El regreso de “El Lago de los cisnes” de Miami City Ballet: celebración y reafirmación
La recién finalizada temporada de Miami City Ballet (MCB) en el Adrienne Arsht Center de Miami con “El Lago de los Cisnes” de Alexei Ratmansky resultó ser, como se esperaba, una celebración y una reafirmación.
Una celebración para los artistas y los espectadores. Los primeros, al adentrarse con gusto en la manera de hacer del ballet clásico ruso de fines del siglo XIX. Los segundos, al disfrutar de una puesta en escena espléndida que les hace regresar a casa con el corazón repleto de agradecimiento.
Y una reafirmación del fructífero proyecto creativo en que Lourdes López (como directora artística) y Juan José Escalante (como director ejecutivo) han transformado al Miami City Ballet, hoy en día reconocido como una de las compañías de ballet más importantes en Estados Unidos.
El regreso del “Lago” de Ratmansky al Arsht Center, para después dirigirse al Broward Center de Fort Lauderdale y cerrar la temporada en el Kravis Center de West Palm Beach, fue el reencuentro con un trabajo que es un parteaguas en la historia del ballet en Miami y en el sur de la Florida. Una experiencia que tiene, además, la cualidad de permitirnos apreciar a los bailarines de MCB en todo su esplendor. Desde las primeras figuras hasta los figurantes en las escenas de grupo.
Pero este es un ballet con argumento que dura casi tres horas donde es imperativo la excelencia de los integrantes del cuerpo de baile y a ellos pertenece por entero el logro del gran ‘showstopper’ de esta versión, el baile alrededor del alto poste de madera con cintas multicolores que tiene lugar en la primera escena del primer acto. También merecen reconocimiento por las escenas de ballet blanc (escenas donde todas las bailarinas visten de blanco) y la sobriedad de las danzas de carácter (española, napolitana, húngara y polaca) durante la fiesta del segundo acto.
Cuando se dieron a conocer los artistas protagonizando las cinco funciones programadas en el Arsht, nos dimos cuenta que la compañía solo planeaba ocupar tres elencos diferentes: Stanislav Olshanskyi y Dawn Atkins en dos noches (jueves y sábado); Renan Cerdeiro y Samantha Hope Galler en otras dos (viernes y domingo en la tarde) y Steven Loch y Jennifer Lauren en una sola ocasión, el sábado en la tarde.
Renan, Samantha, Steven y Jennifer debutaron en esos mismo roles durante la primera temporada. Los cuatro fueron ovacionados entonces y ahora. Stanislav y Dawn los interpretaron por primera vez. ¡Y de qué manera!
El elegante Stanislav Olshanskyi (impresionante danseur noble) y la escultural Dawn Atkins (una prima ballerina de aplomo inefable) son intérpretes ungidos con una asombrosa desenvoltura que se proyectan indefectibles en todo lo que hacen. “La esencia de cualquier arte es ocultar la técnica”, dijo alguna vez el legendario crítico de danza inglés Arnold Haskell.
El éxito del debut de ambos en el “Lago” de Ratmansky no es sorpresa porque ya nos habían preparado para la ocasión con actuaciones anteriores de autoridad alucinante como el “Afternoon of a Faun” de Jerome Robbins en mayo de 2023 y el “Agon” de George Balanchine en marzo de este año.
La conexión emocional entre Stanislav y Dawn es auténtica desde el primer encuentro del Príncipe Sigfrido y Odette, y las interacciones de éste con su amigo Benno (un desenvuelto Damián Zamorano) y con su madre (una Yuliia Moskalenko magnífica), asi como las de Odette/Odile con Von Rothbart (un habilidoso Cameron Catazzaro) dan lugar a escenas dramáticas de enorme eficacia comunicativa.
En este contexto, prestarle atención al impecable trabajo de pareja que ambos dibujan con exquisita musicalidad es presenciar una clase maestra de estilo que ubica de manera categórica a Stanislav Olshanskyi y Dawn Atkins en un lugar privilegiado que les pertenece por entero.
Reseñar una “primera vez” es siempre una tarea fascinante, por razones obvias. Y por eso fuimos también al Broward Center para ver la función del sábado 27 por la tarde, centralizada por Brooks Landegger y Taylor Naturkas, la otra pareja debutante de la temporada.
Cualquier análisis del desempeño de un bailarín o bailarina tiene que tomar en cuenta el momento de su carrera en que se encuentra. Si los experimentados Stanislav y Dawn son el epítome del presente, los jóvenes Brooks Landegger y Taylor Naturkas son el pronóstico de un futuro muy promisorio. Todavía hay cosas que ajustar en el trabajo de pareja de Brooks y Taylor pero nada demerita el esfuerzo de ambos.
Usted puede interpretar a un príncipe de 18 años y hacernos creer que lo es. Es el caso de Stanislav. O puede ser un intérprete muy cercano a la edad de Sigfrido como Brooks y hacernos olvidar que está actuando.
Brooks habita el escenario con una naturalidad arrolladora y su debut como Sigfrido (como lo fue su Romeo en el “Romeo y Julieta” de John Cranko en octubre de 2022) es la entrega más cordial de la temporada. Y como si eso fuera poco, Brooks consigue dejar atónito al público presente al ejecutar su variación del pas de deux del segundo acto de manera segura, ecuánime y absolutamente ajena al virtuosismo arbitrario.
Al mismo tiempo que, como actor, logra que su desplome emocional y físico sobre los escalones que lo conducen al último sacrificio en el tercer acto, resulte ser un evento devastador para el espectador que ve la obra por primera vez y una experiencia empática inédita para los que la han visto otras muchas veces.
A su lado, Taylor Naturkas demuestra ser una efervescente bailarina demi-caractère (pequeña, versátil) siempre inquieta y por momentos, inquietante. Su Odette es una criatura que actúa con urgencia y su flirteo agresivo como Odile es, a todas luces, una encomienda subversiva.
De todas formas, hay que tener en cuenta que no todos los jovenes de 18 años (príncipes o no) se comportan de la misma manera y que no todas las femme fatales (lease, Odile) reaccionan igual o utilizan las mismas artimañas.
Por ejemplo, cuando Odile y Sigfrido avanzan juntos en el segundo acto, Stanislav va saltando de alegría, siempre a su lado. La expresión en el rostro de Dawn muestra su complacencia con la situación. Cuando Brooks y Taylor interpretan la misma escena las cosas varían un poco. El Sigfrido de Brooks no puede contenerse y, por momentos, deja atrás a la Odile de Taylor, quien parece ignorar todo el asunto, porque para ella lo verdaderamente importante es la aprobación de Von Rothbart y lo que pase con Sigfrido es meramente un daño colateral.
Momentos como el que acabamos de reseñar abundan en “El Lago de los Cisnes” de Ratmansky, definen este montaje como un triunfo artístico prodigioso y nos hacen recordar que son los pequeños detalles -como las “letras pequeñas” en cualquier contrato- los que siempre contienen la información más importante.
Al finalizar la función, salimos del teatro con la reconfortante certeza que Miami City Ballet tiene un verdadero compromiso con el arte que invita a la reflexión. Y eso no es poca cosa.
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