Resucitar al pájaro dodo podría traer muy malas consecuencias


Puede que la expresión “desapareció con los dodos” deje de ser cierta, y todo debido a que el pasado 31 de enero Colossal Biosciences anunció un proyecto para desextinguir al pájaro dodo.

Junto con el mamut lanudo y el tigre de Tasmania —conocido también como tilacino—, el dodo es la tercera especie extinta que la compañía estadounidense pretende resucitar. El problema es que muchos científicos dudan de que recuperar especies como el dodo sea una buena decisión.

“Resucitar a los dodos no aporta nada a esa especie (de hecho, no creo que la idea tenga mucho sentido). Y tampoco ayuda a los otros animales que han sido víctimas de la actividad humana”, declara para Newsweek el Dr. Josh Milburn, profesor de filosofía moral y política en la Universidad de Loughborough, Inglaterra. “Lo único que lograrían sería crear nuevos dodos. ¿Y de qué serviría eso? Producir animales con la única intención de saciar la curiosidad no es solo falta de humildad, sino que apunta a que existe una motivación ulterior”.

Endémico de la isla de Mauricio, el dodo (o dronte; Raphus cucullatus) fue un ave no voladora que alcanzaba una altura aproximada de un metro y tenía muy pocos depredadores, razón por la que no manifestó temor alguno cuando los humanos llegaron a la isla en el siglo XVI.

Por desgracia, los marineros mataron grandes cantidades de esas aves para alimentarse; y encima, sus poblaciones fueron diezmadas por las especies invasoras que llegaron en los barcos europeos, incluidos perros, cerdos, gatos y ratas.

EL DODO SE EXTINGUIÓ HACE MÁS DE 300 AÑOS

Se cree que el dodo se extinguió en algún momento entre 1688 y 1715, aunque los avistamientos se habían reducido enormemente desde la década de 1660. Y eso, pese a que la descripción inicial del ave se hizo poco menos de un siglo antes: en 1598, cuando integrantes de la segunda expedición holandesa a Indonesia toparon con la especie por primera vez.

El proyecto de desextinción del dodo se ha vuelto posible gracias a que, en 2022, un equipo de la Universidad de California secuenció por primera vez el genoma de esta ave extinta.

El proyecto de Colossal consistiría en introducir el genoma del dodo en el genoma de la paloma de Nicobar (Caloenas nicobarica), especie endémica del territorio indonesio y las islas Nicobar. Una vez obtenidos los genomas modificados, la compañía cultivaría células germinales que, eventualmente, transferiría a una hembra huésped.

Milburn arguye que los dodos desextinguidos no tendrían una buena vida, como tampoco la tendrían los otros animales contemplados en los proyectos corporativos.

“Si los esfuerzos de desextinción son exitosos, ¿qué pasará con los dodos creados? ¿Los encerrarán en zoológicos para divertir al público? Sería terrible. No debemos crear animales con la única finalidad de explotarlos”, acusa Milburn.

“Y tal vez los propios dodos no sean los únicos animales perjudicados por los esfuerzos de desextinción”, prosigue el profesor. “Cabe esperar que la tecnología utilizada en la reproducción conduzca a la explotación de las llamadas ‘sustitutas’.

“¿Acaso les darán un trato digno o las mantendrán encerradas, sufriendo o incluso muriendo prematuramente? Tal es el tipo de cuestionamiento que tenemos que hacer. Si las tecnologías de desextinción van a dañar animales vivos, eso es más que suficiente argumento para oponernos a su uso”, agrega.

¿LIBERARLOS EN LA ISLA DE MAURICIO?

Por toda respuesta, Colossal ha asegurado que, de tener éxito, los dodos resucitados serán liberados en su hogar ancestral de la isla de Mauricio. A lo que Milburn replica: “Si la intención [de la empresa] es soltar a los dodos en Mauricio, tienen que cuestionar el impacto que tendrá esa liberación en las personas y en los animales que hoy viven en la isla. Si dicho impacto es negativo, les sobrarán razones para detenerse a reflexionar”.

Una mujer observa un dodo exhibido en “Extinción: ¿no es el fin del mundo?”, exposición presentada en el Museo de Historia Natural de Londres, Inglaterra, el 5 de febrero de 2013. (Peter Macdiarmid / Getty Images)

Por otro lado, existe la inquietud de que los dodos vuelvan a extinguirse, pues el mundo que hemos creado ya no es compatible con la especie. Al respecto, el Dr. Euan Ritchie, profesor de ecología y conservación de la vida silvestre en la Universidad Deakin, en Geelong, Australia, comenta para Newsweek: “Nadie sabe cuánto tiempo sobrevivirán los individuos de las especies resucitadas, pues es muy probable que enfrenten muchos desafíos importantes. En particular, la pérdida potencial de las conductas innatas que propiciaron su supervivencia (como sus hábitos de caza y sociales, o sus estrategias para evadir a los depredadores)”.

Otros científicos están de acuerdo, e incluso muchos proponen que, antes de que perdamos más especies, Colossal destine los fondos de los proyectos de recuperación del dodo, el mamut lanudo y el tigre de Tasmania a la preservación de la biodiversidad de nuestro planeta. En ese sentido, se sabe que Colossal ha destinado 150 millones de dólares al proyecto de desextinción del dodo.

MEJOR CONSERVAR LAS ACTUALES ESPECIES

“Me parece que el consenso general en los círculos de conservación es que el esfuerzo (en términos de tiempo, experiencia y dinero) estaría mejor aprovechado en la conservación y restauración de las especies y los ecosistemas existentes”, señala el Dr. Jason Gilchrist, profesor de ecología, fisiología, taxonomía, biodiversidad, ecología evolutiva y conservación en la Escuela de Ciencias Aplicadas de la Universidad Napier de Edimburgo, Escocia, Reino Unido.

“La resurrección requiere de cantidades exorbitantes de dinero, así como de enormes inversiones en experiencia y tecnología, en tanto que la probabilidad de éxito es relativamente baja”, añade el científico.

“Considero que debemos concentrarnos en salvar la biodiversidad que aún tenemos (tema en el que no hemos hecho un buen trabajo), en vez de desembolsar fondos en proyectos para recuperar especies que ya hemos perdido”, opina Gilchrist.

Pese a todas las consideraciones antes citadas, la resucitación del dodo podría tener cierto valor, ya que revertiría uno de los muchísimos impactos negativos que el humano ha dejado en el planeta. Y, de paso, podríamos aprender un poco más sobre una especie perdida en el tiempo.

“La recuperación del dodo (o algo parecido al dodo) contribuiría un poco a reparar el daño que la humanidad ha ocasionado a la biodiversidad, lo cual me parece muy emocionante”, comenta el Dr. Julian Koplin, profesor de bioética en el Centro de Bioética Humana en la Universidad de Monash, Australia.

“No obstante, el desarrollo de esas técnicas es difícil y costoso, y algunos consideran que no es la mejor manera de aprovechar los recursos. Aunque entiendo las inquietudes en cuanto al coste de oportunidad, en lo personal, me parece que sería útil incluir en nuestro juego de herramientas el tipo de técnicas que Colossal está desarrollando”.

EL EFECTO CONTRARIO

“Por otra parte, no hay duda de que los costes disminuirán con el paso del tiempo y, llegados a ese punto, las inquietudes se volverán mucho menos perentorias”, agrega Koplin.

Desde otra perspectiva, la reaparición de un animal tan fascinante y legendario como el dodo también podría motivar al público en el tema de la conservación.

“Tal vez la resucitación del dodo (o algo similar al dodo) sea una historia de éxito inspiradora y muy poderosa que estimule al público a interesarse en los problemas ecológicos, como no han logrado hacerlo los tétricos informes sobre las extinciones actuales”, especula Koplin.

Con todo, el proyecto podría tener el efecto contrario y sugerir que no tiene caso proteger la vida silvestre, ya que podemos resucitar cualquier especie si la llevamos a la extinción.

“También cabe la posibilidad de que esos esfuerzos hagan que el público se vuelva irracionalmente optimista en cuanto a la extinción de otras especies”, advierte Koplin. “¿Dejaremos de interesarnos en la protección de las especies y de los ecosistemas existentes si creemos que la tecnología puede —al menos en teoría— volverlos a la vida en un momento posterior?

“No sé cuál de esas posibilidades sea la más factible”, concluye Koplin. “Sin embargo, me parece importante mantenernos atentos, porque un cambio de percepción semejante podría tener un impacto profundo en el medioambiente”. N

(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek).

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