Rosario, feudo narco. En esta ciudad, fuerzas de seguridad y narcotraficantes caminan de la mano

La mañana del 1 de octubre de 2021 encontraron dos cuerpos en un camino rural, en la zona oeste de Rosario, con heridas de armas de fuego.
La mañana del 1 de octubre de 2021 encontraron dos cuerpos en un camino rural, en la zona oeste de Rosario, con heridas de armas de fuego. - Créditos: @Marcelo Manera

ROSARIO.- Fuerzas de seguridad y narcotráficos caminan de la mano en esta ciudad. Y cuando eso sale a la luz, no son pocos los policías que se refugian en la Unidad Regional XVII de San Lorenzo, el distrito que domina el senador Armando Traferri. El exjefe de Drogas, Gustavo Spoletti, cuyo hermano es narco, es uno de ellos. Pero no es el único. Otro agente, incluso, pasó a trabajar como custodia y chofer de ese legislador, a quien ayudó durante la campaña colgando pasacalles con su rostro.

“Los policías que recaudaron durante años bajo la gestión de socialistas y radicales terminaron refugiados en San Lorenzo, un departamento que responde al peronismo”, detalló el profesor titular de la cátedra de Criminología de la Universidad Nacional de Rosario, Enrique Font, quien investiga la trama narco y policial.

El narco Esteban Alvarado terminó por exponer algunas de esas ramificaciones, sin buscarlo. Cuando estaban por detenerlo, arrojó su teléfono al Embalse Río Tercero, pero los investigadores lo recuperaron. Encontraron datos comprometedores y mensajes incómodos. “Que me dé una mano la Rodenas”, le reclamó el jefe narco a su abogado en un audio que le envió por la plataforma Telegram.

Rodenas declinó responder preguntas de LA NACION, pero desde su entorno buscaron minimizar esos dichos: “Todo juez, fiscal o abogado con muchos años de experiencia en los tribunales sabe que los detenidos suelen reclamarles a sus defensores que le pidan al juez que les ‘tire una soga’, que ‘afloje’, que les ‘dé una mano’ y otras frases similares”.

Ataque a Bonfatti

Alvarado fue también quien habría ordenado el ataque contra la casa del gobernador Antonio Bonfatti, en octubre de 2013. Lo ejecutó el sicario Emanuel Sandoval, que así lo admitió en un juicio abreviado que instruyó la jueza Rodenas. Pero Bonfatti retiró su acusación. ¿Sandoval? Lo asesinaron en la casa que le alquilaba a un camarista rosarino.

Por la ejecución de Maldonado, Alvarado terminó condenado a prisión perpetua y otra veintena de acusados recibió sentencias por distintos roles; de ellos, Pablo Báncora y seis más eran policías. De nada sirvió que Alvarado se presentara como una víctima durante el juicio. “Los fiscales me pintaron como un monstruo”, dijo, antes de exculpar al senador y la exjueza, ya electa vicegobernadora. “Esta causa es para tirarle mierda a Traferri, a Rodenas. ¿Qué tienen que ver en esta causa? Si yo declaraba contra Traferri habría firmado un abreviado y capaz que en ocho años me iba a mi casa. Pero como no me presté al juego de la Fiscalía acá estoy siendo condenado”.

Para los fiscales Luis Schiappa Pietra y MatíasEdery, la investigación permitió vislumbrar los sótanos santafesinos: “La organización criminal de Alvarado es una estructura de poder que creció gracias a los resquicios de legalidad que dejó el Estado y contó con el apoyo de funcionarios por acción u omisión”, alegaron el 11 de mayo. De hecho, la investigación expuso cómo Alvarado movió sus influencias para designar al jefe de la Policía, mientras la fuerza se abocaba a protegerlo en desmedro de Los Monos. Esto potenció el reguero de sangre: se registraron 97 homicidios en Rosario durante 2010, saltó a 182 en 2012 y a 274 en 2013. La guerra narco había comenzado.