¿Qué ocurre con tu cuerpo cuando te saltas una comida?

A veces pasa: desayunas fuerte (imagínate un brunch o similar), a mediodía tienes una comida de amigos (y vuelves a darlo todo) y, al llegar la noche, sientes que no te entra ni un cacahuete. Ni medio cacahuete. Ni el polvillo que deja un cacahuete en una bolsa vacía… Y decides no comer. Nada. N-A-D-A. Lo haces con el objetivo de que tu cuerpo vuelva a ser el que era y de que, al día siguiente, tu empacho haya desaparecido…

(Foto: Flickr)

Pero esta decisión no le sale gratis a tu cuerpo. Puede que pienses, “bah, ¿qué puede importar que me salte una comida? Me salen el jamón ibérico y los huevos benedictine por las orejas”. Pues sí que hay consencuencias. Así lo vive tu body.

Aparece la niebla en tu cerebro. Uhhh, de repente, el aporte de glucosa que tu cerebro esperaba para funcionar no llega y comienza el mal rollo. Empiezas a sentirte más espeso, con menos capacidad de concentración y ves las cosas menos claras. De repente, alguien te pregunta algo sencillo y no sabes qué responderle. Es en plan, “¿Dónde has aparcado tu coche?”. Y sueltas un “ni idea” que da un poco de miedo.

Comienzas a ponerte de mal humor. El mismo bajón de glucosa lleva a que se dispare la cantidad de cortisol y adrenalina en tu torrente sanguíneo, con lo que te conviertes en una persona gruñona e irritable, al menos mientras el ‘ayuno’ continúe. Sí, al final somos como animales y, por tanto, reaccionamos de manera instintiva a estas situaciones.

Acabas pecando con comida basura. Empiezas diciéndote a ti mismo que no vas a comer “en una semana” (aunque solo vayas a saltarte una comida) y, de repente, cuando ya ha pasado la hora del almuerzo, a media tarde, descubres una bolsa de patatas fritas en tu armario. Y cae. Vaya si cae. O sea que al final no has hecho nada.

¡Engordas! El cuerpo no sabe qué tipo de decisión acabas de tomar: solo se ha dado cuenta de que no le llega comida (cuando es la hora habitual para que esto suceda) y, por tanto, decide entrar en ‘modo supervivencia’, ralentizando el metabolismo. De esta manera, lo que ocurre es que tardarás más tiempo en perder ese kilo de más que te has puesto después de un par de comilonas seguidas.

Te huele el aliento. Agh. Sí, esto sucede. Hay que tener en cuenta que la saliva tiene una función limpiadora en nuestra boca: lo que hacemos al masticar (o al mascar un chicle) es salivar y dejar que arrastre las bacterias de nuestra boca. Si pasamos unas cuantas horas sin probar alimento, es más que posible que nuestro aliento empeore. Si las personas a nuestro alrededor comienzan a desaparecer, igual es el momento de pedir una pizza…

Saltarse una comida… puede llevar a que desarrollemos enfermedades. Según un estudio de la Universidad de Harvard, saltarse el desayuno de manera recurrente puede llevar a desarrollar diabetes de tipo 2 o a sufrir problemas de corazón. La tensión provocada por el ayuno prolongado descontrola nuestro cuerpo, al parecer.

Estos son tan solo seis daños colaterales para nuestro cuerpo que vienen de la mano de saltarse una comida. Muchos os preguntaréis, ¿cuál es la solución entonces? Pues tomar algo, por pequeña que la porción sea. Ese ligero picoteo, ese ‘snack’ saludable le estará diciendo a nuestro cuerpo que todo está en orden y que ‘keep calm’ y todo eso…