Qué se sabe de los otros acusados de violar a Gisele Pelicot y qué dijeron ante la Justicia
AVIÑÓN.- El último de los 50 hombres interrogados por la violación de Gisele Pelicot, mientras estaba drogada y desnuda, se presentó ante los jueces con un sweater blanco y pantalones de jean.
Philippe Leleu es soltero, sin hijos, levantador de pesas y jardinero profesional quien, a sus 62 años, estaba a punto de jubilarse cuando la policía llamó a su puerta. Su madre abrió, viven uno al lado del otro, y, desde que ella sufrió un derrame cerebral hace 10 años, cenan juntos y él pasa la mayoría de las noches en la casa de ella.
“Nunca imaginé que me presentaría a un tribunal por él, nunca, nunca”, declaró ella recientemente a los jueces.
Sin embargo, allí estaba entre los acusados, de pie en el abarrotado juzgado de la ciudad meridional de Aviñón, en el marco de un juicio por violación en grupo, que ya va por su duodécima semana y que ha conmocionado profundamente a Francia.
Dominique Pelicot, exmarido de Gisele Pelicot durante 50 años, se declaró culpable de drogarla durante casi una década para violarla y de ofrecer su cuerpo inconsciente a desconocidos que contactó por internet. La fiscalía solicitó el lunes la pena máxima para él: 20 años de prisión.
Está siendo juzgado junto a otros 50 hombres, acusados todos menos uno de violación con agravantes, intento de violación o agresión sexual a Gisele Pelicot. Los medios de comunicación franceses los han apodado “Monsieur Tout-le-monde” —”señor cualquiera”— por lo variados que son y lo ordinarios que resultan.
Son bajos, altos, con sobrepeso, delgados, bien afeitados, barbudos, calvos o llevan colita de pelo. Todos menos 14 tenían trabajo, en empleos que reflejan el espectro de la Francia rural de clase media y trabajadora: camioneros, carpinteros y obreros, un guardia de prisiones, un enfermero, un especialista en informática que trabaja para un banco, un periodista local.
Sus edades van de los 27 a los 74 años. Algo más de dos tercios tienen hijos. Alrededor del 40 por ciento tenían antecedentes penales, varios por violencia doméstica y dos por violación.
Hay pocos denominadores comunes: dieciocho sufrían adicción al alcohol o las drogas; el resto no. Alrededor de una decena declararon haber sufrido abusos sexuales en la infancia. Otros, como Leleu, hablaron de hogares cariñosos en su infancia.
“El perfil del violador no existe”, dijo Antoine Camus, uno de los dos abogados de Gisele Pelicot, en su alegato final de la semana pasada.
Los hombres comparecieron ante el tribunal en grupos de cinco a siete a lo largo de 10 semanas, ofreciendo solo pequeñas pinceladas de la vida de cada uno.
Leleu fue la última persona del último grupo.
“Dejé de pensar y de conectar con mi cerebro”, explicó Leleu, con un cuerpo pequeño y macizo que se movía de un lado a otro mientras hablaba.
Como decenas de hombres que le precedieron, Leleu se declaró inocente de la violación de Gisele Pelicot. En su defensa, dijo que Dominique Pelicot le había dicho que ella misma había tomado las drogas.
“Pido perdón a la señora Pelicot por haber participado involuntariamente en su sufrimiento”, dijo antes de volver a sentarse en su banco.
“¿Cómo he llegado hasta aquí?”
Entre los demás miembros de aquel grupo estaba Christian Lescole, de 57 años, bombero y divorciado, padre de dos hijas. Su nueva pareja, con la que había planeado abrir una residencia canina, le dijo al tribunal que era un hombre increíble. “No creo que sea capaz de cometer una violación”, dijo.
Lescole es uno de los cinco acusados que también se enfrentan a cargos de posesión de imágenes de abusos sexuales a menores. Lleva cuatro años en prisión preventiva.
“No me queda ningún futuro. Me he pasado la vida protegiendo a la gente. Nunca había tenido problemas con la justicia”, dijo Lescole. En contraste con muchos otros acusados, se mostró relativamente comunicativo durante su testimonio.
Desde que comenzó el juicio a principios de septiembre, Lescole ha asistido con regularidad, sentado en uno de los dos palcos de presos, a menudo acariciando su larga barba mientras observaba intensamente. Estaba allí en busca de algunas respuestas existenciales, dijo, “porque este no soy yo. Esto no refleja mis valores. ¿Cómo he llegado hasta aquí?”.
Durante el juicio, dijo que había contado a 18 hombres que habían dicho que Dominique Pelicot les había ofrecido una copa después de llegar a su casa. Ahora dice que cree que todos fueron drogados. Dijo al tribunal que no recordaba nada después de entrar en el dormitorio.
“Tengo grandes dudas sobre mi libre albedrío en ese momento”, dijo.
“Materialmente, cometí una violación”, añadió. “Pero fue mi cuerpo, no mi cerebro”.
Joseph Cocco, de 69 años, compareció ante los jueces como parte del mismo grupo final. Gerente jubilado de una filial de una empresa cervecera, Cocco es uno de los dos únicos acusados de no haber violado a Pelicot. En cambio, ha sido acusado de agredirla sexualmente.
Es padre, superviviente de cáncer y campeón de karate, quien dirigía cursos para la policía. Como casi la mitad de los acusados, Cocco era aficionado al intercambio de parejas. Declaró ante el tribunal que había empezado a practicar el intercambio con su expareja, el “amor de mi vida”, quien lo había dejado recientemente tras 23 años juntos. Dijo que lo habían invitado a casa de los Pelicot para hacer un trío, y que Dominique Pelicot “nunca habló de violar o drogar a su mujer”.
Esa noche, otro acusado llegó más o menos a la misma hora. Ambos fueron captados desnudos por la cámara de Pelicot, moviéndose alrededor del cuerpo lánguido de Gisele Pelicot. Cocco se sentó en la cama, acarició el trasero de Pelicot —lo que calificó de “caricia libertina”— y no fue más allá.
“En ese momento, oí ronquidos”, dijo. “Planteé la pregunta: ¿Qué está pasando? ¿Por qué no se mueve?”.
Al no recibir respuestas, se marchó. Pero no llamó a la policía. Ninguno de los acusados lo hizo.
“No acepto haber victimizado a Gisele Pelicot”, dijo. “Cuando estás atrapado, estás realmente atrapado”.
Seis visitas
La última semana incluyó a uno de los acusados más jóvenes: Charly Arbo, obrero de una empresa cementera. Tenía 22 años cuando fue por primera vez a la casa de los Pelicot en 2016. Mientras que la mayoría de los hombres admiten haber ido a la casa una vez, Arbo fue seis veces. La policía encontró 47 videos editados de esas visitas en los dispositivos electrónicos de Dominique Pelicot, dos de los cuales fueron vistos por el tribunal.
Stéphane Babonneau, otro de los abogados de Gisèle Pelicot, dijo que le costaba entender cómo Arbo podía “no admitir que se trataba de una violación”.
“Me dijo que ella había dado su consentimiento”, respondió, mirando con los ojos muy abiertos a los jueces, refiriéndose a Dominique Pelicot.
Arbo se mostró reacio a ofrecer al tribunal su historia personal. Los jueces le arrancaban respuestas como sacando clavos oxidados de madera dura. Aunque los psiquiatras describieron su educación como disfuncional, Arbo defendió a su familia y la describió como cariñosa.
El tribunal escuchó en un video a Arbo y Dominique Pelicot discutiendo un plan para drogar a la madre de Arbo para que Dominique Pelicot pudiera ir y violarla. Arbo dijo que se sintió presionado por Dominique Pelicot para ofrecer a alguien conocido, y su madre “fue la primera que se me vino a la cabeza”.
Dominique Pelicot le dio tres sedantes, envueltos en papel de aluminio, según su testimonio. Pero Arbo declaró ante el tribunal que los tiró. La policía encontró restos muy pequeños de sedantes en una muestra de pelo de su madre, pero no ha sido acusado de drogarla.
“Nunca, nunca, nunca le di medicamentos a mi madre”, dijo Arbo.
Al preguntarle por su relación, dijo que la quería “como cualquier hijo quiere a su madre, nada especial ni extraño”.
Por Catherine Porter y Ségolène Le Stradic