Robados a la naturaleza: el caso de la mona carayá incautada en Trenque Lauquen y un reiterado dilema aún sin respuesta
“Soy Mony y quisiera contarles cómo terminé en cadena perpetua”, dice Laura Sánchez en un video que difundió en las redes sociales, poniéndole voz a la mona carayá de 16 años que vivía con ella en el complejo de cabañas Los Espejos, en Trenque Lauquen, provincia de Buenos Aires, hasta que fue incautada el 7 de marzo de 2023. Allí permanecía amarrada a un cinturón enganchado en la parte posterior de su cuerpo y una cadena atada, a la vez, a un largo alambre, sistema que le permitía caminar y trepar a los árboles.
“Un día, mientras dormíamos la siesta, llegaron muchos señores que me agarraron, me metieron en una jaula muy chiquita y me subieron a un auto. Viajamos muchas horas. Cuando llegamos, me pusieron en una jaula un poquito más grande que en la que viajé, con dos animalitos que nunca había visto, pero que después me di cuenta de que eran muy parecidos a mí. Desde entonces, mi vida cambió por completo. El lugar era arbolado, pero cerca mío nunca vi un árbol”, continúa Laura, interpretando a Mony en el video.
Como en este caso, en los últimos años nos hemos acostumbrado a presenciar, ya sea a través de redes sociales o medios de comunicación, historias de animales que se ven involucrados en allanamientos, denuncias, gritos, peleas y amenazas entre partes enfrentadas. En el centro de esos conflictos quedan el destino y la vida de un ser, casi siempre desesperado. Muchos de ellos son primates, especie que debido a nuestra cercanía o parecido y pocas e ineficientes leyes, se presta con frecuencia –de mínima– a confusión.
Sus “propietarios” –si es que existen– o protectores de animales dan a conocer el problema a través de las redes a sus seguidores, quienes siguen con atención y pasión cada una de las publicaciones, tomando partido, de un lado u otro. Los animales, imposibilitados de comunicarse en nuestra lengua, resultan siempre los más perjudicados.
Pero existen algunas herramientas a disposición para comprender y evaluar cuál será el mejor destino para ese animal que un día, probablemente de pequeño, fue robado de su lugar de origen –de donde nunca debió haber salido– y que vivió gran parte de su vida en buenas o malas condiciones rodeado de seres humanos.
Laiza, Simón, Coco, Panchita, Moni, son solo algunos de los primates que en los últimos tiempos quedaron envueltos en polémicas prácticamente públicas.
Arrancados de su hábitat e improntados
El inicio de la mayoría de estas historias remite al interior del país, casi siempre en una provincia cuya geografía es la adecuada para la vida silvestre de especie en cuestión, con sus determinadas características. Misiones, Santiago del Estero, Formosa o Chaco, por dar algunos ejemplos, si de primates se trata.
Sacarlos de su lugar de origen, sea el animal que fuera, trae aparejadas infinitas y nefastas consecuencias, hoy a la vista en el mundo entero.
El tráfico de fauna existe desde que el mundo es mundo. Todavía hoy, al recorrer el interior de nuestro país, la visión de monos atados a cuerdas –más o menos cortas– jugando con niños, trepados a los techos, en jaulas o en venta por algo más que chirolas a la vera de las rutas, resulta frecuente.
También los zoológicos de nuestro país, a lo largo de los años, han llenado sus recintos con el resultado del precario control existente a lo largo del tiempo (ya fueran elefantes, pumas, chimpancés o reptiles) y de los allanamientos efectuados por los correspondientes departamentos de Flora y Fauna, nacional o provincial, con la única alternativa real de depositar a los animales incautados en el zoológico más cercano, que oficiaba y todavía lo hace, de depósito judicial. Entre cientos, el caso de la elefanta Mara.
Luego de años de convivencia con humanos, los animales quedan improntados y, por lo tanto, incapacitados de valerse por sí mismos. Esto también, y muchas veces a pesar de reiterados esfuerzos, imposibilita su reinserción en la naturaleza.
A ocasiones, con la lejanía de los humanos que han oficiado de “manada” se enferman, entristecen o sencillamente mueren. Otras viven una vida sensiblemente superior a la que tenían en su vida de cautivos, hacinados en pequeños recintos y alejados de su propia especie.
Mony vive hoy en Proyecto Carayá, un centro de rescate en la provincia de Córdoba, visiblemente más flaca, junto a Panchita, otra mona incautada el mismo día que ella en la localidad de Carué, también provincia de Buenos Aires. Hace más de un año esperan la resolución de la Justicia, encerradas en un recinto. Existe una causa penal, que determinará el destino de esta monita carayá de 16 años.
La Justicia
“En la actualidad existen dos acciones distintas, que aún están pendientes de tratamiento”, informa el abogado Juan Lemos, patrocinante de Mony junto con Pablo Alanis, quien ya tuvo a cargo la restitución de la mona Laiza, secuestrada por orden judicial con una medida cautelar que disponía el traslado de la primate desde su hogar hasta Temaikén. “Se solicitó la restitución del animal en virtud de que hacía 24 años ella vivía con su familia humana y, por ende, estaba improntada. La jueza María Laura Durante, a cargo del Juzgado de Garantías N°3 de Junín, que había ordenado el secuestro, dejó sin efecto la medida y restituyó a Laiza en solo tres días”, recuerda Lemos.
Y agrega, en referencia a Mony: “Por un lado, existe una acción de amparo por salud ante el Juzgado Federal de Pehuajó, debido a que Mony corre riesgo de enfermarse e incluso de perder la vida ante las adversidades climáticas del lugar en el que se encuentra y su estado general. Por otro lado, una demanda de restitución ante la Justicia ordinaria de Trenque Lauquen por considerar a Mony miembro de una familia multiespecie; en ese expediente –que lleva el N°25.982 y está caratulado Sánchez, Gladys Laura s/materia a categorizar– la jueza de familia María Florencia Marchesi Matteazzi se declaró incompetente, puesto que si bien se trata de una persona no humana sobre la base de la doctrina y del criterio de la Corte Suprema de Justicia sobre los derechos de los seres sintientes y su status jurídico, aun no existe categorización”.
El destino de Mony, la mona que desde pequeña fue robada a la naturaleza y vivió entre humanos, lo decidirá la Justicia. Mientras tanto, ella espera encerrada en un recinto. Que los animales silvestres no son mascotas es algo que lentamente aprendemos como sociedad. Mientras tanto, faltan mecanismos para mejorar la vida de estos animales ya transformados en víctimas del amor o de la ignorancia, de los intereses, pasiones, negligencias y necesidades humanas.