El Reto de Justicia Comunitaria de la YWCA, una iniciativa vital que nos eleva a todos en el sur de Florida

Quizá suene cliché, pero es la verdad: Amo a Miami y la oportunidad que me ha brindado, a mí, a mi familia inmigrante y a cientos de miles de personas que vienen aquí en busca de un horizonte más promisorio, o a quienes crecieron en vecindarios locales como Allapattah, Hialeah, Homestead, North Miami y Overtown.

Creo y confío en el poder de nuestra comunidad.

Y es por eso que hoy resalto una iniciativa vital que apoyan el Nuevo Herald y el Miami Herald: el Community Justice Challenge (Reto de Justicia Comunitaria) de la YWCA del Sur de la Florida, que tiene lugar hasta el 15 de mayo.

Este evento comunitario forma parte de un movimiento nacional destinado a ayudarnos a entender cómo los asuntos de raza, poder, acceso y liderazgo se manifiestan en nuestra vida cotidiana.

Como afirma la YWCA: “Este Reto es una travesía diaria de acciones pequeñas pero significativas. ... Cada paso poderoso nos acerca a la construcción de un sur de la Florida unido en el que todos prosperen”.

No podía haberlo dicho mejor.

El Reto pretende fomentar la reflexión personal, alentar la responsabilidad social y motivar a los participantes a aprender juntos, a actuar mancomunadamente a fin de abordar estos problemas. El Reto es gratuito y los participantes obtendrán experiencias diarias de aprendizaje virtual, como la lectura de artículos relevantes o escuchar podcasts.

Sabemos que Miami es un crisol de culturas heterogéneas cuya población intenta salir adelante con valor y esfuerzo. Es mejor si lo hacemos juntos: ese es el objetivo de este innovador proyecto de la YWCA.

Todos tenemos una historia sobre cómo llegamos aquí y qué significa Miami para nosotros. Algunos somos refugiados de países como Cuba, Haití y Venezuela, o, en mi caso, de Nicaragua.

Aprovecho para contarles mi historia y el significado que tiene Miami, como comunidad, para mí personalmente.

A finales de los años 70, los sandinistas tomaron el control de Nicaragua. Unos años más tarde, mis padres decidieron escapar a Miami. Dejábamos atrás todo lo que conocíamos y amábamos, pero nos íbamos a un lugar donde mis padres decían que podíamos ser libres, y llevábamos nuestra patria en el corazón. No sabíamos los peligros que nos esperaban cuando nos dirigimos a México, el único lugar al que podíamos volar y que hacía frontera con Estados Unidos.

No hicimos turismo después de aterrizar en Ciudad de México. Estábamos allí en la misión de nuestras vidas, y teníamos que dirigirnos a la ciudad fronteriza de Matamoros, donde nos reuniríamos con quienes nos ayudarían a llegar a nuestro destino final.

Nos alojamos en una habitación de hotel durante unos días. Una tarde, un grupo de hombres nos recogió misteriosamente y nos llevó en un camión a un punto de cruce de la frontera entre Estados Unidos y México, donde nos unimos a un pequeño grupo de inmigrantes como nosotros. Con el paso de las horas, el grupo crecía más y más.

Súbitamente, un grupo de hombres que parecían policías nos sorprendió y empezó a golpear a nuestro coyote mientras observábamos horrorizados. Imagínense, el hombre que iba a guiarnos hacia una nueva vida fue arrojado a la parte trasera de un camión de plataforma abierta y se lo llevaron. Aún hoy me pregunto qué fue de él.

Abandonados a nuestra suerte, los adultos de nuestro grupo tuvieron que decidir rápidamente nuestro siguiente paso. “¡Tenemos que cruzar a Estados Unidos antes de que vuelvan!”. Recuerdo vívidamente escuchar esas palabras. Todos estuvieron de acuerdo. Ya habíamos recorrido gran parte del camino.

Las aguas del Río Grande eran altas y peligrosas. Al menos eso parecía a los ojos de un niño de 11 años. Yo no sabía nadar y mi padre, de 60 años, tampoco. Pero me alzó a su espalda y todos nos adentramos en el río, acercándonos cada vez más a la tierra de la libertad.

Años más tarde, recuerdo a mi padre contándome la historia de cómo el agua le llegaba a la barbilla, pero él seguía empujando. Cruzamos el río y llegamos a Estados Unidos. ¿Y ahora qué? Todos empezamos a caminar por campos abiertos hacia Dios sabe dónde. Solo veíamos vías de tren y lo que parecía un gran bosque.

Por suerte, nos encontraron unos agentes de inmigración estadounidenses que hablaban español. Como yo era niño y teníamos parientes en Miami, nos dejaron ir. Y formamos nuestro hogar en Hialeah, donde empezamos el proceso de solicitud de asilo, residencia y, finalmente, obtuvimos nuestra preciada ciudadanía americana.

Para mí, Miami como comunidad fue un regalo del cielo, y lo sigue siendo. Mi familia pudo encontrar trabajos decentes, pagar impuestos y ganarse la vida. Nuestros vecinos siempre nos echaron una mano cuando lo necesitábamos. Si no fuera por el profesor del Miami Dade College David Merves, que tuvo fe en mí y dio mi nombre al editor de Deportes del Miami Herald como posible empleado, probablemente no estaría en el puesto que ocupo hoy.

Para mis padres era muy importante traerme a Estados Unidos. Mi padre falleció en 2015, pero pudo verme convertido en editor del Herald. Mi madre acaba de fallecer, el 31 de marzo, y me vio convertirme en editor ejecutivo interino del Miami Herald y el Nuevo Herald. Nada mal para un joven que inició su carrera en el Herald contestando teléfonos a los 19 años.

Me siento afortunado y agradecido por la forma en que esta comunidad me cobijó y por los incontables sacrificios que hicieron mis padres para impulsarme y motivarme a ser el hombre que soy. Hoy puedo, en una pequeña medida, retribuir algo a nuestra comunidad.

Y es precisamente para asegurar que otros como yo también tengan oportunidades similares, que he decidido participar en el Reto. Creo que este esfuerzo de la YWCA puede cambiar las reglas del juego para todos nosotros.

El Reto de este año se ha centrado en la discapacidad, la vivienda, la música y, a partir del lunes, en la salud mental. El programa proporciona una herramienta de aprendizaje virtual que ayuda a individuos o grupos a crear hábitos eficaces de justicia social.

Todavía hay tiempo para participar y aprender más sobre el Reto. Obtenga más información en su portal digital en español o en inglés.

Su opinión nos importa a todos en el Herald. Estamos aquí para nuestra comunidad. Envíeme un correo electrónico a amena@miamiherald.com o llámeme al 305-376-3493.

Alex Mena es editor ejecutivo interino del Miami Herald y el Nuevo Herald.
Alex Mena es editor ejecutivo interino del Miami Herald y el Nuevo Herald.

Alex Mena es editor ejecutivo interino del Miami Herald y el Nuevo Herald.