Rosario en shock: cómo se vive en las escuelas la violencia narco
ROSARIO.- La vuelta a la normalidad en la ciudad se produce de a poco. Los colectivos empezaron a circular, algunos comercios volvieron a abrir y las actividades que estuvieron interrumpidas, tras los brutales asesinatos con sello narco de cuatro trabajadores , empezaron a retomarse. Por ahora, serán los movimientos nocturnos los que seguirán interrumpidos, como el servicio de taxis o las estaciones de servicio.
En medio de este clima de violencia, hoy pudieron volver los chicos a la escuela. El viernes y sábado de la semana pasada, un paro del gremio Amsafé dejó sin clases a las escuelas públicas de la provincia, mientras que este lunes y martes la medida de fuerza fue en solidaridad por los dos taxistas, el chofer de trolebuses y el playero asesinados por sicarios. La fuerte tormenta que azotó la madrugada y las primeras horas del día complicó un poco la llegada de los chicos a la escuela, pero igual los establecimientos de la ciudad estuvieron hoy abiertos.
Para alumnos y docentes, la situación de violencia que atraviesa la ciudad desde hace años obligó a cambiar algunas costumbres dentro del aula. En algunos establecimientos de barrios vulnerables la situación llegó a ser crítica: incluyeron balaceras, mensajes intimidantes y extorsiones. Tal fue el caso de la escuela Ortolani, de Génova y Cullen, en el barrio de Empalme Graneros. En junio pasado, un chico de seis años recibió un tiro en una pierna cuando salía del establecimiento. Quedó fuera de peligro, pero el miedo siguió entre alumnos y docentes.
Daniela Toni tiene 49 años y es rectora del Normal 3. Este tradicional colegio está ubicado a unas quince cuadras del centro, aunque su alumnado está conformado por chicos de clase de media de la zona y de otros barrios más precarios, como La Lata, Tablada o 7 de septiembre, hacia el sur de la ciudad. El colegio de la calle Entre Ríos tiene una población escolar de 800 alumnos en la primaria, 600 en secundaria y 300 en el nivel inicial. Además, hay unos 500 estudiantes en el profesorado y 300 empleados. Cerca de 2000 personas entran y salen por el enorme edificio que ocupa casi una manzana. Pese al aumento de la violencia en el último tiempo, no tomaron mayores medidas de seguridad (más allá de terminar la actividad a las 9 de la noche) ya que no se trata de una escuela amenazada.
Esta docente está preocupada como cualquier rosarino. Dice que todavía no pudieron medir el verdadero impacto de la semana de terror que vivió la ciudad en los últimos días y que desde hace tres o cuatro años advierten una situación de mayor vulnerabilidad en los chicos que llegan a la escuela, relacionados a balaceras en los barrios más problemáticos.
La comunidad educativa del Normal 3 tuvo un caso que les pegó muy de cerca. En agosto de 2022, Zoe Romero, de 15 años, fue asesinada a quemarropa por delincuentes que balearon el almacén que atendía en su casa del barrio Moderno, en la zona oeste. La adolescente era alumna de la secundaria y sus hermanitos, de 12 y 11 años, asistían en ese momento a la primaria.
¿Cómo encaró el colegio esa situación tan traumática? “La nena no estaba viniendo a la escuela desde hacía un tiempo, pero sí lo hacían sus hermanitos”, cuenta Toni a LA NACION en el despacho de la dirección del colegio. Señala que empezaron a trabajar con los compañeros de Zoe. Para abordar el problema y contenerlos. Los hermanitos se reinsertaron después de unos días y hubo un trabajo especial con ellos por parte de las autoridades.
“Entre los chicos de secundaria se habla mucho el tema, creo que los jóvenes están más atravesados por situaciones de violencia. Cuando tienen un problema, lo hablan enseguida, te enterás y hasta el mismo grupo funciona como como catalizador de algún malestar. En la primaria, en cambio, los niños no hablan de los problemas que tienen en sus barrios o en su casa, pero lo manifiestan de distinta manera, como cambios en la conducta. El primero que se da cuenta de la situación es el docente de grado: cuando ve un chico triste, indaga y a veces nos enteramos que está así porque le mataron a un familiar, a un amigo o un vecino”, ejemplifica Toni.
Los adultos no suelen acercarse a la escuela a contar los problemas de violencia que padecen en sus casas o en el barrio. Tal vez por vergüenza. Siempre el conflicto se detecta a través de los chicos y luego se llama a sus padres para abordar el tema. El Ministerio de Educación provincial tiene una línea de trabajo para os docentes para actuar en este tipo de casos, para contener a los chicos y sus familias. Además, los colegios trabajan también con gabinetes para detectar y abordar casos complejos.
La ola de violencia en esta ciudad modificó también conductas de los alumnos de secundaria. “Algunos chicos hablaban entre ellos como una gracia: ‘yo conozco a un soldadito, eh’ Así como hasta una cosa canchera. O decían seguido la palabra ‘balear’, como un juego entre adolescentes para decir no me molestes”, sostiene la rectora. Sin embargo, aclara que en el último tiempo esta situación cambió: “Ahora hay mucha más seriedad con el tema y ya no es una broma habitual entre ellos”.
La seguidilla de cuatro crímenes que sacudieron a los rosarinos también impactará en los chicos. Aunque Daniela aún no sabe cuál será el alcance ya que recién ahora los alumnos se están incorporando a clases tras cuatro días de paro. La rectora del Normal 3 tampoco sabe qué pasará con el nivel de violencia en los barrios, con los últimos anuncios de refuerzos al combate al narcotráfico. Ella, como el resto de los rosarinos, espera que algo empiece a cambiar.