Robert Lewandowski habla de la fama, la fragilidad y la única voz que no ignora

Mi amigo, colega y ocasional compañero de pádel Tariq Panja de manera amistosa tomó el mando del boletín de esta semana. Hace unas semanas, estuvo hablando un rato con Robert Lewandowski. Aquí pueden leer los frutos de su conversación, pero como no me agrada perderme la oportunidad de opinar con regularidad sobre los acontecimientos y no quiero tener que aburrir a mi esposa con mis ideas sobre el fenómeno #Barclaysman, contribuí con algunos pensamientos después de su participación. — RORY SMITH

Robert Lewandowski ha sido famoso desde hace mucho tiempo. Y como uno de los futbolistas más exitosos de su generación en el deporte más popular del mundo, sabe que la atención es parte de su trabajo. Sin embargo, también es papá.

Por lo tanto, como la mayoría de los futbolistas de élite, debe hacer una gran planificación y preparación cuando se trata de algo tan simple como salir a pasear con su familia, en particular si sale de Castelldefels, el exclusivo enclave costero cerca de Barcelona donde vive ahora.

A lo largo de los años, Lewandowski ha desarrollado un conjunto de herramientas para las salidas. Los lentes de sol y la gorra son la norma, aunque es probable que no sirvan para engañar a los aficionados que lo acosan. No obstante, ahora todas esas salidas también incluyen una charla preliminar con la persona que decide hasta qué punto Lewandowski puede, y debe, interactuar con el público: su hija Klara.

“Tenemos un acuerdo en el que ella siempre puede decirme: ‘Sí, puedes hacer esto’ o ‘No’, si se siente estresada”, comentó Lewandowski en una entrevista reciente. “Porque para los niños no es una situación normal”.

En Europa, los jugadores del calibre de Lewandowski, aun cuando se acerca el fin de una carrera cargada de trofeos, son un imán para las hordas de aficionados al fútbol que buscan tomarse selfis. Así que pasar unas horas fuera con la familia a menudo puede significar encontrar un equilibrio entre satisfacer las necesidades de una afición ansiosa y demandante, en especial una tan grande y apasionada como la del Barcelona, y las de su joven familia.

La cara de Lewandowski es tan conocida que entiende que, en cierto modo, es propiedad pública. Señaló que a veces disfruta de las ventajas de ser famoso y de la positividad que puede tener la interacción con la multitud de personas que quieren desearle lo mejor.

Comentó que hace tiempo entendió cómo vivir bajo la mirada pública, tras reconocer que eso es “parte del negocio”. Sin embargo, afirmó que a veces ha habido momentos en los que ha tenido miedo, cuando hombres adultos han empujado a un lado a su mujer o a sus hijas pequeñas para acercársele. Por eso tiene el acuerdo con Klara.

“Klara, cuando estés con mamá o conmigo tienes que decirme cómo te sientes”, mencionó Lewandowski sobre una conversación típica. “Debo tomarme la foto con el aficionado o decirle: ‘Lo siento, es un momento privado con mi hija. No puedo’”.

El año que viene, Lewandowski cumplirá dos décadas completas como futbolista profesional, tiempo suficiente para presenciar en primera fila la evolución impulsada por las redes sociales de las estrellas del fútbol de figuras deportivas a iconos culturales, para saber lo que es jugar en una época en la que el éxito ya no se mide en goles y trofeos, sino también en seguidores e impresiones (Lewandowski tiene más de 35 millones de seguidores en Instagram; su mujer, Anna Lewandowska, quien fue campeona de karate, tiene más de 5,6 millones).

Sus reflexiones sobre la fama se produjeron cuando se preparaba para iniciar su tercera temporada en el Barcelona, un club que, en virtud de su historial de éxitos y su papel de rival del otro superequipo español, el Real Madrid, genera más fervor, atención y comentarios que casi cualquier otro equipo deportivo.

Mientras se adentra en el ocaso de su carrera, en la que ha participado en dos finales de la Liga de Campeones y dos Copas Mundiales, Lewandowski, de 36 años, opina que es improbable que se repitan carreras como la suya o la de colegas como Lionel Messi y Cristiano Ronaldo.

Se ha hablado mucho del aumento de la carga de trabajo que se espera hoy en día de los mejores jugadores, de la cantidad cada vez mayor de partidos jugados a alta intensidad, pero, según Lewandowski, es igual de probable que el desgaste mental de las expectativas y la fama conduzca al agotamiento profesional. Incluso para los mejores jugadores, los comentarios en las redes sociales —muchos de los cuales son cada vez más abusivos— son imposibles de bloquear por completo.

“Recuerdo la época en que vivíamos sin redes sociales”, mencionó antes de hablar del manejo de las expectativas y opiniones que pasan de un extremo a otro en tiempo real.

“De acuerdo, somos atletas, pero al final también somos humanos”, opinó. “También tenemos emociones y además sabemos que mantener una mentalidad fuerte es muy importante, porque ahora es fácil decir algo en internet de una forma que no lo dirías en la vida real”.

Se ha escrito mucho sobre cómo Lewandowski, con la ayuda de su esposa, ha cuidado su cuerpo con ajustes constantes a su dieta y con la introducción de nuevos entrenamientos. Lewandowski afirmó que durante años se ha centrado de igual forma en desarrollar su lado mental, en perfeccionar maneras de bloquear el ruido y la negatividad. Eso tuvo una importancia particular la temporada pasada, cuando su nivel decayó y las críticas —a su juego, a su edad, a él— parecían aumentar día con día.

“Por desgracia, no se puede vivir en esta época, en este mundo, y no ser fuerte mentalmente”, afirmó.

En el Barcelona, Lewandowski puede trabajar con algunos de los mejores talentos jóvenes del fútbol, en un club cuyo sentido de sí mismo está ligado a la formación de las estrellas del futuro. Por ejemplo, el éxito de Lewandowski esta temporada es probable que dependa de su relación con Lamine Yamal, el delantero adolescente con frenos en los dientes cuyas actuaciones impresionantes en la Eurocopa de este verano fueron una de las principales razones para que España saliera victoriosa.

Esas actuaciones convirtieron a Yamal en una de las personas más famosas del mundo casi de la noche a la mañana. Por eso no es de sorprender que Yamal, quien todavía tiene 17 años, sea el jugador en el que muchos seguidores del Barcelona depositan sus esperanzas, no Lewandowski. El polaco cree que poner ese tipo de presión y expectativas en los cuerpos y las mentes de los jóvenes talentos les está cobrando un precio más alto que el que se pagaba cuando él empezó.

“Se sabe que los jóvenes ya tienen muchas lesiones a una edad temprana”, señaló. “No podemos esperar después que los futbolistas jueguen diez años al máximo nivel por el aspecto mental, por las redes sociales. Es muy duro”.

Con todo, las exigencias nunca terminan. La Liga de Campeones se jugará este año con un nuevo formato. La FIFA ha ampliado su Copa Mundial de Clubes. Además, la Copa del Mundo, que se celebrará en Estados Unidos, Canadá y México en menos de dos años, será la más grande de la historia.

Algunos de los mejores jugadores ya han alzado la voz sobre el incremento de las exigencias y han declarado que simplemente no se puede esperar que las cumplan. Lewandowski es uno de ellos. Está convencido de que no se puede mantener la calidad de los partidos, en particular si se tiene en cuenta el precio cada vez más alto que se debe pagar por la fama. Ya ha visto suficiente como para saber que a la postre habrá consecuencias.

“En definitiva ese va a ser el problema del fútbol”, opinó.

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#Lainfanciaespreciosa

Los temas que tienen el poder de unir a los aficionados del fútbol de todos los colores son cada vez más escasos. De hecho, tal vez no haya más de dos.

Uno: Casi todo el mundo, con la notable excepción de Sam Allardyce, parece haber decidido que Sam Allardyce no le cae especialmente bien.

Y dos: Absolutamente nadie cree que deba haber una pausa internacional a principios de septiembre, cuando las principales ligas europeas apenas están empezando a andar y están comenzando a desarrollarse las historias que nos cautivarán hasta el momento en que el Manchester City se aleje en la distancia.

No obstante, hay beneficios secundarios. Después de que la semana pasada critiqué el papel que desempeña la red social X en mi vida, es justo mencionar que, en las últimas dos semanas, la aplicación me ha expuesto a la maravillosa tendencia #Barclaysman: momentos estelares de héroes de culto de la Liga Premier de los años 2002 a 2016, ambientados con rock independiente de ese periodo.

En realidad, esto debería utilizarse como plataforma de lanzamiento para debatir el poder de la nostalgia en la afición al fútbol. O para preguntarse si la Liga Premier ha perdido parte de su encanto conforme se ha vuelto más sofisticada y mejor producida. O para preguntarse si el fútbol está dejando en el banquillo la impredecibilidad o el inconformismo. Sin embargo, yo diría que es mejor simplemente ver dos minutos de Steed Malbranque y recordar que, sí, Steed Malbranque hacía feliz a la gente.

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El centro de atención

Malas noticias para todos: hay otra sección del Chelsea en el boletín. No obstante, podemos consolarnos con el hecho de que a nivel temático el caos de esta semana en Stamford Bridge es al menos un poco distinto de todas las entregas anteriores. Los dueños del Chelsea ya han comprado tantos futbolistas que, más bien, han centrado la atención en comprarse los unos a los otros.

Ya no se puede cuestionar que se ha roto la relación entre Todd Boehly —el dueño minoritario del club de más alto perfil— y sus socios de Clearlake Capital, firma que posee la mayor parte del equipo. Cada lado ha pasado gran parte de la última semana criticando de forma anónima al otro.

Sin embargo, lo que falta es una explicación adecuada de por qué. Boehly parece creer que Clearlake está fichando a demasiados jugadores y que se precipitó un poco esta primavera al despedir a su entrenador, Mauricio Pochettino, quien ahora está en la búsqueda oficial de su propio sueño americano/la eliminación en cuartos de final de la Copa Mundial de 2026 frente a España. Mientras tanto, Clearlake parece haber decidido que no quiere tener mucho que ver con la visión de Boehly para el club.

No obstante, ninguna de estas explicaciones parece razón suficiente para que alguna de las partes esté dispuesta a renunciar a su tajada de una inversión que ronda los 4000 millones de dólares. Sin duda, con tanto dinero en juego, hay que intentar que las cosas funcionen el mayor tiempo posible, ¿no?

Por lo tanto, es difícil no pensar que todo esto tiene que ver con el poder y el estatus: tanto Clearlake como Boehly quieren hacer las cosas a su manera, tener el control absoluto, y a ninguna de las partes les agrada particularmente tener que compartir el protagonismo con alguien más.

c.2024 The New York Times Company