"Sexo por pescado": La sequía y los recortes en ayudas obligan a mujeres rurales en Zambia a tratos coercitivos
En los campos de pesca de Zambia, azotados por la sequía, el precio por utilizar un barco no siempre se paga en dinero. A medida que aumenta el número de mujeres que se dedican a la pesca como medio de supervivencia, muchas se ven obligadas a aceptar acuerdos de explotación "sexo por pescado", una preocupante tendencia agravada por la repentina retirada de la ayuda exterior por parte de Estados Unidos.
Un nuevo informe de la ONG ActionAid pone de relieve la creciente vulnerabilidad de las mujeres a la violencia de género. Subraya cómo las prolongadas sequías han obligado a muchas zambianas a buscar medios de vida alternativos, dejándolas cada vez más expuestas a la coacción y los abusos en un sector definido por los desequilibrios de poder y las opciones limitadas.
El cambio climático y la desesperación económica generan nuevos riesgos
Zambia está en primera línea de la crisis climática. El año pasado, las graves sequías expusieron a más de seis millones de zambianos pertenecientes a familias de agricultores al riesgo de sufrir escasez aguda de alimentos y desnutrición. La mitad de las tierras de labranza del país se enfrentaron a la pérdida total de las cosechas, lo que llevó al Gobierno a declarar una catástrofe y emergencia nacional.
A medida que Zambia experimenta sequías cada vez más graves como ésta, las comunidades rurales luchan por adaptarse. La escasez de agua y el fracaso de las cosechas han intensificado la inseguridad alimentaria, empujando a muchas mujeres a la pesca informal para sobrevivir.
Una mujer llamada Martha* detalló los peligros a los que se enfrentan mujeres como ella por este motivo. Martha tiene una red, pero no una barca, por lo que no puede salir al mar. En su lugar, confía en los pescadores para conseguir la pesca del día. Pero ellos no piden dinero a cambio. "Exigen sexo a cambio de pescado más barato", explica a ActionAid.
Otra mujer, Palekelo*, que se dedicó a la pesca cuando su granja se secó, también experimentó exigencias similares. "El pescador me dijo que podía venir con mi dinero, pero que si no pasaba por su casa a pasar la noche, no iba a conseguir pescado", explicó.
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Los déficits de financiación desbaratan los esfuerzos por mitigar los daños
Zambia tiene uno de los índices de violencia de género más altos del mundo. Más de un tercio de las mujeres y niñas del país han sufrido violencia física en su vida, según la ONU. Los grupos humanitarios llevan décadas trabajando para abordar estos y otros problemas. Ayuda en Acción, por ejemplo, está presente en el país desde 1996. Desde 2023, la iniciativa de ActionAid apoyada por USAID trabajaba para mitigar la violencia de género a través de grupos de vigilancia de mujeres dirigidos por la comunidad, casas seguras y campañas de sensibilización que ayudaban a denunciar los abusos y a proporcionar servicios de apoyo.
La decisión de Estados Unidos de recortar drásticamente la ayuda exterior -a lo que se suman fuertes reducciones de la financiación del Reino Unido y los países europeos- ha obligado a cerrar el programa en un punto de inflexión. La actual sequía podría provocar que 5,8 millones de personas, aproximadamente un tercio de la población, se enfrenten a altos niveles de inseguridad alimentaria, según el proveedor independiente de datos ACAPS.
Mientras tanto, en los dos últimos años se han denunciado más de 42.000 casos de violencia de género en todo el país. Muchos casos no se denuncian, explica ActionAid, lo que significa que la cifra real es probablemente mucho mayor. "Ninguna madre debería tener que sacrificar su seguridad para evitar que sus hijos mueran de hambre. Pero esa es la realidad a la que se enfrentan ahora las mujeres en Zambia. Es inaceptable que, en 2025, estemos obligando a las mujeres a entrar en un ciclo de violencia y abusos simplemente porque los Gobiernos han decidido darles la espalda", afirma Faides TembaTemba, directora nacional de ActionAid Zambia.
Un reto creciente para la ayuda vinculada al clima
La situación en Zambia pone de relieve un debate más amplio sobre el papel de la ayuda internacional a la hora de abordar los retos sociales inducidos por el cambio climático. Mientras que las naciones más ricas se han comprometido a proporcionar fondos adicionales para la adaptación al clima, los recortes a los programas de ayuda existentes plantean preocupaciones sobre cómo se apoyará a las poblaciones más vulnerables.
Después de que el presidente estadounidense Donald Trump asumiera el cargo en enero, su Administración hizo recortes radicales en USAID, el programa de ayuda exterior del país. Miles de empleados fueron puestos en excedencia y se despidió a contratistas mientras se paralizaban desde iniciativas de lucha contra la malaria en Myanmar hasta servicios de traductores en Ucrania.
"La temeraria decisión de recortar la financiación de USAID está teniendo un impacto inmediato y grave en los más vulnerables del mundo. Ha dejado a mujeres y niñas de Zambia en riesgo de explotación, despojándolas de un apoyo fundamental sin ningún plan para sustituirlo", afirma Niranjali Amerasinghe, directora ejecutiva de ActionAid USA. "No se trata de eficacia, sino de una cruel indiferencia hacia los necesitados".