Recordando Rosewood: Descendientes conmemoran la violencia racial que arrasó un pueblo de la Florida hace 100 años

Las paredes de la sala de Lizzie Robinson Jenkins están cubiertas de ordenadas filas y columnas de la historia de principios del siglo XX. Las mesas están llenas de objetos de su tía, como pañuelos deshilachados y un monedero de metal, reliquias familiares casi perdidas por el odio.

La expresión de esta mujer de 84 años cambió al recordar detalles transmitidos por su madre sobre uno de los momentos más oscuros de la Florida hace 100 años. Era una historia sobre Rosewood, un pueblo del Condado Levy, en el centro-norte de la Florida. Y de cómo ese mismo pueblo, antaño conocido como un refugio para los negros, fue diezmado por la violencia racial durante la primera semana de enero de 1923.

Como mucha gente, Jenkins nunca había escuchado hablar de un pueblo llamado Rosewood, a solo media hora de su casa en Archer, cerca de Gainesville. Pero cuando tenía 5 años, su madre le encomendó una misión para toda la vida: mantener vivo Rosewood.

“Mamá decía que había que investigar, autentificar, contar la verdad”, explica Jenkins, fundadora y presidenta de la Real Rosewood Foundation Inc, una pequeña organización sin fines de lucro fundada para preservar la conciencia pública sobre aquellos terribles días. “Nunca ataquen a nadie por lo que ocurrió en Rosewood, porque la gente que vive hoy no creó Rosewood”.

La violencia en Rosewood reflejó parte de la infamia de la violencia racial en Estados Unidos —incluidos linchamientos y ataques de turbas— en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, que incluyó Chicago, Tulsa, Omaha y el este de St. Louis. En la Florida, las comunidades negras de Ocoee y Rosewood se vieron manchadas por una violencia histórica en 1920 y 1923, respectivamente.

John Henry Monroe (izquierda) y Martine Goins (derecha) se arrodillan en el funeral de Eli Waldron, cuñado de Goins, en 1900 en Rosewood, Florida. Detrás de ellos están Sophie Goins Monroe, su madre, y Lydia Goins, la hermana de Eli Waldron. (Cortesía de la fundación Rosewood Heritage/Marie Monroe Ames)
John Henry Monroe (izquierda) y Martine Goins (derecha) se arrodillan en el funeral de Eli Waldron, cuñado de Goins, en 1900 en Rosewood, Florida. Detrás de ellos están Sophie Goins Monroe, su madre, y Lydia Goins, la hermana de Eli Waldron. (Cortesía de la fundación Rosewood Heritage/Marie Monroe Ames)

La próxima semana, durante el centenario de los incidentes, los descendientes y las comunidades afectadas conmemorarán la masacre de Rosewood y rendirán homenaje a las vidas perdidas, reconocerán el trauma compartido y celebrarán la promesa de un futuro mejor en una época en la que resurgen las tensiones raciales y el ajuste de cuentas.

Ocho familias son descendientes directos y siguen contando la historia de la masacre de Rosewood: los Bradley, los Carrier, los Coleman, los Edwards, los Evans, los Goinstein, los Hall y los Robinson. Jenkins cuenta la historia de su tía Mahulda Gussie Brown Carrier, la maestra de la escuela local de Rosewood quien fue violada por decir la verdad.

Carrier, tía de Jenkins, vivía con su marido en la pequeña comunidad rural de familias predominantemente afroamericanas durante la época de la Reconstrucción. Estaba a unas nueve millas al noreste de Cedar Key y a 45 millas al oeste de Gainesville. Estaba rodeada de verdes bosques y contaba con varias iglesias, una estación de tren, una oficina de correos, una sala masónica afroamericana y una escuela afroamericana... hasta que el pueblo fue incendiado por una turba de blancos.

Tres millas al oeste de Rosewood estaba Sumner, donde vivía Frances “Fannie” Taylor, una mujer blanca casada de 22 años. El día de Año Nuevo de 1923, acusó a un negro de agredirla en su casa, según un reporte estatal de 1993 elaborado por profesores universitarios de la Florida. Los investigadores afirman que algunos habitantes negros de la época y sus descendientes creen que el agresor de Taylor era su novio blanco y que Taylor inventó la historia a su marido para proteger su reputación.

La fundadora y presidenta de la Real Rosewood Foundation, Inc., Lizzie Robinson Jenkins, de 84 años, en su casa de Archer, Florida, el jueves 22 de diciembre de 2022. Ha pasado la mayor parte de su vida trabajando para preservar y compartir la historia de Rosewood, Florida. (Fresh Take Florida/Lauren Whiddon)
La fundadora y presidenta de la Real Rosewood Foundation, Inc., Lizzie Robinson Jenkins, de 84 años, en su casa de Archer, Florida, el jueves 22 de diciembre de 2022. Ha pasado la mayor parte de su vida trabajando para preservar y compartir la historia de Rosewood, Florida. (Fresh Take Florida/Lauren Whiddon)

Enfurecidos por la noticia de que un negro había agredido a una mujer blanca, los habitantes de Sumner se levantaron en armas y empezaron a buscar al culpable.

El reporte estatal indica que la noticia del ataque se difundió rápidamente, mucho más allá de Sumner, llegando probablemente a un desfile del Ku Klux Klan que tuvo lugar en Gainesville ese año, el 31 de diciembre. Aunque el reporte no confirma su presencia en Rosewood, Jenkins dijo que su tía Carrier fue secuestrada por cientos de miembros del Ku Klux Klan.

La turba interrogó a Carrier sobre el paradero de su marido el día en que Taylor fue agredida. Carrier les dijo rápidamente que su marido estaba en casa.

“No querían oírlo”, dijo Jenkins. “Querían que mintiera”.

Jenkins dijo que su tía repitió que su marido estaba en casa. Jenkins dijo que la coartada enfureció a los miembros del clan, que violaron a Carrier.

Carrier, demasiado avergonzada por la agresión como para contárselo a sus padres, solo se lo contó a su hermana Theresa Brown Robinson, la madre de Jenkins, quien a su vez mantuvo viva la historia de su hermana a través de su hija.

Las tensiones llegaron al punto de ebullición, ya que esa semana se produjeron incendios y muertes entre los habitantes de Rosewood.

Raghan Pickett muestra una foto familiar de Ebony Pickett, de 48 años; Keri Miller, de 35; Evelyn Wrispus-Williams, de 70; y Benea Denson, de 38, en la graduación de Miller. Todas estas mujeres asistieron a la Universidad Agrícola y Mecánica de la Florida, y Pickett, Miller y Denson recibieron la beca Rosewood. (Fresh Take Florida/Lauren Whiddon)
Raghan Pickett muestra una foto familiar de Ebony Pickett, de 48 años; Keri Miller, de 35; Evelyn Wrispus-Williams, de 70; y Benea Denson, de 38, en la graduación de Miller. Todas estas mujeres asistieron a la Universidad Agrícola y Mecánica de la Florida, y Pickett, Miller y Denson recibieron la beca Rosewood. (Fresh Take Florida/Lauren Whiddon)

En la tarde del 4 de enero hubo un tiroteo en la Carrier House, que duró toda la noche hasta que la turba se quedó sin munición. Según los investigadores, el alto el fuego brindó a los negros de la zona la oportunidad de escapar a los pantanos circundantes.

Hubo heridos en ambos bandos, y una madre y su hijo, negros los dos, fueron encontrados muertos en su casa, según los investigadores.

Antes de abandonar Rosewood, según Jenkins, la turba quemó las casas y las iglesias hasta que solo quedó la casa del propietario de la tienda local, John Wright.

Dentro de la casa de Wright, el hombre blanco refugió a muchos de los posibles sobrevivientes, dijo Jenkins.

Junto con el jefe de Policía del Condado Levy, Bob Walker, los conductores de trenes locales ayudaron a orquestar la evacuación de algunos habitantes negros sin cobrarles. En la estación de ferrocarril de Archer, una placa del año 2000 rinde homenaje a Carrier por su valentía en Rosewood.

Al menos siete personas, dos blancos y cinco negros, murieron en la violencia de Rosewood. Descendientes como Ebony Picket, de 48 años, creen que la cifra es mayor. Algunos habitantes negros tenían tanto miedo después de la masacre que se cambiaron el nombre, dijo, lo que hace difícil encontrar registros de ellos y determinar el verdadero número.

Maxine Jones, profesora de Historia de la Universidad Estatal de la Florida, fue la investigadora principal del reporte estatal de 1993. Mientras que algunas personas murieron físicamente, tal vez más de lo que pudieron confirmar, otras murieron un poco por dentro, dijo.

Para Pickett, las conmociones psicológicas de la masacre provocaron emociones encontradas: emoción por compartir la historia y el legado de la familia, pero también tristeza porque Rosewood ya no es el hogar de su familia.

“Sí, han pasado 100 años, pero hubo mucha vida que se apagó prematuramente y sin motivo alguno”, dijo Pickett.

Gregory Doctor, de 58 años, es un veterano retirado del Ejército de Estados Unidos cuya abuela, Thelma Evans Hawkins, sobrevivió a la masacre de Rosewood. (Foto cortesía de Chasity Edwards)
Gregory Doctor, de 58 años, es un veterano retirado del Ejército de Estados Unidos cuya abuela, Thelma Evans Hawkins, sobrevivió a la masacre de Rosewood. (Foto cortesía de Chasity Edwards)

Para su hija de 20 años, Raghan Pickett, esas mismas sacudidas psicológicas tuvieron un impacto diferente. Aunque Raghan también sintió un torbellino de emociones por el próximo centenario, dijo que sus recuerdos de Rosewood están más pintados por los buenos momentos en las reuniones familiares.

“Soy más joven que mi abuela y que todos los que entienden más o ven el efecto negativo de la masacre”, dijo Raghan. “Yo también lo entiendo, pero todos mis recuerdos han sido buenos recuerdos con mi familia”.

A diferencia de las familias de Jenkins y Pickett, algunos descendientes no conocieron la historia de Rosewood hasta que fueron mucho mayores.

Gregory Doctor no se enteró de la masacre de Rosewood hasta 1982, cuando tenía 19 años. Su abuela, Thelma Evans Hawkins, al igual que muchos sobrevivientes, hizo un “voto de silencio”, pero Doctor siempre supo que algo andaba mal por Navidad, cuando los padres se reunían dentro para hablar y los niños salían a jugar. Volvían con los ojos llorosos y muestras de de consuelo.

Ahora, con 58 años y retirado del ejército estadounidense, reconoce signos similares de trastorno de estrés postraumático en su abuela. Llevaba más de 70 años cargando con la ira.

Aunque los mayores temían hablar de Rosewood, generaciones como Jenkins y Doctor sabían que había llegado el momento de hacerlo.

En 1992 el destacado bufete de abogados Holland & Knight trabajó con Arnette Doctor, descendiente de Goins y prima de Doctor, para recibir una disculpa del estado y reparaciones. Casi 71 años después de la masacre, se presentaron proyectos de ley en la Cámara de Representantes y el Senado para las partes perjudicadas.

La Florida aprobó en 1994 el proyecto de ley 591 de la Cámara de Representantes, una indemnización de $2.1 millones para los sobrevivientes de la masacre de Rosewood y sus descendientes. Fue la primera vez en la historia de Estados Unidos que un estado pagó una indemnización por violencia racial, dijo Martha Barnette, socia de Holland & Knight, quien trabajó en el caso sin sin cobrar. El valor del dinero equivaldría hoy a unos $4.2 millones.

Barnett dijo que el proyecto de ley fue muy controvertido, pero obtuvo el apoyo suficiente para demostrar a la gente que el sistema judicial funciona. Espera que el caso siga siendo una hoja de ruta para quienes deseen buscar justicia en asuntos importantes.

El dinero, inferior a los $7 millones solicitados, se dividió. Los ancianos sobrevivientes recibieron cada uno $150,000 de indemnización y el estado creó dos fondos: uno para compensar los bienes perdidos y una beca estatal para descendientes como los Pickett.

Pickett formó parte de la primera promoción inaugural de 1994 que recibió la beca Rosewood. Se licenció en Terapia Ocupacional en la Florida A&M. Sus hijos continuaron el legado de alumnos en la misma universidad, como becarios de segunda generación.

Ha habido más de 350 descendientes que se han beneficiado de la beca, dijo Pickett.

Aun así, incluso con las becas, Rosewood sigue siendo un tema prohibido para algunas familias.

Jonathan Barry-Blocker, abogado de 38 años y profesor de Derecho de UF, pasó las vacaciones de primavera de la escuela primaria y secundaria pescando en los muelles con su abuelo, el reverendo Ernest Blocker, en Sarasota. No supo que Blocker era un sobreviviente de la masacre de Rosewood hasta que tuvo 13 años.

“Tu abuelo no hablará de ello contigo, así que no preguntes”. Recuerda Barry-Blocker que le dijo su padre. “Así que nunca pregunté”.

Una placa en reconocimiento a la maestra de Rosewood Mahulda Gussie Brown Carrier permanece intacta en el Museo del Ferrocarril de la Sociedad Histórica de Archer, en Archer, Florida, el jueves 22 de diciembre de 2022. (Fresh Take Florida/Lauren Whiddon)
Una placa en reconocimiento a la maestra de Rosewood Mahulda Gussie Brown Carrier permanece intacta en el Museo del Ferrocarril de la Sociedad Histórica de Archer, en Archer, Florida, el jueves 22 de diciembre de 2022. (Fresh Take Florida/Lauren Whiddon)

No fue hasta las protestas de Black Lives Matter cuando empezó a indagar y a hacerse preguntas sobre su pasado. Tiene planeado participar en los actos del centenario que hará la Fundación Remembering Rosewood, y que se celebrarán en la Universidad de la Florida a partir del 8 de enero, así como hablar a las generaciones mayores y jóvenes sobre cómo se puede reparar el daño causado por un gran trauma racial.

Barry-Blocker cree que la política estadounidense está en un punto de inflexión. Estados Unidos los tuvo durante el movimiento por los derechos civiles, la era de la Reconstrucción y ahora, dijo, con el movimiento Black Lives Matter para hacer que la sociedad sea más inclusiva.

“Es importante que hablemos de traumas pasados, de transgresiones pasadas, para que entendamos lo que no debemos repetir”, dijo Barry-Blocker. “Pero también para que sepamos cuáles son las señales de que esas cosas pueden volver a ocurrir. Cuando los dirigentes empiezan a estructurar las leyes de forma que opriman a las personas o les nieguen toda su humanidad o todo el alcance de sus derechos”.

Jenkins afirmó que también quiere enviar un mensaje positivo a la próxima generación para que saque adelante la historia de Rosewood y de Estados Unidos.

Dado que Rosewood ha desaparecido de los mapas, Jenkins quiere que la ciudad de Archer sea la capital de la curación. Con la ayuda de la Real Rosewood Foundation, Inc. para recaudar fondos, planea trasladar la casa de John Wright de Cedar Key a Archer y convertirla en un museo.

“Espero que Rosewood sea el catalizador”, dijo Jenkins. “Voy a asegurarme de que tenga una gran parte en cambiar la narrativa o cambiar las actitudes de odio y falta de respeto”.

Este reportaje fue producido por Fresh Take Florida, un servicio de noticias de la Facultad de Periodismo y Comunicaciones de la Universidad de la Florida. Se puede contactar a los periodistas en isabella.douglas@ufl.edu y zcarnell@ufl.edu. Puede hacer un donativo para apoyar a nuestros estudiantes aquí.