Un sobreviviente israelí regresa a un kibutz atacado por Hamás

Shar Shnurman posa frente a su casa en el kibutz israelí de Kfar Aza, el 16 de abril de 2024 (Menahem Kahana)
Shar Shnurman posa frente a su casa en el kibutz israelí de Kfar Aza, el 16 de abril de 2024 (Menahem Kahana)

Los nísperos están rebosantes de frutos, pero nadie se anima recogerlos en medio de las casas abandonadas de Kfar Aza. Salvo Shar Shnurman, el primer sobreviviente del ataque de Hamás del 7 de octubre que ha vuelto a vivir en este kibutz israelí.

"Ahora todo el kibutz es mi jardín", declara este gigante gentil, señalando la exuberante vegetación en la que destaca el color de los cítricos y los nísperos.

Recoger los frutos, tomar café en su terraza y organizar una barbacoa todos los lunes: así es como Shnurman intenta "llevar una vida normal en un lugar anormal", desde que él y su esposa, Ayelet Khon, se trasladaron de nuevo a uno de los kibutz del sur de Israel, diezmados por los combatientes de Hamás.

Durante 30 horas de terror, encerrados en su habitación segura, la pareja oyó a los hombres del movimiento islamista palestino matar y destruir a su alrededor.

En un punto, "algunos terroristas decidieron sentarse aquí", relata Shnurman, de 62 años.

"Algunos de ellos se pararon cerca de la ventana de la habitación segura. Podíamos escucharlos, olerlos", dice.

Cuando el ejército los evacuó, el 8 de octubre, "sabíamos que íbamos a volver, estaba claro", expresó Shnurman. El logista se mudó hace 20 años al kibutz limítrofe con Gaza y trabajaba en una fábrica local.

- La primera noche -

Shar y Ayelet se quedaron varias semanas con familiares y luego en un apartamento en Tel Aviv.

Posteriormente hicieron algo que para muchos era impensable: regresar a un sitio lleno de recuerdos del brutal ataque.

"Al principio, el kibutz parecía una zona de guerra", contó Shnurman, quien preparó su regreso con visitas diurnas de algunas horas, con el aval del ejército.

La pareja dio el siguiente paso a inicios de diciembre.

"Le dijimos al gerente de seguridad del kibutz 'escuche, volvimos', y él respondió 'ustedes están locos, pero está bien'. Desde entonces estamos aquí", dijo Shnurman.

"La primera noche dormí maravillosamente", dijo.

"Es el único sitio donde duermo bien, porque en Tel Aviv estaba en un apartamento muy lindo, pero dormía dos horas por noche. Es una enorme diferencia dormir en tu casa".

Pero los combates en Gaza aún se escuchan desde Kfar Aza, y cuando resuenan las sirenas, la pareja tiene pocos segundos para buscar refugio.

Antes del 7 de octubre, el kibutz tenía unos 800 residentes. Más de 60 murieron durante el ataque de Hamás y 18 fueron tomados rehenes. Cinco siguen retenidos en la Franja de Gaza.

Shnurman se tatuó en un brazo la fecha de la tragedia: 07.10.23.

La guerra fue desatada por el ataque de Hamás del 7 de octubre que causó la muerte de 1.170 personas, en su mayoría civiles, según un recuento de AFP basado en cifras israelíes.

La devastadora respuesta israelí ha matado al menos 34.012 personas en Gaza, en su mayoría mujeres y niños, según el Ministerio de Salud del territorio controlado por Hamás.

Al otro lado de la cerca metálica que rodea el kibutz, la imagen del territorio palestino arrasado es impresionante.

- Con miedo -

Igual de impresionantes son los remanentes del ataque entre los callejones de kibutz. Los muros tiznados de una casa perforada de balas son señal de que "ya no tiene restos humanos".

Durante el día hay un flujo constante de visitantes: soldados, periodistas, voluntarios que ayudan con el mantenimiento, políticos y celebridades.

Por la noche, Shnurman y su esposa ya no están completamente solos. Un puñado de vecinos, "cinco o seis" según él, han vuelto a sus casas.

Chen Kotler, de 65 años, es una de ellos.

"La tristeza no pasa. Tengo miedo todo el tiempo", contó a AFP la mujer, quien reclamó de la falta de comunicación del gobierno sobre el futuro de las comunidades fronterizas.

Podrían convertirlas en memoriales o permitir la vuelta de las familias.

"Hoy estoy en Kfar Aza, pero mañana no sé. Necesitamos un sentido de seguridad", indicó Kotler.

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