Siguen los secretos sobre la muerte de JFK| Opinión

Parece que todas esas teorías conspirativas sobre el asesinato de John F. Kennedy quizá no hayan estado injustificadas. Al menos, esa es la indicación que recibimos la semana pasada.

Mientras muchos académicos, historiadores, reporteros del sur de la Florida y exiliados cubanos –porque esta es una historia nacional con un fuerte ángulo de Miami, Cuba, La Habana, Fidel Castro– se preparaban para un gran volcado de documentos nuevos, nunca antes vistos, sobre el asesinato, se pusieron los frenos el jueves.

Con suerte, se esperaba que los documentos que se publicarán tal vez, solo tal vez, desenterraran y revelaran algunos detalles desconocidos de la participación de jugadores conocidos o desconocidos en el asesinato de JFK.

Tal vez se ampliaría el papel de cubanos exiliados, o sería más visible la mano del presidente ruso Nikita Khrushchev o tal vez la del mafioso Sam Trafficante.

Nada de eso sucedió.

Pero el gobierno de Biden detuvo la publicación de 4,400 páginas, después de que el presidente había prometido que las haría públicas.

Parece que la CIA volvió a vetar el la publicación de esos documentos relacionados con el asesinato del 35º presidente de Estados Unidos. En un memorando de la Casa Blanca, Biden dijo que el 70% de los cerca de 16,000 documentos que previamente habían sido publicados con tachaduras por los Archivos Nacionales se iban a hacer públicos en su totalidad.

Pero, ¿por qué no los demás?

Los documentos retenidos permanecerán clasificados al menos hasta el año próximo “para proteger contra un daño identificable a la defensa militar, las operaciones de inteligencia, la aplicación de la ley o la conducción de las relaciones exteriores que sea de tal gravedad que supere el interés público de su divulgación”, dice el memorando.

Bueno, tenemos que estar hablando de Cuba o Rusia, que en 1962 eran socios en el crimen en un mundo de Guerra Fría y ambos odiaban a JFK.

Algunos de los documentos, insinuaba el memorando, nunca se harán públicos. Es difícil no preguntarse, ¿por qué no? Kennedy murió hace 59 años.

En el sur de la Florida, esos documentos tienen un interés extra porque entre los implicados en el asesinato de JFK hay exiliados cubanos, pero también Fidel Castro.

¿Por qué? Muchos exiliados despreciaban a Kennedy por retener el apoyo aéreo durante la invasión de Bahía de Cochinos. Sí, la invasión fue la única vez que los exiliados atacaron militarmente a Castro, pero fracasó.

Por otro lado, Castro estaba convencido de que Kennedy y la CIA intentaban matarlo con cosas como puros cubanos explosivos y batidos envenenados.

Para Castro era matar o morir. Y también estaban los mafiosos. Enfadados por la pérdida de sus casinos en Cuba y por las medidas enérgicas del procurador general Robert F. Kennedy contra la Cosa Nostra, la mafia también odiaba a Kennedy.

Pero la ocultación de documentos por parte de la CIA nos hace pensar que se trata más bien de encubrir errores garrafales de esa agencia, que a lo largo de los años posteriores al asesinato han quedado al descubierto.

Pero aquí hay otra verdad más triste. La obsesión estadounidense con el asesino de Kennedy y quién ayudó o contrató a su asesino es un misterio que consumió a la generación de los baby boomers, pero que ahora está perdiendo su atractivo.

Hoy, parece que se acepta la verdad aparente: Que el viernes 22 de noviembre de 1963, a las 12:30 p.m. CST, un ex marine estadounidense patrióticamente comprometido llamado Lee Harvey Oswald actuó solo cuando disparó su rifle desde una ventana del Depósito de Libros Escolares de Texas contra Kennedy en un descapotable, dándole al presidente en la cabeza y matándolo... y cambiando Estados Unidos para siempre.

Luisa Yanez es coordinadora de las paginas de opinión de el Nuevo Herald.