Los republicanos cayeron en una trampa que ellos mismos tendieron en la frontera
WASHINGTON — Los congresistas republicanos pensaban que habían tendido una trampa ingeniosa a los demócratas con la que lograrían objetivos complementarios a nivel político y de políticas.
Su idea era vincular la aprobación de la ayuda militar a Ucrania con duras exigencias de seguridad fronteriza que los demócratas nunca aceptarían, así los republicanos podrían bloquear el dinero para Kiev al que muchos de ellos se oponen y, al mismo tiempo, se les facilitaría atizar a los demócratas por rehusarse a detener una ola de inmigrantes en la frontera. Iba a ser una victoria por donde se le viera de cara a las elecciones de noviembre.
Sin embargo, los demócratas les hicieron una zancadilla al ofrecerles concesiones significativas —casi inauditas— de política migratoria sin insistir en mucho a cambio. Ahora, los republicanos están abandonando rápido una concesión que les daba mucho de lo que querían y de esta manera dejan en grave peligro la ayuda a Ucrania, la política fronteriza en caos y al Congreso dando tumbos de nuevo mientras varias crisis a nivel nacional y en el extranjero quedan sin atender debido a un estancamiento legislativo.
El giro de los acontecimientos produjo un espectáculo extraordinario en el Capitolio esta semana, cuando un desfile de senadores republicanos repudió casi en el acto una importante pieza legislativa que habían exigido durante meses como parte de cualquier acuerdo para brindar más ayuda a la asediada Ucrania. Incluso el líder de la minoría en el Senado, Mitch McConnell, de Kentucky, el principal defensor republicano de la ayuda a Ucrania, y el senador James Lankford, republicano de Oklahoma, quien invirtió meses en el acuerdo fronterizo, sugirieron que iban a optar por bloquearlo en una votación de prueba agendada para el miércoles en el pleno.
Los republicanos del Senado, quienes en su mayor parte habían evitado el caos que ha consumido a los republicanos de la Cámara de Representantes durante los dos últimos años, se parecían más a sus homólogos del otro lado de la rotonda, sacudidos a causa de la división, las acusaciones e incluso las convocatorias de la extrema derecha para tener un nuevo liderazgo.
“Hace un año decían: ‘Necesitamos un cambio en la ley’”, comentó Lankford, frustrado porque sus colegas republicanos se habían levantado en armas debido a la situación fronteriza tan solo para rechazar de repente la nueva legislación. “Ahora el discurso es: ‘Era broma, no necesitamos un cambio en la ley. Tan solo necesitamos que el presidente utilice las leyes que ya tiene’. Antes no era así”.
El episodio dejó asombrados a los demócratas.
“Simplemente estupefacto”, escribió en redes sociales el senador Brian Schatz, demócrata por Hawái. “Nunca había visto nada así. Literalmente exigieron una política específica, la consiguieron y luego la hundieron”.
Al tratar de racionalizar su decisión anticipada de obstruir la legislación que habían pedido, los republicanos señalaron que necesitaban más tiempo para digerir el proyecto de ley y tal vez que se les permitiera proponer algunos cambios. No obstante, todo eso parecían excusas. Es poco probable que el tiempo esté del lado del proyecto de ley, pues la política que lo rodea es cada vez más volátil conforme se acercan las elecciones de este año. En luchas anteriores por el tema de la inmigración, lo más común es que los fracasos en las votaciones de procedimiento condenaron la iniciativa.
Además, algunos altos cargos republicanos afirmaron que no era solo un asunto de realizarle algunas modificaciones al texto. Señalaron que era hora de pasar a las urnas.
“Joe Biden nunca hará cumplir ninguna ley nueva y se niega a utilizar las herramientas que ya tiene para poner fin a esta crisis”, comentó el martes el senador John Barrasso, de Wyoming, el republicano número tres del Senado, en un comunicado en el que anunció su oposición. “No puedo votar a favor de este proyecto de ley. Los estadounidenses irán a las próximas elecciones a poner fin a la crisis fronteriza”.
El comunicado de Barrasso tan solo fue el último indicio de que las elecciones inminentes —y el control que Donald Trump ejerce cada vez más sobre el partido como el favorito para la nominación— casi habían imposibilitado que los republicanos aprobaran el acuerdo fronterizo.
Trump rechazó la propuesta bipartidista poco después de su presentación y los senadores que la aceptaron se arriesgaron a enemistarse con él y sus simpatizantes. Trump considera que el caos en la frontera —y la motivación que este les da a los votantes conservadores— es una de sus principales ventajas políticas. Como señaló Biden en sus comentarios del martes, el expresidente ha estado frenético, avivando la oposición contra la nueva legislación.
En la Cámara de Representantes, el presidente Mike Johnson y su equipo de liderazgo dejaron claro que no querían tener nada que ver con el proyecto de ley del Senado. Así que incluso algunos republicanos cuya inclinación pudo ser apoyarlo tal vez decidieron no hacerlo, para evitar un voto duro hacia una medida que no tenía ninguna posibilidad de salir del Congreso.
Para Johnson, oponerse a la medida representaba parte del delicado acto de malabarismo que está intentando. Hasta ahora ha podido mantener a raya a los archiconservadores descontentos con los acuerdos bipartidistas respecto al gasto que ha conseguido para mantener abierto el gobierno. No obstante, si Johnson permite una votación sobre el paquete frontera-Ucrania podría desatar la ira de ese bando a tal punto que también se podría poner a prueba su permanencia en el puesto.
Los republicanos de la Cámara de Representantes van a librar una batalla campal para mantener su mayoría después de dos años en el poder con logros mínimos y para muchos de ellos la inmigración es un tema polémico que los podría beneficiar. Sin embargo, los demócratas que están en duras batallas tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado ahora podrán argumentar que estaban dispuestos a aceptar nuevos controles fronterizos estrictos, pero que los republicanos no dejaron avanzar la iniciativa.
El enfrentamiento también ha puesto en una situación difícil a McConnell, quien consideraba que la legislación fronteriza era en su mayor parte un vehículo para desbloquear la ayuda a Ucrania, la cual, para él, es una batalla existencial contra Rusia por los valores occidentales y democráticos. Si la nueva legislación fracasa, como ahora parece probable, McConnell tendrá que buscar otra vía para ayudar a Ucrania, aunque muchos de sus colegas del Partido Republicano en la Cámara y el Senado se resistan cada vez más al financiamiento.
c.2024 The New York Times Company