Sergio Ramírez: “Perder mi país así por decreto no es muy sencillo”

Sergio Ramirez, Nicaraguan writer and winner of the "Premio Cervantes" Literature Award, poses for a photo inside his office, after a news conference in Managua, Nicaragua November 16, 2017. REUTERS/Oswaldo Rivas
El escritor Sergio Ramírez en su casa de Managua, antes del exilio - Créditos: @OSWALDO RIVAS

Sergio Ramírez vive en España, donde se siente como en su casa. De hecho, España es su casa desde 2021, cuando salió al exilio en uno de los casos más resonantes de la persecución del régimen de Daniel Ortega contra quienes le llevan la contraria. Pero su corazón, ahora y siempre, está en Nicaragua, donde espera volver algún día, bajo un sistema abierto, tolerante, democrático, y no a esa prisión en que se fue convirtiendo su tierra.

Las credenciales de Ramírez lo hacen un enemigo temible para el régimen de Ortega, con quien se conocen demasiado bien, desde una juventud que los vio peleando juntos contra la dictadura somocista, a fines de los años setenta, y como dos emblemas del movimiento revolucionario que gobernó después.

Pero había diferencias. Y la más importante de todas: Ortega se enamoró del poder, que se volvió absoluto y lo corrompió, como suele decirse, absolutamente. Ramírez, demócrata convencido, fue un devoto defensor de una sociedad abierta, mientras desarrollaba una carrera como novelista que le valió el Premio Cervantes y le mostró al mundo la otra cara de Nicaragua, la cara más luminosa.

Ramírez estaba en Madrid cuando recibió la noticia esta semana de que el régimen de su antiguo camarada, y actual enemigo, lo incluyó en la lista de 94 disidentes en el exilio a quienes despojó de sus bienes en Nicaragua, confiscados por el Estado, y de su nacionalidad, borrada del Registro Civil. Y aquí otra diferencia entre los dos: uno de ellos sabe escribir, Ramírez, y el otro solo sabe borrar, Ortega.

Esa decisión siguió a otra tomada días antes por la dictadura sandinista, cuando sacó de la cárcel a 222 presos políticos y los deportó a Estados Unidos, también despojados de su nacionalidad. Los 316 disidentes afectados por las dos medidas son considerados “traidores a la patria”.

“Perder mi país así por decreto no es muy sencillo”, dijo un dolido pero animado Ramírez, en diálogo con LA NACION, sobre este arrebato supremo del régimen, la quita de la nacionalidad del país que lo vio nacer.

Sergio Ramírez durante la entrega del Premio Cervantes en 2017
Sergio Ramírez durante la entrega del Premio Cervantes en 2017

-¿Cuál es su actualidad fuera de Nicaragua?

-Vivo en España desde el mes de septiembre del año pasado, cuando salí al exilio de Nicaragua, bajo amenaza de cárcel, y he encontrado aquí una gran acogida. Yo ya tenía la ciudadanía española que me había sido concedida para el Premio Cervantes del año 2017, y el Consejo de Ministros decidió otorgarme la ciudadanía española. De manera que yo tenía esa gran ventaja de ser ciudadano español al venir aquí, así que mi proceso de adaptación ha sido muy rápido, muy gratificante. Tengo muchísimos amigos, relaciones, me siento muy bien viviendo en Madrid. Obviamente el deseo de regresar a Nicaragua siempre está, es permanente.

-Y con el dolor de lo que está pasando…

-Sí, pero además con la idea de que mi regreso a Nicaragua no es posible sin un cambio democrático, es decir que yo no me arriesgaría a ir a vivir a Nicaragua con un régimen como el que existe actualmente, si eso fuera posible, que no creo que sea. Sería vivir en aislamiento, con todos mis amigos exiliados afuera, intelectuales, profesionales, académicos. Entonces mi regreso a Nicaragua está determinado por un cambio democrático que espero que se de lo más pronto posible.

-¿Cuántas posibilidades hay, con respecto a dos semanas atrás, cuando empezó esta movida de exilios, destierros y confiscaciones, de que se acabe a mediano plazo la dictadura?

-Realmente no lo sé, la oportunidad de construir una alternativa democrática en Nicaragua no es fácil, es compleja, me parece que falta mucho trabajo todavía que hacer. Yo no pienso jamás es un cambio violento, me parece que los cambios violentos están fuera de orden, en la Nicaragua de hoy en día sería fatal, un enfrentamiento armado o una guerra civil. Tiene que darse por medios democráticos, pacíficos, y eso lo hace más difícil todavía. Pero esos son los términos en que se tiene dar el cambio en Nicaragua, de una manera democrática y sin ningún derramamiento de sangre.

Sergio Ramírez durante la inauguración de una exhibición de fotos y artículos personales de personas asesinadas en protestas contra el gobierno en Managua
Sergio Ramírez durante la inauguración de una exhibición de fotos y artículos personales de personas asesinadas en protestas contra el gobierno en Managua

-¿Qué significan para usted estos últimos movimientos del régimen de Ortega?

-Significan una muestra de debilidad del régimen, pero esto no significa que yo esté apostando a un final inmediato, a un cambio inmediato. Pero sí es una muestra de que el régimen se encuentra a la defensiva, que tiene poquísimos recursos para organizar una política sostenible, hoy día hay que tener las alianzas suficientes, los consensos suficientes, y me parece que al día de hoy esos consensos se han perdido y no creo que sean recuperados.

-O sea que todos los sostenes que tenía, digamos, hasta la crisis y las protestas de 2018 los fue perdiendo, y está recurriendo a manotazos de ahogado…

-Bueno, recurre al ejército, a la policía, pero los sostenes tradicionales como eran la Iglesia, la jerarquía de Iglesia Católica, la cúpula de la empresa privada, con eso el régimen ya no cuenta del todo.

-¿Las confiscaciones que dispuso el régimen serán por un impulso emocional, una bronca contra los disidentes, o tienen algún fin más bien estratégico?

-En eso no me he puesto a pensar, he concentrado mi pensamiento en la pérdida de ciudadanía, en cuánto me afecta eso afectivamente. Perder mi país así por medio de un decreto no es muy sencillo. A lo demás no le he dado ningún pensamiento.

Seguidores de presos políticos de Nicaragua esperan la llegada de los 222 deportados el 9 de febrero de 2023 en el aeropuerto internacional Washington Dulles
Seguidores de presos políticos de Nicaragua esperan la llegada de los 222 deportados el 9 de febrero de 2023 en el aeropuerto internacional Washington Dulles

-¿Cómo se siente con respecto a la ciudadanía? Si quiere elaborar un poco más sobre ese asunto…

-Es un acto ilegal, que está en contra de la Constitución de Nicaragua, en contra de los convenios internacionales, es un acto legalmente inexistente. Y afectivamente sí, claro, tiene que producir una afectación espiritual. Pero pues logro un poco sobreponerme, sabiendo que eso es una medida que no será eterna, sino que voy a restablecer, voy a encontrarme con mi país apenas encuentre Nicaragua su oportunidad democrática.

-Y esto de que los afectados parecen ser generalmente los intelectuales, disidentes, periodistas, ¿qué indicaciones le da sobre lo que busca el régimen?

-La verdad es que hay de todo. Hay intelectuales, pero también hay gente trabajadora, dirigentes sindicales, campesinos, muchos jóvenes. Entre los que han sido expulsados a Estados Unidos hay muchos jóvenes que jamás se habían subido a un avión, que tuvieron que buscar rehacer su vida fuera de las fronteras de Nicaragua en términos muy difíciles. De manera que están siendo castigados todos los que alguna vez han empezado algún tipo de rebeldía contra el régimen, dentro y fuera del país.