Quemar el pasado o salvarlo, el dilema en Bangladés tras el "fascismo" de Hasina

Daca, 10 ago (EFE).- Cubierta de sudor y cargada de libros, la estudiante Jahan Afroz Tanisha sube y baja escaleras desde hace horas en un esfuerzo por poner a salvo los libros que no fueron pasto de las llamas en la residencia histórica del 'padre' de Bangladés, Sheikh Mujibur Rahman, incendiada por una turba el pasado lunes.

El emblemático edificio, cuya estructura se mantiene intacta pero cuyo interior fue pasto de las llamas, fue atacado el mismo día en que su hija Sheikh Hasina se vio obligada a dimitir como primera ministra y huir del país.

Para estudiantes como Tanisha, se trata de una misión por salvar la historia del país frente a aquellos que preferirían simplemente hacer borrón y cuenta nueva, y olvidar el "régimen fascista" de la ex primera ministra, como lo ha calificado numerosas veces el líder del Gobierno interino, el premio Nobel Muhammad Yunus.

"Hemos dado un paso adelante para limpiar este edificio, porque estamos intentando salvar nuestra historia", explicó a EFE la joven estudiante, de vuelta a por más libros que escaparon a las llamas en el moderno anexo a la casa histórica del 'Bangabandhu' o 'padre de la nación' bangladesí.

La tarea por delante era todavía ingente: quedan miles de documentos esparcidos por el suelo y pilas de libros sobre la historia del país asiático, algunos escritos por Rahman o Hasina. Enterrado bajo otros tomos acechaba incluso uno sobre el banco Grameen de Yunus, archienemigo de la ex primera ministra.

La céntrica casa de Rahman, donde creció Hasina, era un lugar de paso obligado en las visitas de jefes de Estado u otros eventos oficiales. Pero la residencia, explicó a EFE la también estudiante Maisha Farzana, era mucho más: se trata de un lugar histórico convertido en museo, donde tomó fuerza la idea de un Bangladés independiente antes de la guerra de liberación con Pakistán en 1971.

"Si no respetamos el pasado y lo que la gente de nuestro país atravesó, entonces nada tiene valor", lamentó Farzana.

Enfurecidas por la dura represión de las protestas lideradas por estudiantes, que comenzaron en julio para exigir el fin de unas cuotas al empleo público consideradas discriminatorias, turbas atacaron edificios oficiales como la casa de la primera ministra o el Parlamento, y derribaron estatuas de Rahman.

En la residencia histórica, el trabajo no se reduce a salvar unos libros que los estudiantes planean devolver al Gobierno interino, sino también en barrer la espesa capa de ceniza mezclada con cristales rotos que cubre los suelos de la casa.

Un niño de a penas diez años se esforzaba por lijar una pintada de uno de los muros, juzgada por las estudiantes como demasiado grosera como para ser traducida a este corresponsal. A falta de Policía en las calles, que todavía no ha vuelto a sus tareas a pesar de un ultimátum, miles de estudiantes controlan el tráfico y limpian monumentos dañados durante las protestas.

Una labor agradecida en los concurridos cruces de esta congestionada capital de 22 millones de habitantes, pero que en las calles que dan acceso a la residencia de Rahman es fuente de disputas interminables entre vecinos y estudiantes. Los primeros quieren pasar a pie para atajar el camino, los segundos buscan proteger la estructura histórica.

David Asta Alares

(c) Agencia EFE