Las revistas de ciencia ficción luchan contra una cascada de historias generadas por chatbots

En una imagen de una revista, portada de la edición 193 de la revista Clarkesworld. (Vía Clarkesworld vía The New York Times)
En una imagen de una revista, portada de la edición 193 de la revista Clarkesworld. (Vía Clarkesworld vía The New York Times)

Podría ser una historia de ciencia ficción en sí misma: una máquina que usa inteligencia artificial para intentar suplantar a autores que trabajan en el género, creando historia tras historia sin nunca enfrentarse al bloqueo del escritor. Además, ahora, al parecer, está ocurriendo en la vida real.

Los editores de tres revistas de ciencia ficción (Clarkesworld, The Magazine of Fantasy & Science Fiction y Asimov’s Science Fiction) mencionaron esta semana que los habían inundado con el envío de obras de ficción generadas por chatbots de inteligencia artificial.

Sheree Renée Thomas, la editora de The Magazine of Fantasy & Science Fiction, fundada en 1949, comentó: “Sabía que se aproximaba, pero no al ritmo al que nos impactó”

El diluvio se ha vuelto tan inmanejable que Neil Clarke, el editor de Clarkesworld, afirma que dejó de aceptar colaboraciones hasta que pueda tener mayor control del problema.

En una entrevista efectuada el miércoles, Clarke señaló que Clarkesworld, que publicó su primera edición en 2006 y paga 12 centavos de dólar por palabra, recibe habitualmente alrededor de 1100 colaboraciones al mes.

No obstante, indicó que en tan solo unas semanas este mes, la revista recibió 700 contribuciones legítimas y 500 escritas por máquinas. Aseguró que ha sido capaz de detectar las historias generadas por chatbots al examinar ciertas “características” en los documentos, la escritura y el proceso de envío.

Clarke se rehusó a ser más específico, al aducir que no quería darles ninguna ventaja a aquellos que mandan las historias. Clarke agregó que la redacción también es “mala de maneras espectaculares”. “Solo están instigando, descargando, pegando y enviando a una revista”.

En Twitter, escribió que las colaboraciones eran, en gran medida, “impulsado por expertos en ‘trabajos secundarios’ que aseguran poder obtener dinero fácil con ChatGPT”.

En su blog, Clarke publicó: “No va a desaparecer por sí solo y no tengo una solución. Estoy jugueteando con algunos, pero este no es un juego de golpear a un topo que cualquiera pueda ‘ganar’. Lo mejor que podemos esperar es rescatar suficiente agua para mantenernos a flote. (Como si necesitáramos una cosa más que arreglar)”.

El conflicto que enfrentan los editores subraya los desafíos causados por chabots de inteligencia artificial cada vez más sofisticados como ChatGPT, los cuales han demostrado que pueden escribir chistes y ensayos universitarios, así como intentar diagnósticos médicos.

A algunos escritores les preocupa que la tecnología pueda algún día poner de cabeza al mundo literario, al derrocar al autor como la fuente máxima de creatividad.

No obstante, las historias que inundan a estas revistas parecen ser más como correo no deseado (distinguible con facilidad, al menos por ahora, de la ciencia ficción elaborada por escritores que trabajan por su cuenta).

Sheila Williams, la editora de la revista Asimov’s Science Fiction, declaró que varias de las historias generadas por chatbots que recibió tenían el mismo título: “La última esperanza”.

El miércoles, Williams opinó: “Las personas que hacen esto no tienen un concepto real de cómo contar una historia y tampoco lo tiene ningún tipo de inteligencia artificial. No tienes que terminar la primera oración para saber que no va a ser una historia legible”.

Thomas manifestó que las personas que enviaron historias generadas por chatbots era como si enviaran mensajes no deseados a revistas que pagan por ficción. La Magazine of Fantasy & Science Fiction paga hasta 12 centavos de dólar por palabra y hasta 25.000 palabras.

Thomas expresó que los trabajos generados por inteligencia artificial pueden ser descartados, aunque “es simplemente triste que tengamos que siquiera perder tiempo en ello”.

Agregó: “No suena como un relato natural. Hay fallas y cosas muy extrañas que hacen obvio que viene de un robot”.

Thomas aseveró que había estado vetando de manera permanente a cualquiera que enviara trabajos generados por chatbots.

Enfatizó: “No quiero leer historias de bots. Quiero leer historias que surjan de experiencias e imaginación reales y sus propios impulsos”.

Clarke, cuya revista publica habitualmente entre seis y ocho obras de ficción originales por edición, describió sus frustraciones con las historias generadas por chatbots en una publicación de blog titulada “Una tendencia preocupante” y en un hilo de Twitter.

Al profundizar durante la entrevista sobre sus inquietudes, Clarke dijo que la ficción generada por chatbots podría plantear preguntas éticas y legales, si alguna vez pasara la prueba literaria. Confesó que no quisiera pagar “por el trabajo que el algoritmo hizo” en historias que generó alguien que le dio indicaciones a un algoritmo.

Clarke se cuestionó: “¿Quién es dueño de eso, técnicamente? En este momento, todavía estamos en los primeros días de esta tecnología y hay muchas preguntas sin responder”.

Williams precisó que las contribuciones a Asimov’s se habían incrementado de un promedio de alrededor de 750 al mes a más de 1000 este mes (casi por completo debido a historias generadas por chatbots). Contó que había consumido mucho tiempo el abrir, leer y eliminar las historias, las cuales son “supercomunes”.

Williams añadió que era posible que los escritores usen los chatbots como una parte “juguetona” de su ficción, pero “ahora, no son utilizados de esa manera”.

Concluyó: “No es como que los autores jóvenes necesiten preocuparse ahora de que los vayan a suplantar. Es una preocupación. Pero, al menos, todavía le falta tiempo. Todavía no se han convertido en nuestros amos y señores”.

c.2023 The New York Times Company