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La más reciente muestra de Baruj Salinas en el American Museum of the Cuban Diáspora

La poesía es la anotación de una respuesta, pero la distancia entre esa respuesta, el hombre y la palabra, es casi ilegible e inaudible.

José Lezama Lima

En el libro IX del Corpus Hermeticus, Nous instruye a Hermes: “Concibe que estás en todos los lugares al mismo tiempo; en la tierra, en el mar, en el cielo; que aún no has nacido, que estás dentro del vientre, que eres joven, viejo, muerto. Concibe todas las cosas a la vez; tiempos, lugares, acciones, cualidades y cantidades; entonces puedes entender a Dios”. Esta sería mi recomendación para adentrarnos en la más reciente muestra de Baruj Salinas, abierta ahora al público en el American Museum of the Cuban Diáspora.

Integrada por más de 40 piezas que comprenden pintura, cerámica y libros de artista, Baruj Salinas: 1972-2022 es una exposición temática que abarca medio siglo de vida creativa.

“Núcleo”, 1972, acrílico sobre lienzo, ahora en exhibición en el American Museum of the Cuban Diaspora en colaboración con Cuban Legacy Gallery, MDC Special Collections at Miami Dade College.
“Núcleo”, 1972, acrílico sobre lienzo, ahora en exhibición en el American Museum of the Cuban Diaspora en colaboración con Cuban Legacy Gallery, MDC Special Collections at Miami Dade College.

Para Baruj, el acercamiento a la creación es un perenne viaje mental que procura, a cada paso, restaurar esa condición dual inherente al humano, a medio camino entre la tierra y el cielo y, para ello, el artista expande los limites de ese estado de consciencia reducido que impone la existencia diaria.

Los griegos distinguían muy claramente dos formas de conocimiento: episteme y gnosis, refiriendo el primero a ese cuerpo de ‘verdades’ adquiridas a través del conocimiento científico y el último, a la sabiduría intuitiva, de carácter espiritual. El primero podría ser entendido como el saber filtrado por lo racional, el segundo, como conocimiento vivo. Es en esta zona de activación de la existencia que se emplaza la obra de Baruj Salinas.

“Forest Nocturne I”, 2008, acrílico sobre lienzo.
“Forest Nocturne I”, 2008, acrílico sobre lienzo.

Curada por Adriana Herrera, Baruj Salinas: 1972-2022 propone tres zonas temáticas. Cada una de las salas, cualificada a partir de un color específico, presupone un estado anímico concreto y el visitante deberá, ante todo, renunciar a la idea de que se avanza en las galerías de un museo, para adentrarse así en espacios siderales, paisajes celestes y bosques imposibles que lejos de conducirnos por parajes desconocidos, nos acercan a nosotros mismos.

“Nocturnal Emission”, 1999, crayón de acrílico y lápices sobre lienzo.
“Nocturnal Emission”, 1999, crayón de acrílico y lápices sobre lienzo.

La primera sala, toma su nombre de la serie de The Torah Project, partiendo de la serie homónima en que trabajara el artista entre 2014 y 2016 y que diera lugar a The Torah Project Chumash, libro en papel de algodón y cubierta de madera inspirado en el Pentateuco y que forma parte de la colección del Vaticano.

“Deep Water Crater”, 2012, acrílico sobre lienzo.
“Deep Water Crater”, 2012, acrílico sobre lienzo.

“En el año 2014 comienzo a trabajar en El Proyecto Torah”, rememora Baruj. “Extraje de los cinco libros lo que me resultó de interés para pintar. Estuve trabajando en los cuadros dos años para lograr crear el concepto de los cinco libros de la Torah. Las plagas, el éxodo, el inicio o Big Bang. La caligrafía la hizo un escribano especialmente para el libro. (…) El proyecto se concretó todo en Urbino, Italia. Todas las maquinarias del taller son del siglo XVII. Todo es manual. Nada es eléctrico y el trabajo que hacen allí es exquisito. Primero hicieron una litografía de la obra y, luego, le adicionaron serigrafía. La textura de la superficie de la obra es deliciosa”.

“Southern Glow”, 2022, acrílico sobre lienzo.
“Southern Glow”, 2022, acrílico sobre lienzo.

The Torah Project es el origen. Constelaciones, nebulosas en plena gestación. El estado de expansión domina la sala. Mareas de galaxias, olas estelares en torbellino invadiendo el espacio sideral que ahora habitamos. Domina así el gesto espontáneo e intenso sobre el campo abierto sin límites; violentos trazos de color, salpicaduras donde la fuerza plástica trasluce la inmediatez de la experiencia pictórica en esa búsqueda desesperada por la armonía, donde destrucción y creación se concilian en un mismo universo.

“Archipiélago”, 2012, acrílico, crayola y tierra mezclada con gel sobre papel.
“Archipiélago”, 2012, acrílico, crayola y tierra mezclada con gel sobre papel.

“En la serie del Torah, hay cuadros muy oscuros. Dominan los colores oscuros porque se trata de crear la luz de la oscuridad, de la nada Aunque a medida que te adentras en los siguientes libros de la Torah, aparte del Génesis, el colorido va a cambiar”, acota Baruj.

“Open-Closed”, 1979, crayón de acrílico y lápices sobre lienzo.
“Open-Closed”, 1979, crayón de acrílico y lápices sobre lienzo.

Al final del torbellino y precedida por Cosmos II y Espacio Sideral, sendas cerámicas cocidas y esmaltadas que anuncian el religare, nos espera Núcleo, 1972. Aquí el gesto agitado y los colores oscuros se reducen al centro del cuadro del que irradian, como música de esferas, círculos concéntricos expansivos. Núcleo es el perfecto estado de armonía.

Es este el pasaje hacia el segundo estado: Inhabitant of the Clouds.

Baruj Salinas nació en la Habana, en la calle Sol, en 1935. Su familia, procedente de Silivri, pueblo judío cerca del mar de Mármara, llega a la Habana en 1920: “Nací en una familia judía muy ortodoxa. Mi abuela, que provenía de Turquía, y vivió cerca de Grecia, me hablaba turco y griego, pero también escribía en español, lo cual para mí era fascinante”, comenta Salinas.

“Desfloración”, 1972, acrílico sobre lienzo.
“Desfloración”, 1972, acrílico sobre lienzo.

Después de graduarse de arquitectura en 1958, del Kent State University, en Ohio, Baruj reside un año en México. En 1959 abandona definitivamente su tierra natal y se establece en Miami donde recibe la beca Cintas dos años consecutivos (1969 y 1970), permitiéndole al artista instalarse en Barcelona, donde vivirá por 18 años hasta su regreso definitivo a Miami en 1992. Esta será una etapa fundamental en el crecimiento de Baruj Salinas tanto por el vínculo histórico con la región, como por el contacto con creadores de primera línea entre los que destacan figuras de la talla de María Zambrano, José Ángel Valente, Michel Butor, Joan Miró, Antonio Tapies, Alexander Calder y Rufino Tamayo.

“A través de María Zambrano, con quien entable una entrañable amistad y a quien visitaba frecuentemente los fines de semana en Ginebra mientras yo vivía en Barcelona, empecé a explorar el blanco. Ella me veía a mi rodeado de blanco. Creía que yo podía utilizar más el blanco como color principal en mi pintura. Comencé a usar el blanco con fondos de grises, solamente para separar el blanco del resto de la obra. Luego, en Barcelona, encontré un libro que se titula El lenguaje de las nubes. Ahí comencé a introducir letras griegas, hebreas, o sea, diferentes alfabetos, pictogramas chinos, japoneses, escritura bráhmica. Incluso, en Peratallada, un pueblito de Cataluña, me encontré con un museo que recogía el legado de los pueblos iberos, más de 6,000 años. Ellos no tenían un alfabeto como tal sino sílabas. Allí estaban las diferentes sílabas y de ello también hice una serie”, continúa explicando Baruj.

La escritura ha sido una de las inspiraciones constantes dentro de la obra de Baruj Salinas. La caligrafía, en tanto ente formal autónomo, poiesis, signo abierto contenedor de universos que lejos de petrificar significados se abren a nuevas significaciones y entrelazan en sugerentes palimpsestos que prometen el religare. En este sentido, su serie de las nubes está íntimamente ligado a la “razón poética” de Zambrano en tanto revelación del ser.

La estrecha colaboración de Baruj Salinas con escritores es significativa. En 1980 ilustra Tres lecciones de tinieblas, de José Ángel Valente. El libro, inspirado en la Kabala, contiene 14 letras hebreas, desde el Alef hasta Nun, donde transliteración, musicalidad e intertextualidad mítica son esenciales. Es este el espíritu que domina en Inhabitant of the Clouds donde los colores se hacen claros y la pincelada tiene una cadencia dulce que fluye en mareas blancas. Repetición, alternancia, simetría y ritmo se entrelazan de manera intuitiva en filigranas de escrituras ignotas, incluso asémicas, que como filamentos orgánicos pueblan el lienzo en lengua tan antigua que se regenera en una nueva lengua, contenedora de todas las posibilidades.

De la estrecha amistad con María Zambrano nacen tres libros, Antes de la Ocultación: Los Mares, 1983, Árbol,1987 y El Alba Cuajada Derramada, 2017. Árbol, que comprende 7 xilografías a color e incluido en la presente muestra, sirve como antesala a Claros del Bosque, también inspirado en un libro homónimo de Zambrano.

Claros del Bosque es la explosión de la luz. Bosques imaginarios donde la áspera corteza que cubre y protege, entre ráfagas de luz, anuncia ese viaje personal y único a través de la vida. Tránsito y ofrenda pero, sobre todo, la potencialidad del ser representado en la raíz que brota desde la profundidad del suelo y se proyecta hacia el infinito. Pasaje por la vida donde los claros rotundos, en medio de la espesura anuncian, la única trascendencia posible.

Claros del bosque es un libro que escribió María Zambrano en el 1977”, cuenta Baruj. “Tomé la idea del libro y comencé a pintar estos bosques imaginarios con bastante blanco. La idea central capturar la fuerza de las ramas que salen de la tierra. Me interesaba ese momento gestacional y me concentré en el tronco de los árboles dentro de un mundo blanco”.

La obra de Baruj Salinas es de profunda raigambre expresionista. Los trazos rotundos y agitados, las salpicaduras y preponderancia del gesto que sugiere y no sentencia, lo emparenta con el Expresionismo abstracto americano y el Informalismo europeo. La crítica ha perdido, sin embargo, otro paralelo esencial en la obra de Baruj. Su obsesión por elevar la caligrafía al estado de arte puro, lo asocia indefectiblemente con las búsquedas del icónico grupo Bokujinkai, movimiento japonés de postguerra interesado en elevar la caligrafía al mismo nivel internacional que la pintura abstracta. Como ellos, también, la obra toda de Baruj Salinas busca desde el gesto expresivo cargado de significación ese intercambio transcultural que, promete, acaso, la restauración del religare.

Janet Batet es escritora, curadora y crítica de arte. Escribe para diferentes publicaciones, galerías y museos.

‘Baruj Salinas: 1972-2022’, en el American Museum of the Cuban Diaspora, 1200 Coral Way, Miami, FL 33145, (305) 529-5400, hasta el 14 de agosto.