Una reina inmobiliaria y el secreto que no pudo mantener oculto
Alice Mason organizaba una de sus cenas de gala. Llevaba años organizando eventos que las páginas sociales de Nueva York adulaban, pero no esperaba que éste trastocara un secreto que había guardado durante gran parte de su vida.
Agente inmobiliaria de la élite de Manhattan, Alice acostumbraba celebrar seis cenas al año, casi siempre con 56 asistentes: mitad mujeres, mitad hombres, no demasiadas parejas. Sus invitados, como dijo un miembro de la alta sociedad, eran “la lista A de la lista A”: Barbara Walters, Bill Clinton, Gloria Vanderbilt, Alan Greenspan, Norman Mailer, Estée Lauder, Mary Tyler Moore, Jimmy Carter.
“La clave de mis fiestas son las mesas pequeñas”, dijo Alice en una ocasión a The New York Times. “Así la gente no tiene que hablar solo con los de su derecha o izquierda. Pueden hablar con toda la mesa”.
Esta fiesta, hacia 1990, era para su única hija, Dominique Richard, quien acababa de comprometerse. Más de 30 años después, Dominique no recuerda mucho de la fiesta, solo que fue “glamorosa y fabulosa”, como siempre. Lo que ahora destaca es lo que significó para la relación con su madre. El acompañante de una invitada provocaría una ruptura permanente entre ellas.
En el mundo inmobiliario de Nueva York, las apariencias importan. La hábil colocación de una alfombra o una lámpara puede crear una impresión que ayuda a hacer una venta. Alice Mason construyó su carrera en parte sobre bellas ilusiones, y este invitado pondría al descubierto la forma en que había escenificado su propia vida.
F de Fluffy
Alice creció en Filadelfia y a principios de la década de 1940 asistió al Colby College de Maine, con la intención de seguir los pasos de su padre que era dentista. En Colby formó parte del club de danza moderna y, cuando se mudó a Nueva York, trabajó como profesora de baile, enseñando salsa y mambo a actores de Broadway y Hollywood. Alice se dedicó al sector inmobiliario por capricho, después de que Gladys Mills, fundadora de Gotham Realty, la ayudara a encontrar su primer apartamento en Nueva York en 1952, un estudio en la calle 53 Este. Gladys invitó a Alice a trabajar con ella.
“Nunca me interesó el sector inmobiliario; solo me interesaba Nueva York”, contó Alice a The Real Deal en 2007. “Pero cuando me ofreció el trabajo y dijo que se ocupaba sobre todo de estrellas de cine, pensé que sería interesante”. Entre los clientes de Alice estaban Marilyn Monroe y Rex Harrison, y pronto se hizo íntima amiga de la socialité Jeanne Murray Vanderbilt.
Jeanne y su marido, el heredero del ferrocarril Alfred Gwynne Vanderbilt Jr., llevaban a Alice a las reuniones que organizaban en su finca de Broadhollow, una extensa propiedad en Long Island. Sus fiestas eran principalmente para los miembros de la familia, hasta que Alice sugirió invitar a los famosos que estaba conociendo gracias a su incipiente carrera inmobiliaria. Alfred, impresionado, se convirtió en cliente.
Pertenecía a una de las familias más ricas del país, pero, como Alice pronto descubrió, las juntas de propietarios más exclusivas de la ciudad seguían sin quererlo como inquilino. “Llamé a muchos edificios y me dijeron: ‘Nunca aceptaríamos a un Vanderbilt o a un Astor; ellos son de 1880 y nosotros de 1620’”, dijo Alice en una entrevista en 2010.
En aquella época, si alguien no figuraba en el Registro Social de Nueva York —esencialmente, las Páginas Amarillas de los miembros de la alta sociedad—, pasar ciertas juntas de copropietarios era una tarea muy difícil, si no imposible. El apellido, la raza, el estado civil y el estatus social influían a la hora de acceder a un determinado edificio, incluso si, como Alfred, la persona podía permitirse comprarlo entero.
Finalmente, Alice le encontró a Alfred un ático en el Upper East Side al que podía llamar hogar. Y se dio cuenta de que podía crear su propio negocio para solucionar este problema. Alrededor de 1958, fundó su propia empresa, a la que llamaría Alice F. Mason Ltd. La F era falsa; decía a la gente que significaba Fluffy, un apodo cariñosamente sarcástico que le había puesto Alfred. Pero Alice también creía en la numerología y, con la inicial F, su nombre sumaba 22, “el número más poderoso”, dijo.
Con el tiempo, Alice se convirtió en una de las agentes inmobiliarias más poderosas de Nueva York, la persona a la que llamabas si no podías pasar de la junta.
Instó a un cliente, un empresario iraní, a que trajera dos grandes latas de caviar iraní para impresionar a una junta de copropietarios. A otro le aconsejó que donara 10 millones de dólares al Museo Metropolitano de Arte, ya que el presidente de la junta de propietarios estaba en el consejo del museo. Y una vez, le dijo a un peletero judío del Bronx que abriera una cuenta bancaria en Manhattan y encontrara a cuatro personas en el Registro Social que pudieran escribirle cartas de recomendación; le dijo a su mujer que fingiera que tenía tos y que no hablara durante su entrevista con la junta, para ocultar su acento.
En sus memorias inéditas, partes de las cuales se incluyeron en un artículo de Air Mail de 2023, Alice escribió: “Me convertí en un éxito casi de la noche a la mañana porque realmente hice un estudio de la élite para averiguar cómo burlarlos”.
Con el tiempo, cuando los clientes de Alice se convirtieron en miembros de los consejos de administración de las juntas de propietarios en las que ella se esforzó por introducirlos, tuvo en sus manos las llaves de varios de los edificios más codiciados de la ciudad. Los nuevos ricos eran ahora simplemente ricos, y se lo debían.
Aunque Alice ayudó a decenas de clientes a comprar la casa de sus sueños, siguió alquilando. En 1962, se mudó a un apartamento de 400 dólares al mes y 622 metros cuadrados de alquiler estabilizado en un edificio de la calle 72 Este. Dicho apartamento se convertiría en el escenario de sus famosas cenas, documentadas en la revista New York, The Daily News, El Times y otros medios. “Las comidas calientes, creadas especialmente para Alice por el restaurantero Daniel Boulud, son siempre deliciosas”, escribió la columnista de sociedad Aileen Mehle para Women’s Wear Daily. En la mesa, la conversación “siempre es divertida —puedes contar con que los ingeniosos y sabios se luzcan— y lo suficientemente controvertida”.
Delgada y menuda, Alice llevaba perlas y trajes con mangas remetidas. En algún momento, esos trajes se convirtieron en Chanel, Dior y Armani: “Mucho Armani, porque Armani es lo que yo llamo ‘clásico de señora mayor’”, dijo Dominique. Alice se rociaba con perfume Diorissimo y a menudo se le veía con su perrito blanco, un maltés llamado Fluffy.
Alice invitaba a sus comensales a cenas con semanas de antelación, después de perfeccionar la lista en blocs de notas amarillos. No solo le atraían las estrellas de cine, también recibía a ejecutivos, escritores, artistas y herederos de todo tipo. El arquitecto Philip Johnson, la periodista Diane Sawyer, la ejecutiva de Chanel, Kitty D’Alessio, el editor de periódicos William Randolph Hearst Jr. y el diplomático Richard Butler fueron algunos de sus invitados.
En la década de 1970, los intereses de Alice habían trascendido el mundo del hospedaje y los bienes raíces para adentrarse en el de la política. Se hizo muy amiga de Jimmy Carter, quien asistía a sus cenas, y recaudó cientos de miles de dólares para su campaña presidencial. Alice llamaba a los donantes pidiendo contribuciones de 225 dólares —en numerología, esa cifra suma 9, frente a 250 dólares, que suman 7, un número de mala suerte, explicó Dominique—. “¡No podríamos haber ganado sin ti!”, le escribió Carter el 16 de noviembre de 1976, apenas dos semanas después de ganar las elecciones. Más tarde, en 1992, organizó una cena de recaudación de fondos para Bill Clinton cuando éste se presentaba a las elecciones presidenciales, y al parecer recaudó 1,5 millones de dólares.
El agente George Vanderploeg, que trabajó para Alice en la década de 1990, recordaba que en su despacho “tenía fotografías en blanco y negro de todos los presidentes y toda la gente rica y famosa que conocía”. Y continuó: “Era tan inspirador. Era como un museo de Alice Mason”.
Una relación tensa
En algún momento de la década de 1950, Alice conoció a Francis Richard, quien se había trasladado a Nueva York desde Francia para abrir una escuela de idiomas Berlitz. Alice tomó clases de francés allí y “él la encantó”, dijo Dominique.
Se casaron en 1957 y tres años después, en mayo de 1960, tuvieron a Dominique. “Solo quería una niña y solo quería que naciera en domingo y que fuera Tauro, no Géminis”, dijo Alice más tarde a The Real Deal. “Conseguí todo lo que quería”.
Pero la pareja se divorció antes de que Dominique cumpliera un año, y de niña iba y venía entre las casas de sus padres. Su padre, dijo, “quería oír lo que me gustaba. Quería leerme los cuentos que yo quería. Me hacía comiditas francesas y galletas y cosas y hacía que mi vida fuera importante”.
Su madre le dio una vida diferente. ”Íbamos a grandes cócteles, mamá y yo, todo el tiempo”, dijo. “Y yo siempre decía: “¿Por qué vamos a estos?”. Alice siempre respondía: “Bueno, tenemos un negocio”.
Alice era una jugadora estrella de gin rummy, y jugaba a menudo con hombres de negocios. A veces tenía que vivir de comisión en comisión, y sus ganancias del juego de cartas podían servirle para pagar el alquiler. “Le decía a mi madre: ‘¿Quieres jugar a las cartas conmigo?’”, dijo Dominique. “Y ella decía: ‘Me arruinarás el juego. No puedo jugar contigo’”.
Dominique quería ir a la universidad en California o Francia, pero Alice la convenció para que se quedara en Manhattan. “¿Qué tiene de malo Nueva York?”, recuerda Dominique que le dijo su madre. “Puedes vivir en casa”. Dominique se graduó del Barnard College en 1982 e, inspirada por la serie de televisión Perry Mason, tenía esperanzas de convertirse en abogada. Alice la animó a unirse al negocio familiar. Si le iba muy mal, dijo Alice, podría dedicarse a otra cosa. Pero Dominique acabó convirtiéndose en vicepresidenta de la firma e incluso le vendió un apartamento a Joan Didion. “Era buena, pero nunca me gustó”, dijo.
“Siempre me sentí asfixiada por ella”, dijo Dominique. “Todo era a su manera”.
Cuando Dominique estaba en la universidad, conoció a Luke Yang, estudiante de la Universidad de Columbia. Ambos se hicieron íntimos gracias a una clase de francés a la que asistieron juntos, un paralelismo con la historia de amor de los padres de ella. Empezaron a salir después de la universidad y acabaron comprometiéndose.
Fue entonces cuando Alice decidió hacer lo que mejor sabía hacer: organizar una fiesta. Pero esta vez, como era una fiesta de compromiso para la pareja, la lista de invitados incluía también a algunos amigos de Luke. Una de ellas era Pamela Thomas, a quien Luke conocía de su época en la Harvard Business School, y que llevó a su futuro marido, el escritor Lawrence Otis Graham.
El ayudante de camarero
Nada fuera de lo común pareció ocurrir en la fiesta de compromiso en sí, que fue tan glamorosa como cualquier otro evento de Alice Mason. Pero la presencia de Lawrence sembró la semilla de las desavenencias que vendrían adelante.
Lawrence se había criado en el condado de Westchester y se había graduado en Derecho en Harvard tras estudiar en la Universidad de Princeton.
Pero en 1992, borró sus credenciales de la Ivy League de su currículum y consiguió un trabajo limpiando platos en el Greenwich Country Club de Connecticut.
El 17 de agosto de ese año, su retrato apareció en la portada de la revista New York, con el titular “Hombre invisible”. “Entré en este club de campo de la única manera que una persona negra como yo podía: como ayudante de camarero a 7 dólares la hora”, escribió Lawrence en un relato en primera persona en el que detallaba el racismo y el sexismo que había observado.
Su relato suscitó un debate sobre raza, clase y discriminación, y lo incluyó en su libro de 1995, Member of the Club: Reflections on Life in a Racially Polarized World. Lawrence era una estrella literaria en ascenso.
En 1999, aproximadamente una década después de asistir a la fiesta de compromiso de Dominique, publicó Our Kind of People: Inside America’s Black Upper Class. El libro exploraba las vidas de la élite de la población negra, el tipo de gente que veraneaba en Martha’s Vineyard y se educaba antes de que se les abrieran muchas puertas a la riqueza y el éxito. “De hecho, conocí a algunos que no solo tenían la tez 10 tonos más clara que esa bolsa de papel marrón, y el pelo tan liso como cualquier regla, sino que también tenían múltiples generaciones de ‘buena apariencia’, riqueza y logros”, escribió Lawrence en el libro. “Y, por supuesto, también conocía a algunos chicos negros que no podían presumir de nada en absoluto”.
Era un quién es quién de la alta sociedad negra, y en la página 268, allí estaba ella: Alice.
Lawrence dijo que ella había “nacido en la prominente familia Christmas de Filadelfia”. La describió como “elegante” y dijo que la conoció en una de sus “famosas cenas”.
De piel clara y labios apretados, se había hecho pasar por blanca, engañando a la élite de la ciudad durante décadas. Alice era negra.
Alice Christmas
Dominique lo sabía desde hacía años. Tenía 9 años cuando supo que era mitad negra. Los padres de Alice, Lawrence Duke Christmas y Alice Christmas, la llevaron a tomar un helado al Palm Court del Hotel Plaza. Era la primera vez que conocía a alguno de los dos, y Alice la “preparó”. Dominique era una niña y no se lo pensó demasiado. Su madre le dijo que iba a conocer a sus abuelos, y ella “sintió la necesidad de decirme que eran personas negras, y recuerdo que pensé, está bien, da igual”. Hoy recuerda poco de su interacción. Pero, dijo, “eran muy amables”. Nunca volvió a verlos.
En Filadelfia, Christmas era un dentista de éxito, miembro de la fraternidad Delta Eta Sigma y miembro fundador de la sección de Filadelfia de la prestigiosa fraternidad negra Alpha Phi Alpha. La familia, que formaba parte de la burguesía negra de la ciudad, aparecía mencionada con frecuencia en las páginas de sociedad negra como invitada a fiestas y eventos notables. Hasta que se marchó al Colby College, “nunca me relacioné socialmente con una persona blanca”, escribió Alice en sus memorias.
A la familia Christmas (Navidad en inglés) la llamaban “la Navidad blanca”, por su tez clara. Alice, la tercera de cuatro hermanos, era especialmente clara. La madre de Alice la impulsó a que dejara atrás a su familia para tener un futuro en la sociedad blanca, dijo Dominique. Era la década de 1940, y eso significaba que una mujer negra no podía comprar en ciertas tiendas, asistir a ciertas escuelas, vivir en ciertos edificios o moverse por el mundo con la misma libertad que una mujer blanca. Los Christmas eran una familia negra de éxito, pero hacerse pasar por blanca era un pasaporte a una vida totalmente distinta.
En 1943, Alice se casó con un primo lejano, el teniente Joseph Christmas, en una ceremonia celebrada en casa de su familia. Un anuncio de boda en el periódico afroamericano The Philadelphia Tribune se refería a Alice como “uno de los miembros más populares de la juventud”.
Hubo tensiones en el matrimonio casi de inmediato. Su madre, escribió Alice, “pensaba que Joe y yo debíamos pasar por blancos y no tener que enfrentarnos a los prejuicios que rodean a la gente de color. Joe no parecía muy interesado en eso”. El matrimonio duró menos de un año. Su segundo esposo, el padre de Dominique, y el tercero, el diplomático Jan Schumacher, eran hombres blancos. En sus últimos matrimonios fue conocida como Alice Mason, porque era admiradora del actor James Mason.
Su vida como miembro de la alta sociedad y agente inmobiliaria de los ricos de Manhattan era una paradoja: Alice Mason, la aparentemente blanca agente inmobiliaria, conseguía que sus clientes entraran en edificios que nunca la habrían aceptado por ser negra.
Las acciones de la familia de Alice fueron en gran medida cómplices de la treta. En la esquela de su padre en The Philadelphia Inquirer en 1975, Alice aparece solo como “Alice” —sin apellido— mientras que su hermana, Marie Christmas Rhone, es mencionada como ”Marie Rhone”.
Aunque Marie, quien vivía en Harlem, llevaba una vida muy diferente, estaba muy metida en el secreto. Había marchado con el reverendo Martin Luther King Jr. y participaba activamente en la política local mientras trabajaba como maestra de escuela. Las dos hermanas permanecieron unidas, aunque ocultaron su relación. Marie “fue el único miembro de la familia con el que mi madre habló toda su vida”, dijo Dominique. “Llamaba al segundo número de teléfono que teníamos en casa y mantenían una conversación secreta”. Cuando Dominique contestaba al teléfono, Marie decía que era una socia de Alice, la señora González. “Solía decir: ‘¡La señora González llama mucho!”, dijo Dominique.
Con Marie bien establecida en los círculos políticos de Nueva York y Alice organizando fiestas para presidentes, a veces se encontraban en la misma habitación.
Dominique recordaba que en una recaudación de fondos para David Dinkins, el primer alcalde negro de Nueva York que ocupó el cargo a principios de la década de 1990, Alice y ella se sentaron en un sofá junto a otra mujer.
Dinkins dijo al grupo que quería dar las gracias a una persona en particular: una mujer apodada “Feliz Navidad”. Dominique sabía que su madre se apellidaba Christmas, y al principio pensó que se refería a Alice. Pero se dio cuenta de que se refería a la mujer con la que estaban sentadas. Era su tía Marie, pero ella no lo supo hasta entonces. “Mi madre estaba mirando al frente, y Marie estaba mirando al frente”, dijo Dominique. “Me volví hacia mamá, como diciendo: ‘¿En serio?’ Ella me mira como diciendo: ‘Ni siquiera vamos a tocar el tema aquí’”.
Alice reconoció públicamente a Marie y a su familia años después, tras la publicación del libro de Lawrence. En una entrevista, señaló que la hija de Marie, Sylvia Rhone, entonces presidenta de Elektra Records, era ella misma una figura prominente. “La conocí hace unas tres semanas”, dijo. “En realidad la había visto cuando tenía 4 ó 5 años, y no la había vuelto a ver desde entonces. Pero tiene un gran éxito, y estoy orgullosa de ella”.
Aunque no eran muy amigas, Sylvia, que ahora tiene 70 años, dijo que también estaba orgullosa de Alice desde la distancia. “Solo tenía una opción si quería tener éxito”, dijo Sylvia durante una reciente llamada telefónica, y añadió que, en su opinión, Alice tenía “muchas agallas” para lograr lo que hizo en el sector inmobiliario. Pero lo que más admiraba, dijo Sylvia, era la labor política de Alice, como su apoyo al presidente Carter. “Cuando se dedicaba a la política, siempre lo hacía con una historia de derechos civiles detrás, y siempre apoyaba a quienes se presentaban a la presidencia y apoyaban a la comunidad negra”, dijo.
Tras la publicación del libro de Lawrence, Alice trató de eludir la revelación. “Hay mucha gente con familiares que viven en ambos lados”, dijo a la revista New York. “He llevado esta vida durante más de 45 años, y todo es un estado mental”.
Su raza se convirtió en carne de chismes y tabloides, pero no perjudicó a su negocio inmobiliario ni le costó amigos, dijeron los antiguos empleados de Dominique y Alice. El mundo había cambiado. A pesar de todos sus temores y de todo el trabajo que había invertido en ocultar su verdadero ser, cuando su secreto salió a la luz había perdido su poder.
Sin embargo, Alice se sentía muy avergonzada. El secreto que se había esforzado en guardar durante años, incluso a costa de los lazos familiares, había sido revelado de repente y de forma grosera por un invitado a una de sus fiestas. Culpó a Dominique; en su cabeza, Lawrence asistió a la fiesta de compromiso y todo el mundo se enteró de que era negra. Dijo que la única persona que podía haberla delatado era su hija. “Estaba muy enfadada”, dijo Dominique. Le dijo a su madre que nunca había revelado su secreto, pero Alice seguía enojada. “Pensó que yo era una traidora”.
Lawrence podría haber reconstruido el pasado de Alice de muchas maneras: a través de sus otras entrevistas para el libro, a través de un confidente a quien se le escapó. Pero ahora, décadas después, Dominique cree que Lawrence se enteró por puro instinto. “Los negros conocen a los negros, aunque seas muy, muy… ya sabes”, dijo. “Hay una gama de colores”.
Un punto muerto
El libro de Lawrence tuvo una enorme influencia, y la verdadera identidad de Alice siguió siendo un tema de conversación candente durante años. En una charla en la Feria del Libro de Harlem en 2006, Lawrence dijo que cuando escribía no se había dado cuenta de que estaba desvelando un secreto. Dijo que simplemente estaba investigando a la familia Christmas porque era muy conocida en Filadelfia, y cuando preguntó a sus fuentes si había algún hijo Christmas superviviente, se enteró de que había dos hermanas que vivían en Nueva York, una en el Upper East Side y la otra en el Upper West. “Pero nadie me dijo que la que vivía en el East Side había pasado por blanca”, dijo.
Recordó que alguien de la revista New York le llamó para confirmar que Alice era negra tras la publicación de su libro. “Le dije: ‘Sí, estoy seguro de mis datos, pero no sabía que ella vivía una historia diferente’”. Lawrence murió en 2021.
En la década de 2000, los condominios de lujo se habían popularizado y menos compradores adinerados necesitaban a Alice para navegar por las juntas de copropietarios. Sus fiestas se redujeron a una vez al año. En 2009, con más de 80 años, Alice cerró su firma. “Las cosas se paralizaron, así que ya no había negocio”, dijo Dominique. “Literalmente, al día siguiente me fui”. Ahora, Dominique vive en España y está jubilada.
Para Alice, la jubilación supuso una sensación de vacío. “No tenía alegría ni pasatiempos”, dijo Dominique. “Así que cuando se jubiló, fue algo así como: ‘¿Qué hago con mis días?”.
El pasado diciembre me interesé por la vida de Alice. La llamé y me contestó. Me presenté y le pregunté si quería ser entrevistada. Hubo un largo silencio y luego el sonido del teléfono colgado. Escribí a Alice una nota manuscrita y me dirigía a la oficina de correos para enviarla cuando abrí Instagram y vi que Dominique había anunciado su muerte. Alice murió en su apartamento de alquiler el 4 de enero de 2024. Tenía 100 años.
La madre y la hija nunca repararon del todo su relación, y Dominique todavía está tratando de procesar la pérdida. Pero las publicaciones de Dominique en Instagram intentaban reflejar lo mejor de Alice: “Hace 40 años”, escribió, “mi madre era un icono del entretenimiento”.
Anna Kodé
escribe sobre diseño y cultura para la sección de bienes raíces del Times. Más de Anna Kodé
c. 2024 The New York Times Company
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