Refugios para mujeres, pieza fundamental para erradicar violencias

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La violencia hacia las mujeres es una problemática compleja. Para su comprensión, prevención y atención hay que hacer un análisis que nos permita entender las raíces y condiciones que la producen, tomando en cuenta los componentes históricos, políticos, culturales, sociales y económicos, que la conforman.

Comprendiendo sus causas, características y efectos es posible pensar en estrategias articuladas para su erradicación. Aprovecho para decir que erradicar, en su origen etimológico, significa eliminar de raíz.

En este sentido, los espacios seguros y especializados para la atención a las violencias machistas y sus efectos son fundamentales. Estos son un lugar confiable de protección al que las mujeres y, en su caso, sus hijas e hijos, pueden acudir en cualquier momento del año sin importar la hora, para resguardar su vida y proteger su integridad. Pero ¿qué son los refugios? ¿Por qué son importantes? ¿Cuál es su papel en la erradicación de las violencias?

Los primeros refugios se crearon en Europa a iniciativa del movimiento feminista de los años 70. Diversas mujeres preocupadas por los efectos de la violencia doméstica o familiar abrieron espacios de apoyo para las mujeres, sus hijas e hijos, que necesitaban un lugar para salir de la situación en la que se encontraban. Es así que se desarrolló el concepto de hogar seguro. El primero se abrió en Inglaterra en 1972; en los siguientes años se abrieron otros más, en Estados Unidos y algunos países europeos (Lenore Walker, El síndrome de la mujer maltratada).

La existencia de los refugios como parte de los servicios especializados en la atención integral a la violencia y sus efectos está contemplada en acuerdos internacionales como El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW), en donde -entre otras cosas- se establece la obligación de los Estados firmantes, México entre ellos, a atender las recomendaciones y cumplir con los acuerdos ahí establecidos en la materia.

En 1995 en la Declaración y Plataforma de Beijing, se insta a todos los países a abrir hogares seguros como un medida crucial para dar respuesta integral a las sobrevivientes de violencia: “Establecer centros de acogida y servicios de apoyo dotados de los recursos necesarios para auxiliar a las niñas y mujeres víctimas de la violencia y prestarles servicios médicos, psicológicos y de asesoramiento, así como asesoramiento letrado a título gratuito o de bajo costo, cuando sea necesario, además de la asistencia que corresponda para ayudarles a encontrar medios de vida suficientes”.

En México, la existencia de los refugios y sus centros externos de atención se contempla en la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Digna Libre de Violencia. En 1996 se abrieron en nuestro país, en las ciudades de Aguascalientes y Monterrey, los primeros refugios. En 1999 se llevan a cabo las primeras reuniones para compartir experiencias, fortalecer el trabajo y hacer visible importancia de los hogares seguros y servicios de atención especializada. Así, en 2004 se constituye legalmente la Red Nacional de Refugios, que actualmente cuenta con mas de 76 espacios de prevención, atención y protección. Es una organización civil sin fines de lucro, conformada por organizaciones de la sociedad civil  (85 %) y de gobierno (15 %). Entre muchas otras acciones fundamentales a favor de los derechos humanos de las mujeres impulsó y participó en la creación del Modelo de Atención en refugios para mujeres víctimas de violencia y sus hijas e hijos del INMUJERES, el estándar de competencia “Coordinación de refugios para mujeres víctimas de violencia familiar, sus hijas e hijos”, así como la Norma Oficial Mexicana para Refugios denominada “Prestación de servicios de refugios para mujeres en situación de violencia familiar extrema y/o por razones de género y, en su caso sus hijas e hijos” NOM-217-SE-2020. Y el primer “Censo de Alojamientos de Asistencia Social (CAAS)” en el 2015.

Se trata de espacios que cuentan con un modelo de atención especializado, indispensable para la prevención del feminicidio y la restitución de los derechos humanos de las mujeres. Brindan atención multidisciplinaria todos los días del año, las 24 horas del día. Como sabemos, la violencia hacia las mujeres, que pone en riesgo su vida e integridad, no distingue clase social, raza, lugar geográfico, nivel académico o cultural. En México, más de treinta y cinco millones de mujeres de 15 años en adelante hemos experimentado, al menos, un evento de violencia a lo largo de nuestra vida.

De acuerdo a datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad (SESNSP), en México, a nivel nacional, en 2023 se registraron 848 casos de mujeres víctimas de feminicidio, con un acumulado de 4 mil 892 casos, en lo que va de este sexenio.

En el Informe Hallazgos, seguimiento y evaluación  de la justicia penal en México 2022, de  México Evalúa, la impunidad en feminicidio pasó de 88.1 % en 2021 a 88.6 % en 2022.

Pero ¿qué hace que la violencia escale de tal manera, que para salvar la vida de las mujeres y de sus hijas e hijos, estas tengan que dejar su casa, su hogar, sus pertenencias y protegerse en un lugar como son los refugios?

La investigadora norteamericana Lenore Walker se ha dedicado, a lo largo su vida profesional, a la atención y a la investigación de la violencia hacia las mujeres, en particular, la violencia familiar o doméstica. En sus investigaciones descubrió, entre otras cosas,  que en las relaciones afectivas en las que se experimentaba violencia se repetían tres fases que hacían que las mujeres no pudieran dejar fácilmente la relación. Observó también que la distancia en tiempo entre cada una de ellas se hacía mas corta con el paso del tiempo, lo que nos ayuda a reconocer el aumento en la repetición y la intensidad de los eventos violentos. A estas tres fases y su dinámica de funcionamiento le llamó el ciclo de la violencia.

Sin embargo, sabemos que la violencia no surge de la nada o que únicamente responde a condiciones singulares, sino que responde a una serie de creencias y patrones de conducta que tienen origen en lo que conocemos como sistema patriarcal. Es decir, existen una serie de condiciones históricas y estructurales que hacen posible la violencia hacia las mujeres y que esta puede culminar en el feminicidio.

La doctora en antropología Marcela Lagarde acuñó el término feminicidio como aquellos asesinatos de odio a mujeres por el hecho de ser mujeres, es decir, por no cumplir con lo que de ellas se esperaba en el sistema patriarcal, o precisamente respondiendo a mandatos, roles y estereotipos de género. Aunque el término tiene su origen en Estados Unidos, cuando la feminista Diana Russell habló por primera vez de femicide o femicidio, es la doctora Lagarde quien enfatiza en la responsabilidad del Estado, exponiendo claramente que dichos crímenes son posibles gracias a impunidad social y del Estado que los permite. Los feminicidios son el resultado y expresión última de la violencia feminicida, que es la violación sistemática de los derechos humanos de las mujeres.

Por eso, las acciones para la prevención del feminicidio y la atención a las violencias machistas requiere de la articulación de actores sociales, políticos y económicos, así como el compromiso de la sociedad y sus instituciones de manera conjunta. Ya que, como puntualiza claramente Lenore Walker:

“Podemos fortalecer a las adolescentes y a las mujeres con el fin de que sean más resistentes a los efectos provocados por la conducta agresiva ejercida contra ellas,  así como cambiar las actitudes de los maltratadores con el fin de que dejen de agredir a las mujeres. Sin embargo, si no cambiamos las condiciones sociales que fomentan, facilitan y mantienen todas las formas de violencia contra la mujer,  no erradicaremos para siempre la violencia doméstica ni ningún otro tipo de violencia, sino que surgirá de nuevo” (Lenore Walker, El síndrome de la mujer maltratada).

El modelo de atención integral de los refugios como parte del modelo de actuación de los espacios de prevención, atención y protección, cuenta con programas de atención médica, jurídica, psicológica, social, educativa, inserción laboral, fortalecimiento de herramientas y recursos personales y profesionales, nutrición y recreativos ente otros. Con ellos se busca atender las causas, impacto y efectos de las violencias para que a través de la restitución de sus derechos humanos puedan fortalecer su autonomía y vivir libres de violencia. Cuando hablamos de derechos humanos, nos referimos a todos aquellos que tendrían que ser garantizado para todas las personas:

  • Derecho a la salud.

  • Derecho a la educación.

  • Derecho al desarrollo.

  • Derecho al trabajo.

  • Derecho a la participación política.

  • Derecho a una vida libre de violencia.

  • Derechos sexuales y derechos reproductivos.

Se brinda un espacio seguro para identificar lo vivido y resignificar los acontecimientos experimentados, a través de la elaboración de un proyecto de vida que permita el ejercicio de su ciudadanía, fortaleciendo la toma de decisiones, libre e informada.

Al mismo tiempo, se realizan labores de incidencia política y social que contribuyan a un cambio de paradigma que nos permita, a todas las personas, vivir una vida plena y libre de violencias machistas.

Como todas las acciones encaminadas a la erradicación de las violencias, se requieren recursos suficientes para su óptima operación. En ese sentido, la historia de los recursos para su operación ha sido un lucha permanente porque estos se garanticen de manera pronta y acorde a sus necesidades. Sin embargo, hasta el momento, este sigue siendo uno de los grandes retos. La Red Nacional de Refugios y Fundar realizaron un estudio comparativo al respecto, en donde se muestra cómo en los últimos años el monto asignado en el presupuesto de egresos de la Federación, entre otras cosas, sigue siendo insuficiente.

Este es uno de los temas pendientes y fundamentales a revisar, ya que como todos los programas a favor de los derechos humanos el presupuesto asignado tendría que ser progresivo y permanente.

Hay todavía mucho qué pensar, reflexionar y hacer en el camino de la atención y erradicación de las violencias en nuestro país. Sin duda, este es uno de los temas de vital importancia a considerar, siempre, y en concreto en tiempos electorales.

* Marilú Raso es directora ejecutiva de Espacio Mujeres para una Vida Digna Libre de Violencia, A. C. (@EspacioMujeres_). Si vives o crees que estás viviendo violencia comunícate con nosotras al 55 3089 1291. O a la Red Nacional de Refugios, A. C. al 800 822 44 60. Puedes apoyar acá nuestro trabajo.