La ruta para convertirse en propietario de una casa pasa por México

Jodi Cilley, que vivía en San Diego y se mudó a Tijuana, México, en 2018, en la sala de la casa de dos recámaras y dos pisos que renta por 700 dólares mensuales, el 22 de julio de 2022. (Ariana Drehsler/The New York Times).
Jodi Cilley, que vivía en San Diego y se mudó a Tijuana, México, en 2018, en la sala de la casa de dos recámaras y dos pisos que renta por 700 dólares mensuales, el 22 de julio de 2022. (Ariana Drehsler/The New York Times).

TIJUANA, México — Gustavo Galvez sueña con tener una casa en San Diego. Sin embargo, para llegar a ese destino, debe tomar una desviación: mientras logra ahorrar para el anticipo, su plan es rentar los próximos años en Tijuana.

Galvez, de 37 años, nació en México y se mudó a San Diego cuando tenía 6 años. Ahora que es casado y tiene un hijo de 7 años, decidió regresar a Tijuana con su familia en julio pasado. Esta mudanza, explicó, es temporal y también estratégica.

“Queremos liquidar nuestras deudas y ahorrar más, para poder regresar a Estados Unidos y comprar una casa”, dijo.

Conocemos las historias sobre migrantes que han venido de México a Estados Unidos en busca de una mejor vida. Pero la migración en el otro sentido ha ido ganando impulso poco a poco en la década pasada: cada vez hay más estadounidenses que, en vista de los precios tan elevados del mercado inmobiliario y frustrados por los altísimos costos de los servicios de salud, la electricidad y los artículos básicos, deciden rentar o comprar casa en México.

La pandemia, que hizo que millones de personas dejaran de trasladarse a una oficina física, así como la tarjeta inteligente Sentri, que permite que viajeros aprobados y de bajo riesgo utilicen un servicio de cruce rápido a Estados Unidos en la frontera con México, ha acelerado esta tendencia. Los precios en general, incluida la renta, son un 62 por ciento más bajos en Tijuana que en San Diego, según la base de datos sobre costos de vida Numbeo, y en Tijuana, con una inversión de alrededor de 2500 dólares al mes, es posible tener un estándar de vida que en San Diego requeriría 6600 dólares.

Los estadounidenses que viven en Tijuana y reciben salarios de Estados Unidos pueden hacer rendir mucho sus dólares: la renta mensual en Tijuana varía mucho de un barrio a otro, pero la mayoría de los apartamentos cuestan entre 400 y 1000 dólares al mes.

En San Diego, el precio promedio de venta de una casa-habitación alcanzó el millón de dólares en abril, aunque para junio bajó un poco, a 987.225 dólares. Un informe elaborado en febrero por la firma inmobiliaria que utiliza inteligencia artificial OJO Labs reveló que la ciudad es el área metropolitana menos asequible de Estados Unidos, pues ya rebasó a San Francisco, en gran parte debido a un aumento del 14 por ciento en el precio promedio de venta de las casas con respecto al ejercicio anterior.

Michael Ellis, que vivía en San Diego y se mudó a Tijuana, México, en 2018, en la sala de la casa de tres recámaras que renta por 1200 dólares al mes, el 22 de julio de 2022. (Ariana Drehsler/The New York Times).
Michael Ellis, que vivía en San Diego y se mudó a Tijuana, México, en 2018, en la sala de la casa de tres recámaras que renta por 1200 dólares al mes, el 22 de julio de 2022. (Ariana Drehsler/The New York Times).

Peor aún, el aumento en el precio de las casas-habitación no se compara con el alza en el costo de la renta. En junio, rentar una casa de una recámara salía un 19 por ciento más caro que hace un año (2901 dólares al mes, según rent.com). Los apartamentos de dos recámaras costaban, en promedio, 3772 dólares. La renta promedio a nivel nacional de un apartamento de dos recámaras es de 2047 dólares.

Galvez conoce bien estas cifras. En San Diego, rentaba con su esposa una cabaña en el barrio North Park por 2300 dólares mensuales. Ahora, pagan 1450 dólares al mes por una casa de 140 metros cuadrados en una comunidad con vigilancia ubicada a 10 minutos en auto del cruce fronterizo de San Ysidro. Esa cercanía es importante porque Galvez, corredor de seguros comerciales en una empresa estadounidense, cruza la frontera cinco días a la semana para ir a su oficina en San Diego.

La vida en Tijuana, comentó Galvez, es más tensa para él y su familia. Hay más ruido y el aire no es tan limpio. A pesar de los publicitados problemas de Tijuana con los cárteles de la droga, dijo que no le preocupa la delincuencia, pues hay muchos más reportes de violencia entre las personas involucradas en el tráfico de drogas y se concentran en barrios específicos. Muchos residentes comparten la percepción de que las estadísticas delictivas no reflejan la realidad por completo, e incluso algunos estudios han demostrado que, a pesar del alto porcentaje de asesinatos en Tijuana, la mayoría de los delitos se concentran en tres de las zonas más hostiles de la ciudad.

Galvez comentó que extraña las áreas verdes de San Diego y está harto de los baches que hay en todas las calles de Tijuana. Pero tiene puesta la mira en su meta a largo plazo.

“Vivir aquí me permite ahorrar para construir un legado”, afirmó.

Para Jodi Cilley, vivir en Tijuana ha sido un bálsamo para sus nervios.

Cilley, de 44 años, es maestra en el San Diego City College y es presidenta de Film Consortium San Diego. Cuando se mudó de San Diego a Tijuana en 2018, regresó a una ciudad que conocía bien; ya había vivido ahí, de 2004 a 2010. Explicó que los ahorros, no solo en el pago mensual de la renta, sino también de los servicios públicos, así como en las consultas médicas e incluso las salidas a cenar, le permiten trabajar en un campo que le apasiona en vez de tener que dedicarse a otra profesión que ofrezca un salario más alto.

“Me quité un enorme peso de encima porque ahora sé que puedo pagar la renta cada mes y todavía me sobra dinero”, comentó. “Puedo comer donde quiera, e ir a los restaurantes y bares más lujosos de la ciudad. Además, puedo conservar un trabajo que me encanta en lugar de buscar otro en el que me paguen más solo para poder sobrevivir”.

Renta una casa de dos pisos y dos recámaras por 700 dólares al mes. Su trabajo, que realizaba parcialmente desde casa antes de la pandemia, ahora es totalmente a distancia, pero cruza la frontera alrededor de una vez por semana para asistir a eventos del Film Consortium, comer en In-N-Out Burger o ir de compras a Costco.

Habla español, pero se reúne con frecuencia con amigos estadounidenses, todos ellos también expatriados que han encontrado en Tijuana un lugar para escapar de las agobiantes deudas y de una vida sin ahorros a la que se ha resignado gran parte de su generación. Desde que regresó a Tijuana, relató, ha habido un evidente aumento en el número de estadounidenses que viven en la ciudad. Incluso cuando se mantuvo aislada durante la pandemia, se percató de los resultados de la gentrificación en la ciudad.

“Observas los resultados de tantos estadounidenses”, explicó. “Ves buenos restaurantes nuevos, ves 800 cafeterías nuevas que no habrían existido antes aquí y nunca habrían sobrevivido”.

Eso sí, conforme ha aumentado el número de estadounidenses en la ciudad, también han subido los precios.

Los ciudadanos estadounidenses que permanecen en México por más de 180 días deben solicitar una visa de residencia; puede ser temporal (válida por cuatro años) o permanente. Ninguna de ellas les da derecho a votar ni les otorga la ciudadanía, y para ambas hay un requisito de ingresos mínimos (en el caso de la residencia permanente, 4225 mensuales en promedio, equivalentes a 500 salarios mínimos en México), además de que es necesario constituir un fideicomiso para adquirir cierto tipo de inmuebles. Los ciudadanos estadounidenses que perciben ingresos en México deben incluirlos en la declaración fiscal que presentan en Estados Unidos.

Los residentes nuevos afirman que los ahorros son inmensos. Cilley calcula que ha logrado ahorrar 40.000 dólares desde que se mudó al sur de la frontera. En el caso de Galvez, la vida en Tijuana crea un medio a largo plazo para lograr un propósito específico.

“No disfruto tanto vivir en México como en Estados Unidos. En mi opinión, vale la pena pagar más con tal de tener calles pavimentadas, orden, vías públicas limpias y opciones recreativas”, señaló Galvez. “Pero soy un estadounidense de primera generación y no tengo ningún tipo de herencia. Tengo que generar un patrimonio para dejárselo a mi hijo”.

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