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San Gregorio: el pueblo olvidado tras el sismo y al que internet llenó de voluntarios

Por Manu Ureste / Animal Político

¡Banda, vayan a San Gregorio, por favor¡ Allí hay gente atrapada en los escombros y nadie nos ayuda.

La sugerencia, en realidad, es una orden. Un grito a la desesperada que un joven de 30 años va esparciendo por las calles de la Ciudad de México en busca de voluntarios que terminen de llenar el único hueco que queda libre en su coche.

¡El sismo no fue solo en el centro de la ciudad!exclama en tono de reproche y con las venas del cuello hinchadas. Los medios no están pelando a los pueblitos de la delegación Xochimilco y allí la gente también necesita ayuda.

Tras la última vociferada, un rescatista aún empapado en polvolleva cuatro horas buscando entre los escombros del Tec de Monterrey Campus Ciudad de México, donde cinco jóvenes perdieron la vida tras el sismo de 7.1 del martes 19 de septiembre, se ajusta levemente el casco sobre la cabeza y en un gesto eléctrico alza la pala al aire para que cuenten con él.

De inmediato, el coche se detiene. El joven choca la mano del voluntario y tras un leve carraspeo continúa vociferando a través de la ventanilla, mientras el auto cargado de agua y víveres reanuda la marcha lentamente.

Quien no pueda ir alcanza todavía a gritar antes de que el ruido de las excavadoras lo inunde todo que nos ayude a difundir en Twitter que San Gregorio y Xochimilco nos necesitan.

Tan solo una hora después, el grito se convirtió en trending topic: el hashtag #TodosSomosXochimilco comenzó a saturar Twitter.

Y los post en Facebook, aunado a la cadena de mensajes por Whatsapp, hicieron el resto: un inmenso río de personas cargadas con picos y palas caminaron kilómetros por una estrechísima carretera para ayudar a retirar escombros en los barrios de San Marcos, Santa Cruz, San Luis Tlaxialtemalco, y en San Gregorio Atlapulco; una de las poblaciones más afectadas en Xochimilco, delegación que hasta el momento ha confirmado la muerte de cinco personas y el colapso de 52 viviendas por el sismo.

En una de esas viviendas colapsadas vivía la señora Irma, quien se ajusta los lentes sobre la nariz y observa emocionada como una enorme cadena humana de ciudadanos saca entre gritos de ánimo cientos de cubetas llenas de pedazos de paredes reducidas a pedruscos.

Aquí no ha llegado nadie de las autoridades para ayudarnoslamenta la señora, enojada. Quienes nos están ayudando a sacar los escombros son los vecinos y mucha otra gente que ha llegado esta mañana de la ciudad y de otros pueblos para apoyarnos.

Junto a Irma, otra señora de unos 50 años asiente con el ceño fruncido y explica que en las horas posteriores al sismo estuvieron abandonados, hasta que en la mañana del miércoles comenzaron a llegar los camiones de militares, policías federales, y otras autoridades.

Ellos son los que nos están apoyandoalza la mano en dirección a unos jóvenes que tratan de retirar un muro que, literalmente, aplastó el único coche que posee la familia. Son muchachos jóvenes y solidarios que nos han traído, agua, comida, medicinas, y mano de obra para hacer más llevadera esta desgracia.

Guillermo, otro señor de edad adulta, también perdió su casa.

“Se nos cayó al suelo”, resume cuando se le pregunta por las partes afectadas de su vivienda, para a continuación también criticar que no recibieron ayuda inmediata tras el temblor.

Afortunadamente hoy llegaron muchas personas de las comunidades cercanas y de otras delegaciones de la ciudad. Pero ayer nadie nos ayudó. Estuvimos completamente solos.

Las distancias en San Gregorio son cortas. Pero el llamado en redes sociales también provocó el colapso de las calles: cientos de personas que ofrecían ayuda psicológica, atención médica, o incluso recargar el celular, formaron tapones humanos en las calles más cercanas a la iglesia de la localidad, la cual perdió el campanario por la fuerza del temblor.

En un callejón aledaño a una de estas calles inundadas de voluntarios, junto a un montón de escombros, colchones, y restos de electrodomésticos inservibles, tres brigadistas ayudan a una mujer anciana a salir de su casa; un inmueble prácticamente destruido.

Tras abandonar la vivienda, la señora que luce una larga cola de caballo inundada de canas grises, admite que volver al que fue su hogar durante tantos años va a ser complicado.

Está muy dañada, sí. Pero gracias a estos muchachos seguimos con vida y eso es lo que más importa ahoritadice la señora con un hilo de voz, mientras entre aplausos trata de abrirse paso por las calles atestadas de solidaridad de San Gregorio.