Cómo la racionalización del trabajo ha provocado 'un sufrimiento estético laboral'

El sociólogo francés Jean-Philippe Bouilloud acaba de publicar 'Pouvoir faire un beau travail' (Editorial Erès) que en español se podría traducir como 'Poder hacer un buen trabajo'. Un ensayo en el que reivindica que la estética vuelva a ocupar un lugar central en el trabajo, en una época en la que las empresas participan en una carrera por reducir los costes y ser cada vez más competitivos.

"La dimensión estética fue muy importante en los siglos antiguos y después de la revolución industrial en el siglo XIX, hubo una racionalización del trabajo y esa racionalización del trabajo hace que nos alejemos de las dimensiones estéticas del trabajo", nos explica Jean-Philippe Bouilloud, profesor de Sociología de las Organizaciones y Administración de Empresas en la Escuela Superior de Comercio Paris Business School.

En la tradición estética hay varias dimensiones, según el sociólogo. La primera dimensión se refiere a lo bonito y la segunda, a los sentidos. "El trabajo es un lugar de hermosura, de calidad, de un trabajo que puede ser bien hecho o mal hecho, pero es también un lugar de sentidos de lo que se ve, de lo que se huele, del gusto", precisa.

Cada actividad genera sus propias maneras de concebir lo que es un buen trabajo, pero el sociólogo destaca que es muy importante que "cualquiera que sea el trabajo hay que ponerse en ese sistema de evaluación porque es una parte de la identidad".

Es por eso que, según el sociólogo, es tan devastador el abandono de la estética en la manera de trabajar y puede tener como consecuencia una pérdida del sentido del trabajo.

El salario no compensa el sufrimiento estético laboral


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