Quizá solo sean conocidos, pero de cualquier manera son importantes para ti

Desde la izquierda, Charlie, Ollie y Abby en el parque Brookdale de Bloomfield, Nueva Jersey, el 19 de abril de 2023. (Bryan Anselm/The New York Times)
Desde la izquierda, Charlie, Ollie y Abby en el parque Brookdale de Bloomfield, Nueva Jersey, el 19 de abril de 2023. (Bryan Anselm/The New York Times)

Victoria Tirondola y Lam Gong conversaron por primera vez la primavera pasada mientras paseaban a sus perras en el parque Brookdale de Bloomfield, Nueva Jersey, cuando se dieron cuenta de que ambos tenían una perra llamada Abby. Tirondola, de 65 años, representante de ventas de seguros y habitante de Cedar Grove, tiene una perra pequeña mezcla de bichón y caniche. La Abby de Gong, mayor y corpulenta, es una terrier-beagle.

Al principio, hablaron sobre perros. Luego, se enteraron de que ambos cocinaban, así que “hablamos de comida y restaurantes”, afirmó Gong, jubilado de 67 años que vive en Clifton.

“Y de cómo yo soy mejor cocinera que él”, añadió Tirondola. Estaban sentados en una banca, mientras los perros correteaban en una cálida tarde primaveral, con un tercer miembro de un creciente grupo de asiduos: Pattie Marsh, paseadora de perros de un pastor australiano en miniatura llamado Ollie.

“Todos vivimos solos”, dijo Tirondola. “Mi mamá acaba de fallecer en julio y éramos muy unidas. La esposa de Lam murió hace unos años”.

Reunirnos en el Parque de los Ladridos “nos hace sentirnos acompañados”, señaló Marsh, de 55 años. Ella y Tirondola, que se unieron por ser cristianas renacidas, van ahí todos los días. Gong se les une una o dos veces por semana, igual que Lee Geanoules, de 69 años, mesera de medio tiempo de un restaurante de Clifton, quien pronto llegó con Charlie, una mezcla de pug y beagle.

Los psicólogos y sociólogos llaman a este tipo de conexiones “vínculos débiles” o “vínculos periféricos”, en comparación con los vínculos estrechos con familiares y amigos íntimos. Algunos investigadores que estudian los vínculos débiles incluyen en esa categoría a compañeros de clase, compañeros de trabajo, vecinos y feligreses. Otros analizan las interacciones con extraños cercanos en cafeterías o rutas de transporte público.

Desde la izquierda, Victoria Tirondola, Pattie Marsh, Lee Geanoules y Lam Gong con sus perros en Brookdale Park en Bloomfield, Nueva Jersey, el 19 de abril de 2023. (Bryan Anselm/The New York Times)
Desde la izquierda, Victoria Tirondola, Pattie Marsh, Lee Geanoules y Lam Gong con sus perros en Brookdale Park en Bloomfield, Nueva Jersey, el 19 de abril de 2023. (Bryan Anselm/The New York Times)

Por ejemplo, las personas que se cruzan en el parque canino pueden reconocer a otros asiduos sin saber sus nombres ni mucho más sobre ellos (aunque quizá sí conozcan el nombre de sus perros); sin embargo, con frecuencia surgen charlas improvisadas sobre mascotas o el tiempo y son importantes.

Se ha demostrado que este tipo de interacciones aparentemente triviales aumentan el estado de ánimo positivo de las personas y reducen las probabilidades de que se depriman.

“Los vínculos débiles son importantes, no solo para nuestro estado de ánimo, sino también para nuestra salud”, afirmó Gillian Sandstrom, psicóloga de la Universidad de Sussex, Inglaterra, quien ha estudiado su impacto.

“Si te preguntara en quién confías, no los mencionarías a ellos”, comentó; sin embargo, el sentimiento de pertenencia que confieren los vínculos débiles es “esencial para prosperar, para sentirse conectado con otras personas”, incluso entre las personas introvertidas, que es como Sandstrom se define a sí misma.

En sus primeros estudios, se distribuyeron pulsadores manuales a grupos de estudiantes universitarios y personas mayores de 25 años para registrar con cuántos compañeros de clase u otras personas interactuaban, aunque fuera mínimamente, a lo largo de varios días. Los que interactuaban con un mayor número de vínculos débiles manifestaron una mayor felicidad y sensación de bienestar y pertenencia que los que tenían menos interacciones.

Los investigadores también encontraron “diferencias intrapersonales”, lo que demuestra que los efectos no eran resultado de las personalidades. Las mismas personas se sentían más felices los días que tenían más interacciones. Otros estudios hallaron beneficios similares cuando las personas sonreían y entablaban breves conversaciones con los baristas de un Starbucks en Vancouver, Columbia Británica, o cuando saludaban a los conductores de autobuses universitarios en Ankara, Turquía.

La mayoría de estos participantes eran bastante jóvenes, pero un estudio, publicado en 2020, hizo un seguimiento de una muestra de más de 800 adultos en el área metropolitana de Detroit durante 23 años.

Los investigadores les pidieron a los participantes (edad promedio al inicio: 62 años) que dibujaran tres círculos concéntricos, con “usted” en el centro, y que ordenaran a las personas de su vida por grado de cercanía. Según Toni Antonucci, psicóloga de la Universidad de Míchigan y autora principal del estudio, los que se encontraban en el círculo más cercano eran casi siempre familiares. Los vínculos débiles del círculo más externo eran amigos, compañeros de trabajo y vecinos.

Con el tiempo, la cantidad de vínculos débiles predijo con más solidez el grado de bienestar que la cantidad de vínculos estrechos. Los vínculos débiles “ofrecen una oportunidad de interacción de baja demanda”, aseveró Antonucci. “Es cognitivamente estimulante. Es atractivo”.

La pandemia de COVID-19, que atacó cuando los científicos sociales ya estaban encendiendo las alarmas sobre los riesgos para la salud de la soledad y el aislamiento para los adultos mayores, puso en pausa muchos de estos intercambios cotidianos.

Las personas mayores solían mantenerse en contacto con sus familias, de una u otra manera, pero ¿dónde estaban los meseros que conocían sus pedidos del desayuno, los cajeros del banco, los policías de tránsito y los paseadores de perros? “Espero que la gente se dé cuenta de lo mucho que importan los vínculos débiles”, afirmó Sandstrom. Aunque no pueden sustituir a las personas cercanas, “extrañamos la novedad y la espontaneidad”, afirmó.

A edades más avanzadas, cuando las redes sociales tienden a reducirse, la gente tiene que esforzarse por ampliarlas. “Haz el esfuerzo”, aconsejó Antonucci. “No puedes producir hijos nuevos a los 70, pero sí crear vínculos débiles nuevos”.

El día de Toby Gould comienza con una visita a las 7 de la mañana a Chez Antoine, una panadería y cafetería en Hyannis, Massachusetts. Gould, de 77 años, ministro jubilado, compra un café con leche para llevar y habla en francés, entrecortadamente, con el propietario belga, que le regala una rebanada de jamón a Layla, la pastora australiana de Gould. Si la tienda cerrara, “dejaría un vacío en mi vida”, señaló Gould.

Los vínculos débiles, incluidos los que se establecen en internet, no tienen por qué convertirse en estrechos. Al fin y al cabo, las relaciones estrechas pueden conllevar conflictos, exigencias de reciprocidad y otras complicaciones.

Pero a veces los vínculos débiles sí evolucionan.

Por ejemplo, los dueños de los perros de Brookdale Park se han hecho muy buenos amigos. Salen a cenar juntos y ven películas y programas de comedia. Cuando hace mal tiempo, pasean por un centro comercial local. Gong, que es muy habilidoso, le colgó las cortinas a Tirondol, le barnizó los gabinetes a Geanoules y llevó a Marsh a su casa cuando dejó el auto en un taller para que lo repararan.

Al principio, estábamos un poco reticentes a intercambiar números de teléfono, pero “dimos un gran paso”, concluyó Geanoules, haciendo una pausa para acariciar y apapachar a una de las Abbys. “Puedes cambiar toda una vida al hablar con alguien durante 10 minutos”.

c.2023 The New York Times Company