Los republicanos saben del peligroso comportamiento de Trump, y aun así lo apoyan | Opinión

Queridos republicanos:

Así se expresa una mujer libre.

Hablamos, por supuesto, de Cassidy Hutchinson, una joven ex asistente de la Casa Blanca de Donald Trump, quien compareció ante la comisión de la Cámara de Representantes que investiga el intento de golpe de Estado del 6 de enero. Libre de la necesidad de defender lo indefendible o de racionalizar lo irracional libre, en otras palabras, de Trump— se limitó a contar lo que vio y oyó antes y mientras los alborotadores irrumpían en la sede del gobierno estadounidense. Hutchinson fue una testigo preparada y eficaz, y su testimonio pintó imágenes condenatorias e indelebles.

Como el ketchup escurriendo por la pared del comedor del Despacho Oval y el plato de porcelana hecho pedazos en el suelo, tras una rabieta presidencial.

Como Trump exigiendo airadamente la retirada de los “malditos” magnetómetros instalados para evitar que personas con armas entraran en su mitin previo a los disturbios en la Elipse. (“No me importa que tengan armas, no están aquí para hacerme daño”).

Como Trump agrediendo físicamente al jefe de su destacamento del Servicio Secreto —hay reportes de que el agente refuta esto— cuando se negaron a trasladarlo al caos del Capitolio.

Como el jefe de Hutchinson, el jefe de gabinete Mark Meadows, consultando pasivamente su teléfono móvil mientras Hutchinson y otros le llevaban boletines cada vez más urgentes sobre barricadas superadas y ventanas rotas.

¿Hace falta siquiera decir que Donald Trump emitió declaraciones en su deshonesta red social afirmando que nada de eso había sucedido, diciendo que apenas sabe quién es Hutchinson, y tildándola de “chiflada”?

Desgraciadamente para Trump, ella no parecía “chiflada” en lo más mínimo. Simplemente parecía libre.

Republicanos, ¿no les gustaría ser libres? ¿Cuántos años han pasado desde que cada uno de ustedes fue su propio dueño o dueña, sin la carga de mentiras, coartadas y la necesidad de fingir que no ven?

Este es, por supuesto, un momento oportuno para hablar de la libertad. Entre comidas al aire libre y fuegos artificiales, acabamos de celebrar a nuestros Fundadores, que se declararon libres de Gran Bretaña hace 246 años. Esto no quiere decir que los hombres que firmaron nuestra Declaración de Independencia fueran perfectos ni mucho menos. La mayoría, después de todo, eran comerciantes de carne humana. Pero hay que reconocerles esto: Tenían el valor de sus convicciones. Tuvieron el valor de ser libres, aunque sabían que el costo podría ser ruinoso.

Al responder a un llamado de conciencia firmando ese documento revolucionario, hombres como Benjamin Franklin, John Adams y Richard Stockton pusieron en riesgo su libertad personal, su sustento y su vida. Ahora la conciencia vuelve a llamar. De hecho, la conciencia grita. Sin embargo, muchos de ustedes, incluso a estas alturas, responden con silencio. Porque hacer lo contrario —hacer lo correcto— es enfurecer a Trump, y Dios sabe que no quieren eso.

Pero si pensamos en lo que la generación fundadora podía perder al servicio de este país y lo que hicieron de todos modos, y luego lo comparamos con lo que ustedes pueden perder y lo que han hecho. Bueno, digamos que el retrato que surge de ustedes no es halagador.

¿No les gustaría ser libres?

Como el testimonio de Hutchinson dejó vívida, aunque redundantemente claro, ustedes están dirigidos por un niño monstruoso e inestable. ¿Cómo pueden tener mayor lealtad a él que a su país? ¿O que a ustedes mismos? Al firmar su documento revolucionario, esos hombres se declararon independientes —libres— de la tiranía de un rey egoísta y opresor.

¿Por qué no hacen lo mismo?

Leonard Pitts Jr. es un galardonado columnista del Miami Herald.