mandatario y Putin extendieron el acuerdo Nuevo START cinco años más.

Pero desde la invasión a Ucrania, el tratado se vino abajo. Putin anunció hace poco que lo suspendería. Aunque ha respetado el límite de 1550 armas de largo alcance, anuló casi todas las demás obligaciones del tratado, incluidas las inspecciones mutuas y el intercambio de datos sobre los arsenales de la otra parte.

Putin está trabajando para mejorar su arsenal. Hace cinco años usó animaciones en video de armas rusas que apuntaban hacia Florida para mostrar cinco nuevas clases de armas nucleares que, según él, podrían derrotar a Occidente en una guerra, incluida una que calificó de “invencible”. En aquel momento, los analistas occidentales sugirieron que Putin, con una economía débil, solo alardeaba.

Solo dos de esos sistemas armamentísticos han avanzado, mientras que otros tres (incluido el misil nuclear de crucero “invencible”) están sumidos en retrasos, pruebas fallidas y dudas sobre su viabilidad. En general, según algunos analistas, las nuevas armas son una distracción. Lo que realmente importa es la modernización por parte de Rusia de su arsenal de la Guerra Fría para convertirlo en una fuerza mucho más capaz de sobrevivir que los anticuados sistemas heredados de la Unión Soviética.

“Eso es el 95 por ciento de lo que está sucediendo”, afirmó Hans M. Kristensen, director del Proyecto de Información Nuclear de la Federación de Científicos Estadounidenses, un grupo privado de investigación en Washington. “La gente habla sobre los grandes sistemas nuevos que lo cambiarán todo. Pero está claro que no lo harán”.

El Pentágono considera que al menos una de las armas emergentes es una amenaza potencial, en parte porque, si se perfecciona, podría burlar las defensas antimisiles de Estados Unidos. Se trata de un torpedo submarino de propulsión nuclear de largo alcance que, una vez lanzado, podría desplazarse de forma autónoma hacia una de las costas de Estados Unidos. Su ojiva, según la descripción rusa, crearía “zonas de amplia contaminación radiactiva que no serían aptas para actividades militares, económicas o de otro tipo durante largos periodos”. Kristensen dijo que el torpedo estaba cerca de ser operativo.

Por su parte, el gobierno de Biden anunció planes para fabricar la primera ojiva nueva para el arsenal nuclear de la nación desde la Guerra Fría, una actualización que, según la Casa Blanca, debería haberse hecho hace tiempo por razones de seguridad. El arma, para misiles submarinos, es una pequeña parte de una revisión gigantesca del complejo nacional de bases atómicas, plantas, bombarderos, submarinos y misiles terrestres. Su costo en 30 años podría alcanzar los 2 billones de dólares.

Estados Unidos tiene unas 40 toneladas de plutonio sobrante de la Guerra Fría disponibles para armas y no necesita más. Sin embargo, está construyendo dos nuevas plantas que pueden transformar el viejo plutonio en detonadores para armas termonucleares renovadas y nuevas, como la W93. Hace poco, la agencia encargada de las investigaciones para el Congreso calculó que las nuevas plantas podrían costar hasta 24.000 millones de dólares.

Muchos controladores de armas condenan las nuevas instalaciones. Afirman que Washington tiene almacenados al menos 20.000 detonadores de plutonio procedentes de bombas de hidrógeno retiradas y que, en caso necesario, algunos de ellos podrían reciclarse.

A pesar de las condenas, el gobierno de Biden está decidido a seguir adelante e insiste en que el reciclaje de detonadores es riesgoso. La secretaria de Energía, Jennifer M. Granholm, declaró que las nuevas plantas son esenciales para “una disuasión nuclear segura y eficaz”.

Modernizar una fuerza nuclear envejecida, como sugiere Granholm, es una de las pocas áreas de acuerdo bipartidista. Pero no aborda el reto estratégico de mayor alcance.

“No sabemos qué hacer”, dijo Henry D. Sokolski, exfuncionario del Pentágono que ahora dirige el Centro de Educación sobre Políticas de No Proliferación. “¿Cuál es la respuesta a esto: solo construimos más y vamos a ser capaces de construir mucho más que ellos?”.

c.2023 The New York Times Company