Qué es la polémica "elección binaria" que el gobierno de EEUU podría imponer a familias migrantes detenidas

El gobierno de Estados Unidos baraja una disyuntiva cruel e inhumana, y que incluso podría ser considerada ilegal, para las familias de inmigrantes que son detenidas al cruzar la frontera. Se le ha llamado “elección binaria” (binary choice) o elección dual y consiste en poner a los padres en la desesperada situación de decidir si aceptan voluntariamente que sus hijos sean separados de ellos 21 días después de su detención o si renuncian a los derechos de protección de menores en detención migratoria y con ello logran que la familia permanezca junta pero recluida indefinidamente en lo que se dilucida si se les deporta o se les permite salir en libertad en Estados Unidos mientras se resuelven sus casos de Inmigración.

Se trata de una política profundamente inhumana, que sume a las familias en un desasosiego enorme y que posiblemente sería, de ser retada en una corte, hallada contraria a la ley y violatoria de derechos básicos.

Pese a ello, aunque aún se desconoce si el gobierno decidirá finalmente aplicarla, la sola posibilidad de imponer esa decisión a los padres migrantes que cruzaron a Estados Unidos y fueron detenidos por las autoridades fronterizas revela un redoblado afán de endurecimiento en materia de inmigración y frontera de la administración de Trump y es una perturbadora señal del desdén y hasta el desprecio que desde esos estamentos se tiene hacia los migrantes.

Menores migrantes separados de sus padres y mantenidos en centros de detención tras haber ingresado irregularmente a EEUU por la frontera sur. (Reuters)
Menores migrantes separados de sus padres y mantenidos en centros de detención tras haber ingresado irregularmente a EEUU por la frontera sur. (Reuters)

La “elección binaria” es cruel y tiene connotaciones racistas y xenófobas claras, dado el origen nacional y étnico de la mayoría de los migrantes detenidos en la frontera. E imponer tal decisión a personas que huyen de la violencia y la miseria para pedir asilo en Estados Unidos, país al que asocian con la posibilidad de la esperanza y una vida mejor, resulta más propio de regímenes totalitarios que de una democracia y de una nación construida por el esfuerzo de oleadas sucesivas de inmigrantes.

Por añadidura, aunque en el gobierno se ha tratado de negar sus propias acciones, la separación de familias habría sido establecida y usada como un efecto de disuasión migratoria, para mandar un mensaje del dolor que les espera a los padres que decidan entrar irregularmente a Estados Unidos con sus hijos.

Y el hecho de que sean los padres quienes decidan o no separarse de sus hijos mientras están detenidos no vuelve más aceptable o misericordiosa esa situación. Le confiere una suerte de excusa legalista para separar o detener familias pero adolece de enormes fallas éticas y jurídicas.

Con todo, la “elección binaria” no es nueva y ha estado en consideración por cierto tiempo y es en buena medida una consecuencia directa del sistema de inmigración estadounidense y del afán antiinmigrante de la presente administración.

La crisis de menores indocumentados separados de sus padres se originó en la decisión del gobierno federal de aplicar su plan de “cero tolerancia” y de criminalizar la entrada irregular al país y, por ende, de detener a los migrantes adultos bajo cargos penales en prisiones federales, incluso si llegaron para pedir asilo. Dada esa situación, las normas obligan a apartar a los menores de edad de esas cárceles y así miles de hijos de esos migrantes les fueron quitados a sus padres y fueron llevados a otros centros de detención en lo que se definía su estatus y se les canalizaba a albergues y, eventualmente, a familiares o tutores en Estados Unidos.

Pero todo ello, además de la rudeza inherente a separar a los padres de sus hijos, se dio de manera caótica, los menores fueron mantenidos en jaulas y en condiciones inhumanas en muchos casos, no se realizó la documentación adecuada para permitir la identificación de todos los menores y la comunicación entre ellos y sus padres fue muy reducida y en ocasiones nula. La inhumanidad del hecho quedó patente y fue el estremecimiento que ello causó en la opinión pública estadounidense y el severo revés político implícito lo que hizo que a la postre la Casa Blanca decidiera suspender esa práctica.

Pero el daño psicológico y emocional causado fue enorme y muy duradero. Muchos menores pasaron semanas y meses lejos de sus padres antes de poder ser reunidos con ellos.

Con todo, la separación en sí no parece ser lo que inquietó a la administración sino el revés político-mediático implícito y por ello, al no querer ceder en su política de castigo y criminalización del migrante, es que se ha considerado la “elección binaria”.

El llamado Acuerdo Flores, que regula entre otras cosas la detención de inmigrantes menores de edad, prevé que ningún menor de edad ha de permanecer más de 21 días en reclusión y que se le debe de proveer condiciones dignas y seguras durante y después de ese periodo. Por ello, en lugar de liberar a toda la familia para que siga sus proceso migratorio fuera de la cárcel, y como forma de disuasión de los cruces, se pretende mantener recluidos a los adultos y transferirle a ellos la responsabilidad de apartarse de sus hijos (con la expectativa, de difícil aceptación dado el caos registrado el año pasado, de que los menores serán bien tratados y reunidos con prontitud con familiares o tutores de confianza) o de renunciar a sus derechos y mantenerse juntos.

Algo que aunque los mantiene unidos tiene también severos efectos en los menores, como médicos, psicólogos y otros especialistas han afirmado categóricamente al respecto de la reclusión de niños y adolescentes.

Aunque hay versiones que señalan que podría iniciarse un programa piloto de “elección binaria” pero no hay claridad al respecto. La opción se ha manejado por meses e incluso tendría cierto aval judicial, pero es previsible que de aplicarse sería impugnada nuevamente, y con posible éxito, en los tribunales.

Por otro lado, los recursos para detener y mantener en reclusión a inmigrantes son limitados y están actualmente sobrepasados en gran medida, por lo que establecer de nuevo la política de separación o reclusión de familias implícita en la “elección binaria” supone que los migrantes detenidos estarían expuestos a condiciones potencialmente más deplorables aún.

Analistas consideran que la salida de altos funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional, entre ellos la misma secretaria Kirstjen Nielsen, se da por la oposición o renuencia dentro de esas entidades a redoblar la rudeza contra los migrantes detenidos y contra la aplicación de otras medidas antiinmigrantes que, se afirma, desea impulsar un Trump determinado a construir su opción a la reelección sobre una política de fuerza y castigo a los indocumentados e incluso de restricción en general de la inmigración. La creciente influencia del asesor presidencial Stephen Miller, de clara posición antiinmigrante, sería parte del empuje de esas y otras determinaciones.

Además de esa “elección binaria”, se mencionan planes como la eliminación de los jueces de inmigración para hacer más expedito (y arbitrario) el proceso de los inmigrantes y facilitar con ello su deportación, una creciente militarización y restricción en la frontera sur, un redoblado énfasis en la construcción de un muro fronterizo e incluso la eliminación de la nacionalidad por nacimiento a los hijos de indocumentados y la restricción de opciones de inmigración legal como la lotería de visas y la reunificación familiar.

Son vías que han sido mencionadas insistentemente y que el propio Trump ha defendido, aunque también él señale que no pretende restablecer la anterior política de separación de familias. Incluso ha culpado a la administración de Barack Obama de ese esquema, lo que es equívoco pues en ese periodo las separaciones de familias eran en realidad casos raros y por lo general se permitía que los núcleos familiares de migrantes permanecieran unidos y puestos en libertad para seguir sus procesos fuera de los centros de detención.

Donald Trump dijo que no busca reestablecer la política de separación de familias migrantes, aunque hay fuertes versiones de que la Casa Blanca lo estaría considerando vía la llamada
Donald Trump dijo que no busca reestablecer la política de separación de familias migrantes, aunque hay fuertes versiones de que la Casa Blanca lo estaría considerando vía la llamada “elección binaria”. (AP)

Todo en aras de imponer una visión ruda y restrictiva en materia de inmigración y frontera y para apuntalar con ese “músculo antiinmigrante” la imagen electoral de Trump con miras a 2020.

La incertidumbre es severa en torno a si se aplicará la política de “elección binaria” y sobre sus detalles pero el repudio que ha suscitado en amplios sectores estadounidenses es notable, aunque ciertamente es notorio también que ese y otros planteamientos antiinmigrantes han sido vistos con interés y aval por parte de importantes fuerzas de la derecha radical estadounidense. Y serían parte del talante que Trump desea seguir en lo que queda de aquí a la elección de noviembre de 2020.

En ese contexto, la verdadera elección binaria es la que podría tomar el gobierno: mantener y agudizar el cruel esquema de estigmatización y persecución de los migrantes y de separación y reclusión de familias o permitir que los procesos de inmigración al respecto se cumplan no tras las rejas sino en libertad con las familias unidas. Por su actitud y antecedentes, la Casa Blanca se inclina punzantemente hacia el primer caso.

Y, a mayor escala, y algo que en buena medida sólo podrá comenzar a dilucidarse con el voto en 2020, la elección es optar por un sistema de inmigración cruel y roto como el actual o propiciar uno más justo, respetuoso de los inmigrantes y sus aportaciones, compatible con la historia democrática y de apertura al migrante de Estados Unidos y con las realidades socioeconómicas del país, que pese a xenofobias y racismos ha construido su economía y su desarrollo gracias a los inmigrantes con y sin papeles y necesita de ellos para mantener el bienestar y el crecimiento futuro.

No se trata de una apertura indiscriminada de fronteras ni de tolerar las faltas a la ley, como se clama desde ciertos estamentos políticos, sino de ajustar esa ley a la realidad y a la dignidad humana y de establecer una frontera y un sistema de inmigración y de cooperación para el desarrollo más propicio con la situación de Estados Unidos y de los países expulsores de migrantes.

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