¿Se puede ser demasiado viejo para el servicio público?

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En el debate público norteamericano es una pregunta que se ha venido haciendo con fuerza en los últimos años: ¿se puede ser demasiado viejo para el servicio público? Durante la elección de 2020, el presidente Trump llegaba con 74 años y los tres precandidatos demócratas más fuertes a sucederlo eran el empresario Mike Bloomberg, de 78; el exvicepresidente Joe Biden, de 78, y el senador Bernie Sanders, de 79. Para esta elección se empieza a configurar una repetición de la contienda y los participantes no se han hecho más jóvenes. Esto, sin comentar el evidente problema de género en los perfiles. De ganar Trump o Biden ya serían mucho mayores al presidente más viejo que ha tenido Estados Unidos, Ronald Reagan, que terminó su encargo a los 77 años y 349 días.

Curiosamente, Reagan dejaría para la historia su respuesta en uno de los debates de su reelección al ser cuestionado por el tema de su edad: “No voy a hacer uso del tema de la edad en esta campaña. No quiero explotar con fines políticos la juventud y la inexperiencia de mi oponente”. La edad, en más de un sentido, puede ser una fortaleza que demuestra la preparación y experiencia de los servidores públicos electos. Mas el debate sobre este tema está más vivo que nunca en Estados Unidos, no sólo con lo que respecta a los virtuales candidatos presidenciales. En fechas recientes, la muerte en funciones de la senadora Diane Feinstein, que fuera criticada por su papel en las audiencias de confirmación de la jueza de la Suprema Corte, Amy Coney Barret, y de la que trascendieran artículos sobre su memoria que comenzaba a verse perjudicada por la edad, así como la muerte de la jueza progresista Ruth Bader Ginsburg, quien abrió la puerta a que Trump pudiera nombrar a una jueza conservadora en su lugar, tras su negativa a retirarse a pesar de las presiones.

Esta semana ha sido particularmente álgida en el debate de la edad de Biden, después de que un reporte del fiscal especial Robert K. Hur, al exculparlo por la retención de documentos clasificados de su época como vicepresidente, lo describió como un “hombre de edad avanzada bien intencionado, pero con mala memoria”, y dijera que Biden tuvo problemas para recordar incluso cuándo murió su hijo Beau. Inicialmente el presidente respondió con furia en una conferencia de prensa diciendo: “no necesito que me recuerden cuándo murió”, mas un día después bromeó sobre el tema de su edad en un evento con la asociación nacional de condados: “Tal vez no lo parezca, pero he estado un rato (en la política) y y eso lo puedo recordar”.

En México no ha sido un debate tan relevante, sin embargo en las páginas de Milenio apareció un texto de Viridiana Ríos elogiando la juventud del candidato a la presidencia de Movimiento Ciudadano, acompañado de una propuesta de forzar el retiro “obligatorio” de los servidores públicos electos mayores de 65 años. Tanto en el debate en Estados Unidos, como en México, esta es una idea peligrosa, discriminatoria, pero además perniciosa para la calidad de la democracia y los servidores públicos.

Vaya que yo he vivido de primera mano lo difícil que es abrirse paso en un partido político. He visto a coetáneos talentosos abandonar la ruta política ante la falta de oportunidades y desarrollarse ahora exitosamente en la sociedad civil o la academia. En mi partido, el PRD, durante años antes del reciente acuerdo que abriera la puerta para acciones afirmativas para la comunidad afroamericana, indígena, diversidad sexual, migrantes y pueblos originarios, ya contábamos con esta figura en nuestro estatuto, incluyendo un 20 % de candidaturas para personas, entonces, menores de 30 años, ahora menores de 35. No voy a hacer un recuento de las personas que llegaron al Congreso gracias a esta afirmativa, pero no siempre fueron los mejores perfiles. La verdad es que tenemos que reconocer que la juventud no es sinónimo de calidad, y trágicamente, tampoco de novedad. Muchos jóvenes no solo no defienden los intereses de sus coetáneos, sino que son capaces de reproducir los viejos vicios y prácticas de la política que tanto han hecho daño en nuestro país. Esto no es un argumento en contra de las acciones afirmativas, sino que -como lo decía la filósofa Hannah Arendt- pretender que una persona pertenece a un movimiento político solo por tener cierta identidad rompe la libertad de la política, es confundir quién es una persona con qué es una persona. ii

Como lo dijo Adriana Cristina Pineda, la posición en contra del ejercicio público de personas mayores de 65 es discriminatoria, contraria a la constitución y la ley federal del trabajo. Pero no sólo es descalificable desde posturas morales y legales por la participación igualitaria en la política de todas las personas, sino que también es problemática porque no garantiza mejores servidores públicos, va en contra de la profesionalización de los perfiles en las cámaras y poderes ejecutivos.

Así mismo se pronunció en el New York Times el neurólogo Charan Raganath respecto al caso concreto de Biden y Trump: hay que juzgar a los candidatos no por su edad, sino por su capacidad para hacer el trabajo y los resultados que han tenido en el desempeño del mismo. Raganath, un experto en el desarrollo de la memoria, advierte que esta empieza a deteriorarse desde los 30 años. ¿Deberíamos ser entonces gobernados por personas entre los 18 y los 30? Con la edad se desarrolla juicio, experiencia y madurez que quizás un servidor público más joven pueda echar en falta.

Por supuesto que hay casos como el de la ya mencionada senadora Feinstein, en que las condiciones particulares de salud de un servidor público ya le impiden llevar a cabo sus funciones, pero esto puede desarrollarse más allá de la edad que tenga. También coincido en que es necesario poner un freno a élites que se eternizan en el poder, mas no es un tema de edad, sino de tiempo en el cargo, para lo cual -a diferencia de Estados Unidos- en México tenemos límites a la reelección tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados y nuestros magistrados de la Suprema Corte no son vitalicios como en Estados Unidos. Juzguemos a nuestros políticos no por quienes son, sino por qué son, cómo trabajan y la agenda que defienden.

* Saul Vazquez Torres (@Sawie) es Internacionalista por el ITESM, asociado de COMEXI, miembro de la Red de Norteamericanistas del CISAN-UNAM y militante del PRD.

 

i Gutiérrez, L. (2024, febrero 12). La edad da votos: la genial frase del “anciano” Reagan que no podrá usar Biden. La Razón.

ii Hill, S. R. (2021). Hannah Arendt. Reaktion Books. P. 187