Ricardo Gareca confía en Chile y contó qué hace los días en los que tiene que enfrentarse con Argentina en la segunda fecha de la Copa América
EAST RUTHERFORD, Nueva Jersey (enviado especial).- Si uno saca a este hombre del hábitat natural, el del fútbol, podría pasar tranquilamente por uno de esos poetas que en los 60 recalaban en una isla del Mar Egeo a buscar inspiración. Como cuando Leonard Cohen se refugió en Hydra persiguiendo musas y escapando de infiernos. Ricardo Gareca atravesó todas las modas de los últimos 40 años con su cabellera áurea. El andar desprejuiciado, casi cansino con el que ingresa en la sala de conferencias del MetLife Stadium es un sello indeleble del Flaco, pantalón largo de jogging y campera oficial de Chile, su selección.
El ambiente es tranquilo, relajado, la sala no está llena ni por asomo, y reina por momentos un silencio reverencial. Mientras se dirige a la silla que ocupará para responder las inquietudes del periodismo, Gareca acompaña sus pasos con una media sonrisa, cavilante, los ojos casi ensoñados, como si estuviera recordando una anécdota placentera.
Ricardo Gareca es nuevo en esta aventura de dirigir a la selección de Chile. Luego de tantos años a cargo del rival del Pacífico, de Perú, el Flaco tiene la misión de revivir a un equipo en caída libre luego de los años de la Generación Dorada que conquistó dos veces seguidas la Copa América. Él lo sabe bien, pero ello no quita que la calma sea su mandato natural. Pero en el horizonte cercano hay una debilidad, Argentina. Que será el oponente a vencer si quiere tener posibilidades de avanzar en el torneo, tras un empate sin goles frente a Perú -inesperado por cómo venían ambos equipos- que puso en alerta los corazones chilenos.
Argentina siempre es especial para Gareca, él lo sabe. Y saca una sonrisa franca, algo pícara ante la consulta de LA NACION: si bien no es la primera vez que su objetivo es ganarle a la selección del país en el que nació, a la camiseta que muchas veces vistió, cómo hace para enfocarse en el desafío y aislarse de mensajes de la familia, de los amigos compatriotas. “El día del partido no abro el celular, como primera medida. Todos lo saben: no recibo mensaje y recién los veo después del partido”, avisa y hace una pausa. “Tengo cantidad de amigos y también está mi familia... Pero mi familia viene y se pone la camiseta de Chile en el estadio”, dice con un tono apenas exclamatorio. Después aclara: “Vamos a ser argentinos toda la vida, eso no va a cambiar. La nacionalidad es algo que se lleva en la sangre. Hoy lo que ellos desean es que nos vaya bien. Yo estoy totalmente enfocado en la selección [de Chile] porque soy un profesional. Pero eso no significa que no sea un partido especial”.
Gareca, que confirmará el equipo horas antes del partido, tiene varios dilemas. El primero es que no haber ganado en el debut frente a Perú lo obliga a, al menos, no sufrir una caída ante Argentina, en el encuentro de este martes a las 22 de nuestro país en el MetLife Stadium. El segundo es que perdió a uno de los futbolistas por el que apostaba para que le resolviera cuestiones ofensivas. Diego Valdés sufrió una lesión muscular ante los peruanos y se perderá seguramente los dos próximos partidos.
Para colmo, el reemplazante que eligió, el juvenil Osorio, no cumplió con las expectativas y generó cuestionamientos en la opinión del hincha. Pero Gareca, fiel a su estilo, se lo toma con tranquilidad: “No creo que la gente esté disgustada, él está muy bien y tiene grandes posibilidades de estar mañana”.
No es de patear el tablero, más aún cuando no hay situaciones dramáticas que lo ameriten. Y por si hacía falta, Gareca lo confirma: “No vislumbro grandes cambios”. La sospecha es que le dará una nueva posibilidad a Osorio como titular, en reemplazo del lesionado Valdés, y que el resto del equipo será el mismo que empató con Perú en el debut: Bravo; Isla, Paulo Díaz, Lichnovsky y Suazo; Pulgar y Núñez; Osorio, Alexis Sánchez y Dávila; Vargas.
Un periodista chileno lo inquiere sobre el estado de ánimo de sus futbolistas; le marca que luego del partido se vio a los jugadores golpeados. “Los veo muy bien, lógicamente los inicios son siempre complicados y esperábamos un mejor resultado, pero están totalmente recuperados”, zanja la cuestión.
Y después mira hacia el partido, imagina lo que viene: “Me imagino un partido con Argentina tomando la iniciativa y Chile también. A mí me gusta que Chile asuma el protagonismo. Pero también vislumbro una Argentina agresiva, lo que nos lleva a estar muy atentos y ordenados”, dice Gareca, y cree que no hay fórmula para detener a Messi, pero que tomarán “los recaudos necesarios”.
También se refirió a Scaloni: “No lo conozco, no tengo una relación, pero siempre nos saludamos antes de los partidos. Respeto lo que ha hecho en la selección, claro, que ha sido excelente. Más de eso, no”.
Antes de irse, con la misma parsimonia con la que ingresó a la sala, desliza una crítica que ya se está haciendo costumbre en el torneo: el deficiente estado de los campos de juego. “No son los mejores escenarios más allá de la intención. Veo que los muchachos [por los futbolistas] tienen problemas en la mayoría de los estadios. La cancha seca, dimensiones pequeñas... Lógicamente hay algunos desniveles producto de acomodar la cancha para la Copa, ellos tienen otros escenarios. Y al momento de rodar la pelota no lo hace de la mejor manera. Pero nos acomodamos como el resto de las selecciones”, dice, y lo que podía ser un cuestionamiento duro o feroz, en la idiosincrasia de Gareca se transforma en una expresión leve y como resignada de la situación. Y entonces, sí, se pregunta si ya está todo, si no se necesita más; se ríe Gareca en esos segundos de confusión sobre si la conferencia había terminado o no.
Y se va, manos en los bolsillos, andar cansino, mirada ensoñada. Una tenue sonrisa, los ojos al piso y el silencio que flota en la sala, una calma que el Flaco Gareca parece haber contagiado.