Hacer un Rubiales

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Después de estos días, en que hemos atestiguado un tsunami de indignación colectiva que escaló a nivel global y que será uno de los casos de incidencia feminista más estudiados por su eficacia y trascendencia, podemos decir que “hacer un Rubiales” queda asentado en el imaginario social como la acción de aferrarte a tu machismo tras cometer un abuso o agresión, beberte tu ego como cicuta tras brindar con tus fieles aplaudidores —a quienes hundirás contigo—, y negarte a reparar el daño para convertirte así, en símbolo de todo lo que está mal.

Y es que, que el escenario fuese el futbol, fenómeno de masas como pocos han existido, ha sido la variable determinante para que el beso de Luis Rubiales a Jenni Hermoso en la final del mundial de Sydney, ante los ojos de todo el mundo, amplificara la conversación a tal magnitud que organismos internacionales como ONU Mujeres o estrellas de la talla de Natalie Portman hayan sumado sus voces reprobando a la máxima autoridad del futbol español, un hombre que se veía (y sentía) intocable: #SeAcabó.

Nosotras, la catarsis. Sí, todas hemos sido Jenni, por eso la arropamos. Porque tejer esa red de sororidad a golpe de tuits nos sana también nuestras propias heridas. Por eso lloramos de alegría cuando vemos a sus compañeras de la selección unidas a su lado; por eso, verla este sábado de pie, sonriente y empoderada en el palco de la final de la Women’s Cup fue, a nuestros ojos, un bálsamo.

Para (aún) muchos de ellos, la pedagogía. Poniendo por delante lo honorable de las voces de Borja Iglesias, Iker Casillas, Andrés Iniesta, Pau Gasol, Alejandro Sanz y todos aquellos hombres que con altavoces públicos —o sin ellos— han expresado su solidaridad con Jenni y reprobado sin paliativos la acción de Rubiales, cierto es que, al día de hoy, quedan varones que con tono de honesta confusión, expresan que siguen sin entender “por qué tanto escándalo si solo fue un beso”, o se siguen preguntando si los hechos son un “linchamiento” hacia el ya suspendido presidente de la RFEF.

Su confusión, sus atisbos de duda son grietas que se abren en medio de todo este terremoto mediático y social, y representan una oportunidad para reaprender a relacionarse con las mujeres, a quienes siempre han visto como otredad sin ser conscientes ni de la asimetría explícita, ni de sus privilegios: y esto es una oportunidad que como sociedad debemos aprovechar para dar un salto igual de grande como la coyuntura misma.

Que el marco de partida sea el futbol —el rey de los deportes y que históricamente ha sido mal entendido como inherente a lo masculino—, los interpela en su identidad masculina hegemónica y les pone de frente ante un caso que les permite comprender el significado de premisas que desde espacios feministas se vienen reivindicando por generaciones, en manifestaciones y resumidas en pancartas: que nuestro cuerpo es el primer terreno de disputa y que las relaciones de poder median nuestras interacciones, por eso darle o pedirle un beso a una subordinada es inadmisible. Que es estructural y por eso Rubiales tardó tanto en caer. Que no son los hombres, sino el patriarcado, su violencia y sus alianzas, y que todo siempre ha sido muy desigual y, por tanto, injusto.

Juanma Moreno —precisamente el periodista radial que entrevistó a Rubiales la misma noche del suceso, ambos minimizándolo y echando gasolina al fuego—, dio días después un ejemplo en vivo de este tipo de reflexiones, admitiendo que se había equivocado y que ahora ve las cosas de manera distinta, alegrándose de ello. Juanma y cada quien es responsable de su propia deconstrucción y aprendizaje, sin duda, pero lo cierto es que en el camino hacia un nuevo paradigma necesitamos más Juanmas que, a micro abierto, compartan su proceso.

A nivel mediático, por todo lo cimbrado, los actores ya involucrados y lo que se sigue destapando, aun el tema continúa presente. Aprovechémoslo, pues, para que los escombros de las estructuras del futbol español que resulten sirvan de metáfora para sumar cimientos hacia ese nuevo orden social que el feminismo impulsa desde distintas latitudes, donde cabrá también el propio Luis Rubiales si, y solo si, decide aprender, rectificar, reparar y evolucionar.

* Daniela S. Valencia (@dany_svalencia) es consultora y analista política internacional especializada en comunicación y género.