Sismo 2017: 600 edificios históricos en abandono

CIUDAD DE MÉXICO, septiembre 10 (EL UNIVERSAL/Quinto Elemento Lab).- Cuando las autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) hablan sobre los avances en la restauración de los 2 mil 340 inmuebles históricos afectados por los sismos de 2017 muestran con optimismo una cifra: 65% de la recuperación está concluida. Lo que las autoridades omiten mencionar es que ese porcentaje de avance refleja, de manera parcial, un reducido universo y que el grueso del desafío de la recuperación aún no se atiende: todavía faltan 643 inmuebles por terminar; de ellos, 251 son monumentos históricos con daño severo.

Una gran parte de ellos se encuentran prácticamente abandonados desde hace años, lo que hará que irremediablemente los daños se profundicen y su permanencia esté comprometida, pues ya no hay dinero para recuperarlos.

Se enfocan en daños menores

"¡Inicien las obras pequeñas, los proyectos se harán sobre la marcha!", ordenó Víctor Hugo Valencia, entonces director del Centro INAH Puebla, ante la magnitud del daño al patrimonio histórico causado por el sismo del 19 de septiembre de 2017.

La instrucción iba dirigida a los arquitectos que, como cada lunes, se reunían en la Sección de Monumentos Históricos del INAH Puebla. El ambiente se impregnó de dudas, pero no había tiempo de discutir si esa medida era correcta.

Puebla fue la entidad más afectada en todo México por ese sismo. Los informes iniciales mostraron una realidad abrumadora: 621 conventos, capillas, santuarios, museos, puentes, parroquias, zonas arqueológicas y otro tipo de inmuebles históricos fueron impactados por la onda sísmica.

Los reportes delineaban el mapa de la destrucción en Puebla, representativo de la situación en otros estados: de los 621 inmuebles históricos, un buen número mostraba afectaciones menores y moderadas, pero 127 tenían daños severos y, de éstos, algunas docenas se encontraban en muy malas condiciones, a punto del colapso o de plano con derrumbes significativos.

La restauración de los que estaban en peor estado se llevaría mucho tiempo, demasiados recursos, dictámenes y proyectos, además de decenas de arquitectos peritos.

La emergencia y los protocolos dictaban que se atendieran de inmediato a los inmuebles en riesgo de desplome, pero eso absorbería dinero y personal y, además, los resultados no se verían ni a corto ni mediano plazos.

Ante esta circunstancia, la Dirección General del INAH, a cargo de Diego Prieto Hernández, decidió que la restauración se enfocaría en los inmuebles con daños menores.

Eso se manejó políticamente. Había que entregar resultados inmediatos y se decidió restaurar los inmuebles menos afectados. Así sería más sencillo, explica el arquitecto Enrique Gámez.

Con cuatro décadas de experiencia, Gámez es arquitecto perito del Centro INAH Puebla y uno de los que interpeló a los funcionarios de la institución para que definieran mejor el plan de acción. No tuvo respuesta. La prioridad era entregar inmuebles reparados.

Luego del sismo, Víctor Hugo Valencia se reunía semana a semana en un amplio salón del INAH Puebla con los 10 arquitectos, cinco restauradoras y personal de confianza que servía de apoyo.

En una de esas juntas, los arquitectos le reclamaron a Valencia por los pocos viáticos que recibían para hacer los recorridos por los municipios poblanos, en muchos de los cuales los inmuebles se encontraban profundamente dañados.

En esa ocasión, a fines de octubre de 2017, asistió el arquitecto Salvador Camarena Rosales, encargado de la Oficina Sismos que el INAH creó para dirigir los trabajos de recuperación del patrimonio.

Harto de escuchar el reclamo de los arquitectos, Camarena Rosales, quien era el enlace entre la Ciudad de México y Puebla, explotó:

–¡Atiendan los templos con daños menores, primero, y desháganse de ese lastre!, ordenó el funcionario, según recuerda Rutilia Amigón, arquitecta perito del INAH Puebla, quien ha sufrido acoso y represalias laborales por denunciar las irregularidades y las múltiples fallas desde que comenzaron los trabajos de restauración.

Por un momento, el silencio invadió el salón. Molestos por la actitud de Camarena, los arquitectos acordaron repartirse los inmuebles dañados por zonas para supervisar las obras.

La directiva del INAH sabía que si reparaban primero los inmuebles con daño menor darían la impresión de avanzar con rapidez, gastarían menos recursos y tendrían datos de obras concluidas para mostrar eficiencia.

Eso tenía consecuencias en el proceso. "Los funcionarios exigían resultados a como diera lugar, aunque no había proyectos arquitectónicos, ni contratos y menos aún protocolos", confirma la arquitecta Amigón.

El trabajo de recuperación se concentró entonces en las capillas e iglesias que requerían obras menores para cubrir grietas y fracturas no profundas, impermeabilizar azoteas, restituir aplanados, boquillas y molduras, aplicar pintura y hacer una limpieza general. Se trataba de forzar la realidad y aparentar que había un gran avance en las obras.

Informes

Esa política, centrada en priorizar la recuperación de obras menores para alimentar los números oficiales y mostrar avances en la restauración del patrimonio, ha acompañado los informes rendidos por las autoridades del INAH en estos últimos años.

En septiembre de 2020, tres años después de los sismos, Prieto Hernández rindió ante el presidente Andrés Manuel López Obrador un informe: reportó que hasta ese momento se habían restaurado mil 101 inmuebles, con 47% de avance del total.

Habló entonces de los mayores desafíos: "440 inmuebles históricos sufrieron severos daños. Se va a llevar mucho tiempo su restauración, pero se va a concluir", advirtió, "mil resultaron con daños moderados y 898 con daños menores".

Transcurrió un poco más de un año para que en diciembre de 2021 se diera a conocer un nuevo reporte del proceso de recuperación del patrimonio histórico dañado.

Durante su participación en el Consejo Nacional de Protección Civil, el director del INAH aseguró que ya se habían recuperado mil 434 inmuebles, con un avance de 61%.

E hizo pronósticos marcados por el optimismo: "Para 2022 se prevé la terminación de los trabajos en Chiapas, Estado de México, Guerrero, Morelos y Tlaxcala; en la Ciudad de México, —dijo— el propósito es lograr más de 90% de inmuebles atendidos y concluir las obras en 2023. En Puebla y Oaxaca, el objetivo será alcanzar en 2022 un avance de al menos 85%".

Con ello, concluyó, "estaremos muy cerca de cumplir 100% de esta titánica labor de restauración".

En julio de 2022, el director del INAH compareció de nueva cuenta en la conferencia matutina presidencial y proporcionó un parte actualizado: ya se han restaurado, aseguró, mil 877 inmuebles, con un avance de 65%.

El director general del INAH omitió mencionar que esos números distorsionan la realidad: más de 600 inmuebles aún no se concluyen o no se han atendido siquiera; de ellos, al menos 250 presentan daños que comprometen su existencia.

Ya casi son seis años, un sexenio completo y las cifras oficiales no pueden ocultar un hecho: existe un profundo déficit en la restauración de los inmuebles históricos afectados en septiembre de 2017, al que hay que sumar los daños provocados por sismos posteriores.

Aún más: si alguna vez la restauración concluye, tomará muchos años y mucho dinero.

[Las autoras solicitaron entrevistas con las autoridades del INAH para conocer su postura, pero éstas no respondieron a las reiteradas llamadas y correos electrónicos].