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Isabel II, una reina lejos de las decisiones durante la guerra de Malvinas

El príncipe Andrés, poco después de la Guerra de Malvinas
El príncipe Andrés, poco después de la Guerra de Malvinas

En 1982, cuando se desató la guerra de Malvinas, ya hacía décadas que los monarcas británicos no tomaban injerencias en las decisiones del gobierno en el Reino Unido.

En la Segunda Guerra Mundial, el padre y la madre de Isabel II –los reyes Jorge VI e Isabel- estuvieron ajenos a la contienda bélica en cuanto a la toma de decisiones, pero no en lo simbólico. Era muy frecuente su presencia junto al pueblo en circunstancias difíciles.

Isabel II, como hija en este período, lució un uniforme militar participando del esfuerzo de guerra y cumpliendo sus deberes como el resto de su familia.

La guerra de las Malvinas la encuentra en la plenitud de su reinado, pero lejos de las decisiones, como correspondía, más allá del informe semanal que rendía la primera ministra Margaret Thatcher.

Revisando las diversas biografías de ambas figuras surge que la comunicación en esos días no fue demasiado intensa. Algunos sostienen que la Reina tenía dudas respecto a esa guerra lejana que parecía no comprender del todo.

Su marido, Felipe Mountbatten, fue héroe de guerra naval en la Segunda Guerra Mundial y desarrolló una promisoria carrera como oficial de la Royal Navy, que interrumpió por su matrimonio con Isabel que lo convirtió en príncipe consorte.

No fue fácil para Felipe esta decisión. Su tío había sido un destacado Almirante que fue el último Virrey británico en la India.

El príncipe consorte habría demostrado un mayor interés con los acontecimientos y cierta mayor simpatía respecto a la actitud asumida por la premier Margaret Thatcher.

Pero la incorporación del príncipe Andrés, joven piloto naval a la task force que se formó para recuperar las Malvinas, estableció un nexo personal de la soberana Isabel II con un hecho que hasta ese momento resultaba un tanto distante.

El general Benjamín Menéndez, comandante militar argentino en las islas durante la guerra, en una desafortunada afirmación desafió al “principito” a que intentara recuperar las islas.

El príncipe vino y cumplió un rol militar normal como el que tuviera después el príncipe Guillermo en las operaciones de Afganistán.

El desfile de la victoria fue presidido por la primera ministra británica como la líder triunfante y la Reina, en una posición distante. Se dice que su marido el duque de Edimburgo destacaba que Thatcher merecía ese rol. No había simpatía entre ambas mujeres.

El autor es director del Centro de Estudios Nueva Mayoría