Schengen: Las fronteras abiertas de Europa bajo cuestionamiento

Por Alastair Macdonald BRUSELAS (Reuters) - Puede que los nombres de Kos, Lampedusa y Hegyeshalom pasen a la historia en la crisis de refugiados de Europa de 2015, pero es un recóndito pueblo de Luxemburgo, alejado de este drama humano, el que está acaparando los titulares. Schengen, una pequeña localidad vinícola a orillas del río Mosela que une a los viejos enemigos Francia y Alemania, dio su nombre hace 30 años al código que eliminó los controles fronterizos entre la mayoría de los estados europeos. Ahora, una disputa sobre quién debería acoger a cientos de miles de personas que viajan en busca de asilo ha puesto "Schengen" bajo amenaza. La Comisión Europea, que impone las normas Schengen en 26 estados, entre ellos cuatro no miembros de la UE, ha descartado cualquier cambio. Describe Schengen como uno de los mayores logros de la paz de la posguerra, un beneficio para ciudadanos y visitantes no europeos, así como para los negocios. "No se trata de Schengen, ése es el problema", dijo a Reuters el comisario a su cargo, Dimitris Avramopoulos, mientras Budapest, Viena y Berlín discuten sobre qué hacer con los miles de refugiados, en su mayoría sirios, que tratan de llegar a Alemania desde los Balcanes. El problema, según coinciden la mayoría de líderes de la UE, no es tanto el de las fronteras internas como sí el de las fronteras externas del bloque, sobre cuyos estatutos hay otra localidad inscrita: Dublín. Paradójicamente, Irlanda, como Reino Unido, no forma parte del espacio Schengen. El sistema acordado por primera vez en Dublín en 1990 implica que quienes solicitan asilo deben ser alojados y tramitar sus solicitudes en el estado en el que llegaron por primera vez en la UE. El incremento de las llegadas por mar ha abrumado a Italia y a Grecia. El caos en Grecia implica que muchos viajan por los Balcanes para llegar a Hungría. Aceptando que las normas de Dublín deben arreglarse para repartir la carga, la Comisión propuso enviar a algunos solicitantes de asilo desde Italia y Grecia a otros puntos de la UE mediante cuotas basadas en elementos como la población o la riqueza de los países. Las disputas han retrasado este sistema, mientras Grecia e Italia han recurrido a métodos propios para aliviar la presión, dejando simplemente que los inmigrantes se dirijan al norte de sus fronteras. Eso ha hecho que Francia intensifique los controles de tráfico alrededor de su frontera con Italia, que los daneses vigilen más su frontera con Alemania y, esta semana, la policía austriaca realizó operaciones en las carreteras de Hungría. Si estos procedimientos se incrementan y perduran, podrían minar los principios de Schengen de libre tránsito. Por ahora, no parece que haya mucho interés de los gobiernos por desafiar a la Comisión y asumir el costo y las molestias de desplegar a la policía fronteriza para realizar chequeos de rutina de documentos para interceptar a los pocos miles de inmigrantes -entre los millones que viajan todos los días- que no tienen derecho a cambiar de país. Pero la canciller alemana, Angela Merkel, temiendo por el sistema de fronteras abiertas, blandió esta semana ese riesgo sobre Schengen para centrarse en modificar Dublín: "Si no logramos distribuir de manera justa los refugiados", dijo, "el tema de Schengen estará en la agenda de muchos". (Información de Alastair Macdonald; Traducido por Blanca Rodríguez)