El rey visigodo que encargó escribir un tratado dedicado a los eclipses para acabar con la superstición de sus súbditos

El desconocimiento sobre la ciencia y todo lo que envuelve a los fenómenos astronómicos a lo largo de gran parte de la historia, llevó a muchas personas a creer que cada vez que se producía algún inexplicable acontecimiento en el cielo, como podía ser un eclipse solar o lunar, era causado por alguna misteriosa fuerza del más allá, aumentando considerablemente las supersticiones y extrañas creencias.

El rey visigodo Sisebuto encargó escribir un tratado dedicado a los eclipses para acabar con la superstición y desconocimiento astronómico de sus súbditos (imagen vía Wikimedia commons)
El rey visigodo Sisebuto encargó escribir un tratado dedicado a los eclipses para acabar con la superstición y desconocimiento astronómico de sus súbditos (imagen vía Wikimedia commons)

Si esto lo ponemos en contexto a inicios del siglo VII, en el que gran parte de la humanidad era analfabeta y se regían por lo que los monarcas y evangelizadores les instruían u ordenaban, nos encontraremos con una sociedad asustadiza a cualquier fenómeno que se saliera de lo normal, de ahí que, cada vez que ocurría algo extraordinario para lo que no tenían explicación, entrasen en pánico.

Desde la antigüedad, la mayoría de culturas y pueblos se habían guiado por los calendarios lunares y sabían que todo era cíclico, que ocurría y se repetía siempre con la misma asiduidad. Observaban el firmamento y según las posiciones de las estrellas, el Sol o el satélite lunar, iban determinando los periodos temporales, las estaciones y planeaban cómo iba a ser el tiempo meteorológico que les esperaba (si iba a ser un invierno frio, un verano caluroso, con nieve o sequía…).

Pero cuando de repente y sin esperarlo (debido al desconocimiento) se encontraban que se tapaba o desparecía el Sol o la Luna cuando no tocaba (eclipses) una especie de temor e histeria colectiva se apoderaba de gran parte de los ciudadanos (lo mismo ocurría con la aparición de algún cometa).

En los años 611 y 612 se produjeron una serie de eclipses solares y lunares (totales y parciales) que pudieron ser observados desde la Península ibérica (en aquel tiempo Hispania visigoda), coincidiendo con el conato de varias rebeliones por parte algunos nobles (respaldados por la Iglesia) contra el entonces rey, Gundemaro, quien había llegado al trono en el 610 tras el asesinato de su antecesor, Witerico (también perpetrado por una conjura de los miembros de la nobleza de la época).

Cabe destacar que por aquel tiempo, la monarquía visigoda no era hereditaria, sino que eran los propios nobles, eclesiásticos y hombres de poder quienes escogían al rey que debía sustituir al anterior y en la mayoría de ocasiones (en los casi cuatro siglos de reinado visigodo), los 35 monarcas que ocuparon el trono fueron asesinados.

La coincidencia de los diferentes eclipses del 611 y 612, con las conspiraciones palaciegas y el fallecimiento del rey Gundemaro (según las crónicas por muerte natural, algo que no solía ser habitual), llevó a desestabilizar al pueblo, aumentando considerablemente el número de ciudadanos que abrazaban otras religiones alternativas a la oficial (el catolicismo) y caían en extrañas creencias y supersticiones, promoviéndose rebeliones que podrían dar pie a guerras regicidas.

El rey designado para suceder a Gundemaro fue Sisebuto, un hombre ilustrado, de fuertes convicciones católicas y conocedor de las ciencias (que englobaba la cultura, artes y astronomía).

Coincidiendo con su llegada al trono tuvieron lugar dos eclipses, uno parcial de Sol, el 2 de agosto del 612, y, dos semanas después (el 17 de agosto), otro de Luna. Si a eso le sumamos que el 22 de febrero de ese mismo año también se había eclipsado el satélite lunar (alrededor de la misma fecha que tuvo lugar el fallecimiento de Gundemaro) todo llevaba a aumentar los miedos y las supersticiones.

El nuevo monarca visigodo, Sisebuto, ante el temor de que aquel desconocimiento del pueblo hacia los fenómenos astronómicos se sumara a la inestabilidad en el reino que podría desencadenar alguna nueva guerra regicida, optó por encargar al hombre más erudito de la época que conocía, el arzobispo de Sevilla, Isidorus Hispalensis que escribiese un tratado en el que describiera, de una manera sencilla, entendible y racional, qué eran los eclipses y por qué se producían.

Isidoro de Sevilla (como es citado comúnmente) aceptó el encargo del nuevo rey, presentándole un tratado que tituló como 'Epistula metrica ad Isidorum' (popularmente conocida como 'Epistula Sisebuti' o ‘Liber Rotarum’) y en el que se explicaba el porqué se producían distintos fenómenos astronómicos, atmosféricos y de la naturaleza, siendo acompañados de precisas ilustraciones, que lo hacían mucho más comprensible.

Los escribanos de la época realizaron diversos trasuntos (copias exactas del tratado, debido a que todavía no se había inventado la imprenta) y se distribuyeron tanto por la Hispania visigoda como por otros lugares de Europa, obteniendo una importante relevancia y difusión, que ayudó a que el pueblo llano pudiera conocer (a través de las explicaciones y transmisiones orales que les hacían) todo aquello que desconocían sobre los eclipses, surgiendo, a partir de entonces, un periodo de relativa calma y con menos conflictos internos en el reino, aunque como rey, Sisebuto, realizó diferentes campañas bélicas contra bizantinos, astures y vascones, además de ordenar una feroz persecución contra los judíos.

Sisebuto se mantuvo en el trono durante 19 años, hasta febrero del 621, siendo uno de los que más tiempo ostentaron el cargo de rey del último siglo (murió, muy posiblemente, por envenenamiento) y fue sucedido por su propio hijo, el jovencísimo Recaredo II, quien apenas reinó unas pocas semanas (menos de un mes) al ser asesinado.

Fuente de la imagen: Wikimedia commons

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