Un rompecabezas estadounidense: cómo marcar tu raza en una casilla

Desde 1790, el Censo de Población y Vivienda, que se realiza cada 10 años en Estados Unidos, ocupa un lugar importante en la creación y redefinición de las posturas siempre cambiantes sobre la identidad racial y étnica del país.
Desde 1790, el Censo de Población y Vivienda, que se realiza cada 10 años en Estados Unidos, ocupa un lugar importante en la creación y redefinición de las posturas siempre cambiantes sobre la identidad racial y étnica del país.

Desde 1790, el Censo de Población y Vivienda, que se realiza cada 10 años en Estados Unidos, ocupa un lugar importante en la creación y redefinición de las posturas siempre cambiantes sobre la identidad racial y étnica del país.

A lo largo de los siglos, el censo ha pasado de solo especificar categorías muy generales —al principio, “blancos libres” y “esclavos”— a intentar encapsular la demografía cada vez más compleja del país. La última adaptación propuesta por el gobierno de Biden en enero pretende permitir aún más opciones de raza y etnia que ayuden a las personas a describirse a sí mismas mejor que en el censo de 2020.

Si se aprueba, lo más probable es que la revisión propuesta se adopte en todas las encuestas del país sobre salud, educación y economía.

El país se ha vuelto cada vez más multirracial y ahora los funcionarios federales quieren reflejar esa complejidad. Uno de los mayores cambios consistiría en combinar la raza y la etnia en una sola pregunta.

“Hispano o latino” sería una de las siete opciones de raza y/o etnia, en lugar de una pregunta aparte sobre el origen, como ocurre ahora.

El cambio también añadiría una casilla para “Medio Oriente o Norte de África” y eliminaría a las personas de este origen de la definición de “blanco”.

Desde 1790, el Censo de Población y Vivienda, que se realiza cada 10 años en Estados Unidos, ocupa un lugar importante en la creación y redefinición de las posturas siempre cambiantes sobre la identidad racial y étnica del país.
Desde 1790, el Censo de Población y Vivienda, que se realiza cada 10 años en Estados Unidos, ocupa un lugar importante en la creación y redefinición de las posturas siempre cambiantes sobre la identidad racial y étnica del país.

En cierto modo, el gobierno está intentando ponerse al día con la visión moderna de las identidades raciales y étnicas.

Pero también hay una política compleja en juego y los cambios propuestos han provocado críticas entre algunos académicos y activistas.

Muchos hispanos o latinos que residen en Estados Unidos suelen marcar “otra raza” porque no se ven como “negros” ni como “blancos”. Los partidarios de la propuesta dicen que los cambios reflejan el trato dado a los latinos como un grupo racial distinto en Estados Unidos durante mucho tiempo. Pero los estudiosos afrolatinos sostienen que el nuevo método ocultaría diferencias raciales importantes entre los latinos.

Los líderes comunitarios llevan años abogando por la inclusión de una categoría para “Medio Oriente o Norte de África”, pues señalan la necesidad de disponer de mejores datos sobre esta población en crecimiento, en particular en lo que respecta a la atención médica, la educación y la representación política. De aprobarse la propuesta, sería la primera vez desde los años setenta que se añade al censo una categoría racial o étnica completamente nueva.

No hay una distinción exacta, aceptada de manera universal entre raza y etnia. En cambio, hay una turbia historia de leyes, política y cultura en torno a la identidad racial en Estados Unidos.

“No existe la pregunta perfecta", afirmó Roberto Ramírez, experto en estadísticas de población de la Oficina del Censo de Estados Unidos; quien explicó que la oficina ha realizado numerosas pruebas en las últimas décadas para mejorar el censo de modo que la gente pueda identificarse con mayor precisión.

De aprobarse, el nuevo formulario sobre la raza y etnia tendrá efectos de gran alcance. Cualquier organización que reciba financiamiento federal —incluso las escuelas locales— tendría que atenerse a ella. Los datos sobre la raza determinan cómo se distribuyen los recursos, si se pueden aplicar las políticas de igualdad en el empleo y las leyes contra la discriminación, y cómo se establecen los distritos electorales.

Desde que el censo empezó a medir la población de Estados Unidos, la raza ha sido un elemento central del recuento. El censo es más que un ejercicio burocrático; encarna los continuos intentos del país por categorizar claramente identidades intrínsecamente matizadas y estratificadas. Términos que ahora se consideran anticuados o incluso ofensivos estuvieron presentes en los formularios oficiales durante décadas.

El primer censo de 1790 tenía una categoría aparte para “blancos” libres, independiente de otras personas libres y de los esclavos.

En 1850, el término “de color” se incluyó para referirse a la “raza” y se introdujo “mulato” para poder registrar a las personas que tuvieran algún rastro de sangre africana.

En 1870, el censo agregó la categoría “chino”, cuando aumentó la preocupación por la inmigración procedente de China.

En 1890, el censo identificó a los afroestadounidenses por la proporción de su ascendencia africana: “negro”, “mulato”, “con un cuarto de descendencia negra” y “con un octavo de descendencia negra”.

En 1930, apareció “mexicano” como opción de raza, pero se eliminó la década siguiente.

Fue en el año 1970 cuando por primera vez se permitió a la gente elegir su raza, en lugar de que lo hiciera un censista. Esto convirtió el censo en un marcador de autoidentificación en lugar de una percepción externa.

Ese mismo año se añadió una nueva pregunta para evaluar el tamaño de la población hispana. Los defensores de los derechos de los mexicanos, puertorriqueños y cubanos habían presionado durante años para que se añadiera esta pregunta, con el argumento de que era necesario realizar un recuento completo de la población para garantizar la protección de los derechos civiles.

En 1997, el gobierno de Estados Unidos estableció normas sobre raza y etnia, que se aplicaron en el censo de 2000 y que, en gran medida, se mantienen.

La realidad de categorizar a la gente con etiquetas distintas nunca ha sido sencilla.

Personas con idéntico linaje pueden elegir casillas diferentes y la misma persona puede elegir casillas distintas en años diferentes. El expresidente Barack Obama, hijo de una mujer blanca de Kansas y un hombre negro de Kenia, por ejemplo, se identificó como “negro”, incluso cuando era posible marcar más de una raza.

A lo largo de la historia, algunas modificaciones de las casillas de raza del censo han reflejado cambios en la política o en la opinión pública. Cuando cambiaron las leyes nacionales sobre la esclavitud, el censo empezó a eliminar poco a poco el recuento de personas esclavizadas y en su lugar introdujo nuevos términos para definir a la población negra.

Otros cambios se debieron a un estira y afloja entre cómo veía el gobierno a los individuos y cómo estos querían identificarse a sí mismos. Por ejemplo, a pesar de haber sido desterrado del uso común, el término “negro” se utilizó en nueve censos hasta 2010. En el siguiente censo se eliminó.

A lo largo de 24 censos cada 10 años, las opciones de raza han cambiado más de una docena de veces, ya que se han añadido nuevos grupos y se han eliminado otros.

‌”Es como si el censo ajustara las opciones de la cámara y se obtuvieran imágenes diferentes”, explicó Naomi Mezey, profesora de Derecho de la Universidad de Georgetown y autora de “Erasure and Recognition: The Census, Race and the National Imagination”. “Tiene enormes y profundas consecuencias culturales”, añadió.

En los últimos años, los formatos del censo se han convertido en la vía más confiable para adquirir visibilidad, además de ser una manera de documentar la identidad de los censados, o lo que más se le acerque.

Mientras se debate la propuesta actual, también se habla de otros posibles cambios. Algunos presionan para que el gobierno amplíe el género más allá de las opciones masculino y femenino. Otros activistas piden la creación de una subcategoría “negra” denominada “descendiente estadounidense de la esclavitud”, como parte de una campaña de reparación.

“Se habla tanto ahora sobre los descendientes de la esclavitud y de la necesidad real de lidiar con el legado de la esclavitud de ahora en adelante”, comentó Evan Shepard, vocero de la American Descendants of Slavery Advocacy Foundation. “Este es un pequeño paso en esa dirección”, agregó.

Sin importar cuál sea la solución para 2030, es casi seguro que los formatos volverán a cambiar.

c.2023 The New York Times Company