Yo también soy inmigrante e hija de inmigrantes | Opinión

Soy hija de inmigrantes españoles en Cuba. Gente que se creía que de todos modos les habían robado su colonia los norteamericanos, y pensaban que la tierra les pertenecía, porque si no hubiera sido por los Reyes de España, que respaldaron a Colón en su viaje de 1492, aún vivirían en la isla los taínos y los siboneyes.

Y claro, no tomaban en cuenta que los cubanos que vivieron allí por generaciones ya no se sentían como españoles, sino propiamente hijos de la isla, dueños de su tierra.

Tomo esa situación como ejemplo de la actitud de norteamericanos - y hasta cubanos -, que obviamente resienten la avalancha de inmigrantes en la frontera sur con México y en la de las aguas del Caribe.

Cuando me fui de Cuba 62 años atrás estábamos en la Guerra Fría con la Unión Soviética, y éramos parte del conflicto.

Hoy no es igual. Ya tengo nietos que aún reconocen su ancestro hispano y tratan de mantener costumbres, idioma, comidas, música y hasta bailes de nuestra tradición. Eso es lo que no querían tradicionalmente los anglos. Recuerden cómo se oponían a clases

en español en las escuelas públicas de Miami a fines de los 80. El inglés era tan importante aquí que mis estudiantes de origen

italiano y otros países en Filadelfia, rechazaban las lenguas extranjeras.

Vemos hoy en los cayos y en el estrecho de la Florida, surcado por frágiles botes, y a lo lejos, en la frontera porosa con México, a miles en desenfrenada huida de sus tierras al sur para llegar aquí, sin reglas, sin ayuda, y dando gritos de auxilio. Prisioneros de coyotes desalmados que les roban su dinero, violan a las mujeres, los traen por selvas inhóspitas, engañados por contrabandistas mafiosos.

Mi conciencia no me deja tranquila, y no puedo a veces dormir recordando cuánto sufrí, a pesar de haber llegado con visa, y pensando en cuánto deben angustiarse los nuevos fugitivos.

¿Cómo y por qué la inmigración ha tenido tantas altas y bajas en este país y sus preceptos han cambiado tantas veces en este inmenso territorio? Habrá que solucionar esta situación ante nuestra crisis actual para salvar la dignidad de la nación y nuestro sentido de humanidad.

Del mismo modo que los españoles se impusieron en la América hispana, y los portugueses en Brasil, desde el siglo XVI, los ingleses y franceses ocuparon islas y territorios del Caribe, y toda Norteamérica, desde el XVII.

En Estados Unidos no se le dio entrada a gente de otras nacionalidades hasta el siglo XX.

Los aborígenes, que eran diversas tribus de gente llamada erróneamente indios por Colón, fueron esclavizados o infectados sin querer, sujetos a encomiendas por los españoles. Mientras que los anglosajones los despojaron de sus tierras y animales comestibles, los presionaron hacia el Oeste.

Hubo inmigración forzada de delincuentes “transportados” por la Corona Inglesa. La esclavitud africana fue otra migración involuntaria. Muchos inmigrantes pagaban su pasaje celebrando contratos de servidumbre por varios años. Pero después de la independencia se declaró una ley de inmigración en 1790. Al principio esta imponía límites que favorecían a los europeos del norte, y fue la primera ley en especificar quién podría convertirse en ciudadano, un privilegio de los blancos libres.

En 1870, el derecho de ciudadanía se extendió a los de origen africano. Cinco años más tarde se promulgaron prohibiciones a delincuentes y personas con enfermedades contagiosas y se limitó la entrada a la mayoría de ciudadanos asiáticos.

En el siglo XX, llegaron inmigrantes del sur y este de Europa, como italianos y griegos, por ejemplo. Y a los latinoamericanos se les había permitido ingresar por la frontera sin muchas restricciones. Sin embargo, las leyes han cambiado y han sido a veces discriminatorias por prejuicios raciales, loa orígenes nacionales y la religión, no solo la judía, sino también la católica, y a favor de las sectas protestantes. De ahí la denominación: WASP (White – Anglo - Saxon - Protestant.

¿Cuál es pues la prioridad en el contexto histórico: la necesidad económica de este país, la situación política mundial o la actitud

humanitaria ante personas que buscan refugio?

Una de las razones que exhiben los antiinmigrantes hoy día es que vienen de países del sur, son latinos o negros, que votarían por el Partido Demócrata cuando sean naturalizados. Esto pesa en las decisiones políticas. Otra protesta es que, a pesar de que no son “naturales” de aquí, se aprovechan de los servicios sociales y de salud que pagan los impuestos de los ciudadanos contribuyentes.

Pero ya es hora de encontrar un camino legítimo para los nuevos migrantes, combinando las posibilidades y necesidades actuales de Estados Unidos, y las de los aspirantes a una visa permanente, de forma equitativa, resuelta en las embajadas americanas de cada país y nunca en la frontera.

La mejor prueba de inmigración es la ciudad de Miami. ¿Quien hubiera dicho en 1960 que se convertiría en esta ciudad boyante en parte por el exitoso exilio cubano?