Rinden respeto y amor al ser humano, al profesor

CIUDAD DE MÉXICO, octubre 4 (EL UNIVERSAL).- A las siete de la noche empezaron a colocarse las coronas de flores para velar al poeta David Huerta. Decenas de familiares, amigos y alumnos del poeta se despidieron de él ayer en la capilla de la funeraria Gayosso de Félix Cuevas.

Prevalecen la amistad, la admiración, el respeto y el amor frente al desconcierto de su muerte inesperada. Su viuda, Verónica Murguía, su hermana Eugenia Huerta Bravo, y escritores como Tedi López Mills, Vicente Quirarte, Christopher Domínguez Michael, Geney Beltrán y Antonio Malpica, entre otros, acudieron a la capilla ardiente para darle el último adiós.

Sobre el féretro se acumularon los ramos, arreglos y rosas blancas que fueron dejando sus alumnos, sus compañeros profesores de la Universidad; no faltó un folio con el poema "Ayotzinapa", acompañado de flores de cempasúchil; tampoco el paliacate naranja ni las fotos de varios momentos de David Huerta en la Universidad, rodeado de alumnos, chicos a los que tanto quiso y con los que compartió su pasión por la literatura y la escritura.

A darle el último adiós también llegaron Eduardo Vázquez Martín, coordinador ejecutivo del Mandato del Colegio de San Ildefonso, y Lucina Jiménez, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura.

Para el escritor Francisco Hinojosa, la muerte de Huerta no sólo representa la partida de uno de sus grandes amigos desde hace mucho tiempo, sino que "era el poeta vivo en México más grande que teníamos hasta hoy".

El escritor Mauricio Montiel Figueiras, se dijo afortunado de la amistad que tuvo con Huerta, quien tuvo la gracia de haber sido muy leído estando vivo, de haber sido homenajeado y haber recibido muchos y merecidos premios. "A diferencia de muchos escritores que cuando mueren les empiezan a hacer homenajes, con David fue lo contrario: se lo ganó a pulso porque fue un hombre que trabajó incansablemente en la poesía, el periodismo, el ensayo y la docencia, los cuatro vectores más importantes en su vida y trayectoria".

El hispanista y poeta Jorge Gutiérrez Reyna, dijo que "David fue uno de los escritores más grandes en lengua española de nuestra época. Sobra mencionar los premios, los reconocimientos, las publicaciones; décadas y décadas de trabajo hacen que su obra esté allí, a la vista de todos". Y lo recordó como una de las personas más generosas que ha conocido; generoso con sus alumnos y con la gente que estuvo en contacto con él. "Se comprometió con la sociedad, con las causas que él creyó justas. Además de un gran poeta fue un gran ser humano, un gran profesor".

Para Hernán Bravo Varela, editor del Periódico de Poesía de la UNAM, David Huerta no sólo fue un amigo y maestro querido; fue también contemporáneo de todos sus alumnos, tres generaciones de poetas que ayudó a formar y que promovió con generosidad. "Esto es paralelo a su incesante y brillante trayectoria. La poesía mexicana no fue la misma desde títulos como Versión, Cuaderno de noviembre e Incurable, su magnum opus".

Lo increíble, precisa, es que este año él cumplía 50 años como poeta: en 1972 se publicó El jardín de la luz, "su primerísimo título, y acababa de publicar El viento en el andén, un libro donde vuelve a ponerse a prueba... Hasta el último momento, David nos dio lecciones de cómo leer y escribir", afirmó el también poeta.

Todo el respeto y admiración frente al vacío que deja la ausencia de David Huerta.