La realeza de la música cubana revive a Beny Moré en un documental con Miami de trasfondo
Entre grandes de la música cubana va la cosa. Al Bárbaro del ritmo es un documental lleno de buenas anécdotas sobre Beny Moré, pero la mejor quizás es la de Olga Guillot. Cómo la Reina del Bolero consiguió que el Beny fuera a cantar al Montmartre, uno de los cabarets más elegantes de La Habana de los 1950, vale casi tanto como la suma descomunal que le pagaron entonces al Beny para que alegrara el escenario donde cantaron figuras tan distinguidas como Edith Piaf.
“Mil dólares”, dice Guillot que ganaba por noche el Beny en el Montmartre, que era mucho en La Habana de ayer... y en la de hoy. Aun así La Reina del Bolero tuvo que convencerlo para que viniera, porque Beny no quería dejar su templo, el Alí Bar. Era un cabaret humilde en las afueras de La Habana, entre los vecindarios del Caballo Blanco y La Cumbre, donde tenía su casa el Beny –en nada parecido al céntrico Montmartre en el Vedado, que frecuentaban Frank Sinatra y Ava Gardner, e iba la “beautiful people” con estola y vestidos strapless de noche
La Guillot atacó el punto suave del Beny, la amistad. Le dijo que si conseguía conquistarlo para el show del Montmartre a ella también le subirían el sueldo. Y el Beny aceptó, y ver cómo la Guillot, con su chispa de siempre, cuenta esa muestra del gran corazón del Beny bien vale un viaje por el tráfico de Miami hasta el Koubek Center, para ver el documental .
Al Bárbaro del ritmo se presenta el 23 de agosto, como parte del Ciclo de Cine Cubano del Miami Dade College, en homenaje al 105 aniversario del nacimiento del Beny, el 24 de agosto de 1919, en Santa Isabel de las Lajas, “su rincón querido”.
Dirigido por Sergio Giral, el documental es una combinación de reality y testimonios de primera línea de la vida y la trayectoria del Beny, sonero, bolerista, guarachero, cuyo nombre es sinónimo no solo de la música cubana sino de su geografía, porque le cantó A la bahía de Manzanillo, a Cienfuegos, a Palma Soriano, a la mata sagrada de siguaraya, a la belleza y al ritmo de las mujeres cubanas y también al de las mexicanas, que compiten bailando el mambo “moviendo la cintura y los hombros”.
En el año 2003, el productor Recaredo formó en Miami una orquesta en homenaje a Beny Moré que incluía a los músicos cubanos más importantes del momento, la Tropicana All Stars. Bajo la dirección de Juanito Márquez, se reúnen en el cabaret Tropigala del hotel Fontainebleau en conciertos ya históricos, Germán Piferrer, Juan Pablo Torres, Israel López “Cachao”, Alfredo “Chocolate” Armenteros, Cándido Camero, Paquito Hechavarría, Paquito D’Rivera, Nelson “Flaco” Padrón, Ramsés Colón y Leonardo Timor, entre otros músicos.
“Ahí está la realeza de la música cubana, hoy es imposible hacer un documental como ese”, dice Recaredo.
Productor también del documental, Recadero señala que ya han muerto muchos de los integrantes de Tropicana All Stars, que fue nominada al Latin Grammy e hizo temporada en dos hoteles de Las Vegas.
Israel Kantor revivió al Beny
La interpretación de los temas del Beny en Tropicana All Stars quedó en la voz de Israel Kantor, que muchos recuerdan por su inolvidable Seis semanas, cuando era cantante de Los Van Van. Israel Sardiñas, que así se llamaba antes de que Johnny Pacheco le recomendara cambiarse el nombre para Kantor, podía cantar como el Beny sin imitarlo, según palabras de Generoso Jiménez, trombonista y arreglista de la Banda Gigante del Beny, “su tribu”, como la llamaba el Bárbaro del Ritmo.
“Beny tenía mucho don de gente. Se daba a querer. Siempre los grandes son sencillos y modestos”, recuerda el productor Recaredo Gutiérrez, que conoció al Beny de niño en uno de los kioscos de comida que ponía su padre en el parque de su ciudad natal, Holguín. Lo vio más tarde, en los años 1960, en el salón Mambí, de Tropicana, cantando junto a Paulina Alvarez, “La Emperatriz del Danzonete”.
La formación de Tropicana All Stars, los ensayos y conciertos, los filma Giral, y los combina con los comentarios de Willy Chirino, Olga Guillot, Celia Cruz, Alfredo “Chocolate” Armenteros, Paquito D’Rivera, Albita Rodríguez, Bebo Valdés, Generoso Jiménez, Oscar D’León y Marco Antonio Muñiz.
“Los músicos dibujan la personalidad del Benny porque muchos estuvieron cerca de él”, dice Armando Dorrego, productor ejecutivo del documental, y guionista de filmes de Giral como María Antonia (1990).
“Cuentan cómo un cantante que no tocaba instrumentos tenía el instrumento y el ritmo en la mente, en el alma. Hacen anécdotas de que la orquesta empezaba a tocar y Beny llegaba tarde”, dice Dorrego, indicando que el Bárbaro del Ritmo conseguía enseguida cautivar al público, y que también tenía relaciones perfectas con los músicos. “Era un tipo que improvisaba en todos los sentidos, hasta su vida la improvisaba”.
También entra en Al Bárbaro del Ritmo otro material de lujo que Giral recogió en su documental sobre el Beny, Qué bueno canta usted (1973), realizado en Cuba, 10 años después de la muerte del intérprete de Fiebre de ti, a los 43 años. Y es un trabajo maravilloso, porque no se nota que el pietaje es de dos tiempos diferentes.
Allí habla su mamá, Virginia Moré, sobre la infancia del Beny, y sus comienzos en la música. Habla Chocolate Armenteros, que es primo del Beny, y nos enteramos por qué Beny no llevaba el apellido de su padre. Habla también un hermano del Beny, más joven que el Bárbaro del Ritmo, pero tan bien parecido como él. Habla la viuda del Beny, y se muestra una escena muy linda del matrimonio, en un patio cubano, así sin ningún glamour, y ella lo peina, y él se deja mimar.
Bartolomé se convierte en Beny Moré, de Cuba
Siro Rodríguez, del trío Matamoros, cuenta cómo Bartolomé Maximiliano Moré llegó a llamarse Beny Moré. “Bartolo” le dicen a los burros en México, lo alertan los Matamoros, que vieron por primera vez al Beny cantando en un bar de la zona del puerto habanero, y se lo llevaron de gira a Estados Unidos y a México.
“Beny era fan de Benny Goodman”, apunta Recaredo, sobre el interés del músico cubano por el director de orquesta estadounidense.
Eso explica quizás la confusión con la escritura del nombre del Beny, que en todas las grabaciones cubanas antes de 1959 aparece como Beny Moré y en múltiples sitios en internet hoy aparece americanizado con las dos “n”.
“El bolerista Orlando Contreras decía que los cubanos se dividían en dos bandos: los que escribían bien Beny Moré, con una sola N, y los que lo escribían equivocadamente con dos, como si fuera el clarinetista Benny Goodman o el boxeador Benny Paret”, contó el escritor Jorge Posada en un artículo publicado en el Herald en 2019, El eterno embrujo de Beny Moré.
De la estancia del Beny en México, donde se hace popular y llega a ser muy bien pagado, habla Marco Antonio Muñiz en el documental. La leyenda de la canción mexicana, entonces un joven bohemio que se unía al grupo de artistas que frecuentaba uno de los burdeles más famosos de México, conoce al Beny en Casa de la Bandida.
La Bandida era el nombre de batalla de Graciela Olmos, que era a su vez el nombre de pluma de Marina Aedo, una compositora y regenta de prostíbulo que había comenzado sus andanzas como “soldadera” durante la Revolución Mexicana cuando fue amante de uno de los lugartenientes de Pancho Villa. En los años de la Casa de la Bandida orbitaban a su alrededor nombres como José Alfredo Jiménez, Agustín Lara, Muñiz y el mismo Beny, que a lo mejor iba a oír el acento cubano porque cuentan que muchas de las chicas que trabajaban en la casa eran cubanas.
Uno de los momentos más emocionantes del documental es el recibimiento de Generoso Jiménez en el aeropuerto de Miami. Fue Recaredo quien lo mandó a traer de Cuba. También lo es escuchar de su boca la anécdota de cómo surgen esas frases que hemos oído y bailado toda la vida en las grabaciones del Beny y su big band. “Castellano, qué bueno baila usted”, “Generoso, qué bueno toca usted”, “Beny Moré, qué banda tiene usted”.
Aprendemos –al menos en mi caso– que Beny cantó en la ceremonia de los premios Oscar en 1957 con su Banda Gigante. Ese fue el año en que se entregó por primera vez la estatuilla al Mejor filme extranjero y ganó La Strada de Federico Fellini.
Otro momento muy emotivo del documental es cuando Olga Guillot se despide del Beny. El Bárbaro le da sus razones para quedarse en Cuba, que coinciden con las de muchos cubanos. Olga parte para Venezuela en 1961, todos saben que no regresará. Es la última vez que ve al Beny, que muere dos años después.
A diferencia de otros grandes artistas cubanos que se marcharon al exilio, incluyendo a Guillot y a Celia Cruz, Beny Moré tiene varias estatuas en Cuba. Su velorio fue apoteósico, cuentan que fue el más llorado y popular después del de Alberto Yarini. Uno no deja de preguntarse, qué hubiera sido de su carrera si no se hubiera ido tan pronto.
Presentación de Al Bárbaro del Ritmo, en Ciclo de Cine Cubano, 23 de agosto, 7 p.m., Centro Koubek del MDC, 2705 SW 3 St., entrada gratuita, para reservar entrada, miamifilmfestival.com/cuban-cinema-series/