Rusia intentó matar a un desertor en Florida

Fotografías de Sergei Skripal, excoronel del servicio de inteligencia militar de Rusia que fue condenado en 2006 por vender secretos a la inteligencia británica, en Moscú, el 28 de agosto de 2018. (Sergey Ponomarev/The New York Times)
Fotografías de Sergei Skripal, excoronel del servicio de inteligencia militar de Rusia que fue condenado en 2006 por vender secretos a la inteligencia británica, en Moscú, el 28 de agosto de 2018. (Sergey Ponomarev/The New York Times)

Aunque el presidente de Rusia, Vladimir Putin, ya ha perseguido a sus enemigos en el extranjero, sus agentes de inteligencia ahora parecen preparados para cruzar una línea que antes evitaban: intentar matar a un valioso informante del gobierno de Estados Unidos en territorio estadounidense.

La operación clandestina, la cual buscaba eliminar a un informante de la CIA en Miami que había sido un alto funcionario de inteligencia ruso hace más de una década, representó una expansión descarada de la campaña de asesinatos selectivos de Putin. También fue una señal de un peligroso punto bajo incluso entre servicios de inteligencia que han tenido una historia tensa durante mucho tiempo.

“Los límites desaparecieron para Putin hace tiempo”, opinó Marc Polymeropoulos, un exfuncionario de la CIA que supervisó operaciones en Europa y Rusia. “Los quiere a todos muertos”.

El asesinato fracasó, pero las secuelas se convirtieron en parte en una espiral de ajustes de cuentas entre Estados Unidos y Rusia, según tres ex altos funcionarios estadounidenses que hablaron bajo la condición de permanecer en el anonimato para opinar sobre aspectos de un plan que supuestamente iba a ser secreto y sus consecuencias. Después ocurrieron sanciones y expulsiones, incluidas las de altos funcionarios de inteligencia de Moscú y Washington.

El objetivo era Aleksandr Poteyev, un exagente de inteligencia ruso que reveló información que condujo a una investigación de años del FBI gracias a la cual en 2010 se atrapó a once espías que vivían encubiertos en suburbios y ciudades de la costa este. Habían adoptado nombres falsos y tenían empleos comunes y corrientes como parte de un ambicioso intento del Servicio de Inteligencia Exterior (SVR, por su sigla en ruso), la agencia rusa de inteligencia para el extranjero, de reunir información y reclutar a más agentes.

Conforme una iniciativa del gobierno de Obama por restablecer las relaciones, se llegó a un acuerdo que buscaba aliviar las tensiones: diez de los once espías fueron detenidos y expulsados a Rusia. A cambio, Moscú liberó a cuatro presos rusos, entre ellos Sergei Skripal, un excoronel del servicio de inteligencia militar que fue condenado en 2006 por vender secretos al Reino Unido.

El intento de asesinato de Poteyev se revela en la edición británica del libro “Spies: The Epic Intelligence War Between East and West”, que publicará la editorial Little, Brown el 29 de junio. El libro es obra de Calder Walton, un académico especializado en seguridad nacional e inteligencia en la Universidad de Harvard. The New York Times confirmó de manera independiente su trabajo y está informando por primera vez sobre los amargos efectos colaterales de la operación, incluidas las represalias que se produjeron una vez que se conocieron sus detalles.

Desde hacía tiempo, Putin había prometido que iba a castigar a Poteyev. Sin embargo, antes de que lo pudieran arrestar, Poteyev huyó a Estados Unidos, donde la CIA lo reubicó conforme un programa ultrasecreto cuyo objetivo era proteger a exespías. En 2011, un tribunal de Moscú lo condenó “en rebeldía” a décadas de prisión.

Poteyev parecía haber desaparecido, pero, en cierto momento, la inteligencia rusa envió agentes a Estados Unidos para encontrarlo, aunque sus intenciones seguían sin estar claras. En 2016, los medios de comunicación rusos informaron que había muerto, lo cual algunos expertos en inteligencia creyeron que podía ser un ardid para hacerle salir. De hecho, Poteyev estaba vivo y residía en el área de Miami.

Ese año, obtuvo una licencia de pesca y se registró como republicano para poder votar, todo con su nombre real, según los registros estatales. En 2018, un medio informativo reveló el paradero de Poteyev.

Las preocupaciones de la CIA no eran injustificadas. En 2019, los rusos emprendieron una elaborada operación para encontrar a Poteyev, para la cual obligaron a cooperar a un científico de Oaxaca, México.

El científico, Héctor Alejandro Cabrera Fuentes, era un espía improbable. Estudió Microbiología en Kazán, Rusia, y luego, obtuvo su doctorado en esa materia en la Universidad de Giessen, Alemania. Era un motivo de orgullo para su familia, con un historial de obras de caridad y ningún pasado delictivo.

Sin embargo, los rusos utilizaron a la pareja de Fuentes para influir en él. Fuentes tenía dos esposas: una rusa que vivía en Alemania y otra en México. En 2019, a la esposa rusa y a sus dos hijas no se les permitió salir de Rusia cuando intentaban regresar a Alemania, según documentos judiciales.

En mayo de ese año, cuando Fuentes viajó para visitarlas, un funcionario ruso se puso en contacto con él y le pidió verlo en Moscú. En una reunión, el funcionario le recordó a Fuentes que su familia estaba atrapada en Rusia y que, tal vez, según los documentos judiciales, “podríamos ayudarnos mutuamente”.

Unos meses más tarde, el funcionario ruso le pidió a Fuentes que consiguiera un apartamento al norte de Miami Beach, donde vivía Poteyev. Con instrucciones de no rentar el apartamento a su nombre, Fuentes le dio 20.000 dólares a un colaborador para que lo hiciera.

En febrero de 2020, Fuentes viajó a Moscú, donde se reunió de nuevo con el funcionario ruso, quien le dio una descripción del vehículo de Poteyev. El ruso le dijo a Fuentes que debía encontrar el auto, obtener el número de su matrícula y tomar nota de su ubicación física. Le aconsejó a Fuentes que se abstuviera de tomar fotografías, presuntamente para eliminar cualquier prueba incriminatoria.

No obstante, Fuentes llevó la operación al fracaso. Cuando ingresaba al complejo, intentó esquivar la puerta de entrada pegándose en la parte trasera de otro vehículo, lo cual atrajo la atención de la seguridad. Mientras lo estaban interrogando, su esposa se alejó para fotografiar la matrícula de Poteyev.

A Fuentes y su esposa se les ordenó que se fueran, pero las cámaras de seguridad captaron el incidente. Dos días después, Fuentes intentó volar a México, pero los agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos lo detuvieron y registraron su teléfono, donde descubrieron la fotografía del vehículo de Poteyev.

Después de ser arrestado, Fuentes les dio detalles del plan a los investigadores estadounidenses. Creía que el funcionario ruso con el que se había reunido trabajaba para el Servicio Federal de Seguridad (FSB, por su sigla en ruso), la agencia rusa de seguridad interior. No obstante, las operaciones encubiertas en el extranjero suelen estar a cargo del SVR, que remplazó a la KGB, o el Departamento Central de Inteligencia (GRU, por su sigla en ruso), la agencia rusa de inteligencia militar.

Uno de los exfuncionarios señaló que Fuentes, al ignorar la importancia del objetivo, se limitaba a recopilar información para que los rusos la utilizaran más tarde.

El abogado de Fuentes, Ronald Gainor, se rehusó a ofrecer comentarios.

c.2023 The New York Times Company