Vladimir Putin desoye a sus asesores y asume el riesgo de no contar con las élites
NUEVA YORK.- ¿El presidente ruso Vladimir Putin cuenta con apoyo necesario en su país para librar una costosa guerra en Ucrania?
Parece una pregunta extraña, porque al fin y al cabo Putin ya ha invadido Ucrania, lo que permite pensar que confía en sus recursos. Y la imagen pública que presenta es la de un caudillo con el poder de dirigir el Estado ruso a su antojo.
Pero ningún líder puede gobernar solo, y la semana pasada se sucedieron un conjunto de hechos –como la decisión de Rusia de limitar el acceso a Facebook y censurar noticias sobre la guerra en Ucrania– que plantean interrogantes sobre los límites del apoyo político hacia Putin durante el conflicto.
La primera señal de que algo estaba fallando llegó el lunes, en una reunión del Consejo de Seguridad de Rusia transmitida por televisión. Putin esperaba que todos los funcionarios reunidos le aconsejaran ciegamente reconocer la independencia de las regiones separatistas del este de Ucrania, es decir, que la élite militar participara en el show de apoyo a la guerra.
Pero Serguéi Naryshkin estropeó el espectáculo.
Naryshkin, director del Servicio de Inteligencia Exterior, tartamudeó incómodamente cuando Putin le preguntó en relación al reconocimiento de las regiones separatistas. Después quiso ser hipercorrecto y dijo que Rusia debía reconocer a las repúblicas separatistas como “parte de Rusia”. Impaciente, Putin lo instó a “hablar claramente” y luego lo desautorizó diciendo que la anexión “no estaba en discusión”.
Resultó ser un momento muy significativo, porque todos los líderes autoritarios gobiernan por coalición, por más que a veces, como en el caso de Putin, parezcan concentrar todo el poder en su propia persona.
Las particularidades de las coaliciones de reparto del poder varían de país en país: en algunos casos, los líderes son respaldados por las fuerzas militares; en otros, por adinerados líderes de negocios o de otras élites. Pero la coalición de Putin está compuesta principalmente por “siloviki”, un grupo de funcionarios que llegaron a la política luego de servir en la KGB o en otros servicios de seguridad y que ahora ocupan puestos claves en los servicios de inteligencia, en las fuerzas militares y en otros ministerios de Rusia.
“Ese es el sistema que lo llevó al poder, y es el sistema sobre el que se ha apoyado para consolidar su poder”, dice Maria Popova, politóloga especialista en política rusa y ucraniana en la Universidad McGill en Canadá.
Hace décadas que Putin da muestras de tener un gran talento para mantener sus relaciones con las élites. Y la estructura de la coalición de gobierno de Putin representa una ventaja para él, dice Erica de Bruin, politóloga en Hamilton College y autora de un reciente libro sobre golpes de Estado.
“Cuando el poder político está más concentrado en un gobernante individual –y tal es el caso de Putin en Rusia–, a las élites puede resultarles más difícil obligar a ese líder a rendir cuentas”, dice De Bruin.
Sin embargo, las élites rusas siguen teniendo su peso. Y la visible confusión de los consejeros de Putin en la reunión del lunes –incluido el cortocircuito con Naryshkin– pareció indicar que Putin había dejado a ese grupo decisivo fuera de sus planes.
“Parecía querer humillar a algunas de esas personas”, dice Popova, sobre todo por la forma en que le habló a Naryshkin, un destacado silovik que sirvió en la KGB en la misma época que Putin.
Por supuesto que la aspereza puede haber sido producto del estrés del momento. Y es notable que el lunes todos los asesores de Putin, incluido Naryshkin, finalmente hayan manifestado públicamente su apoyo al reconocimiento de las regiones separatistas.
Pero hasta la disposición de los asientos en las recientes reuniones de Putin, en la que se lo ve sentado a cierta distancia de sus asesores, transmite la imagen de un líder aislado de todos, incluso de la élite de su coalición de gobierno. Tal vez se debe a que quiere evitar contagiarse el coronavirus, un temor que parece atormenta al líder ruso.
Pero algunos analistas creen que Putin quiere dar adrede la impresión de que es el rey, y sus asesores meros cortesanos, un mensaje que seguramente no los pondría contentos.
Las acciones de Putin durante la semana que acaba de pasar sugieren que está atento a las consecuencias del enojo de la sociedad. El jueves y el viernes, la policía arrestó a centenas de personas que salieron a la calle para protestar contra la guerra en ciudades de todo Rusia. El sábado, el gobierno limitó el acceso a Facebook y otras redes sociales por la presunta ofensa de publicar mensajes “en los cuales la operación en curso es calificada de ‘ataque, invasión o declaración de guerra’”.
Esto nos lleva nuevamente a preguntarnos acerca de la importancia para Putin de mantener su relación con su círculo más cercano: “Debido a los recursos y la llegada que tienen, las elites son la mayor amenaza para los líderes autoritarios”, dice De Bruin. “Así que para mantenerse en el poder le resulta crucial conservar el apoyo de las elites.”
La bronca de la población ante la guerra puede llevar a las elites a percibir que un líder ya no es el protector más eficaz de sus intereses. Y si Estados Unidos y Europa logran imponer sanciones efectivas contra miembros de la coalición de elite de Putin, la guerra podría volverse costosa para ellos como individuos, así como riesgosa para Rusia. (Algunos miembros de ese círculo estrecho, incluido Naryshkin, están en lista negra del Tesoro estadounidense desde hace varios años, así que es difícil determinar si las nuevas restricciones tendrán algún efecto adicional sobre sus finanzas.)
Por supuesto que esto no quiere decir que los aliados de Putin vayan a ponerse en su contra porque maltrató a uno de ellos por televisión, ni que el malestar de la sociedad alcanzará para desestabilizar su presidencia. Aun así, hay motivos para prestar atención a las señales de tensión dentro de la coalición de Putin. La insatisfacción de la elite podría afectar la capacidad de reacción de Putin ante las sanciones o ante las urgencias que puedan padecer en materia de recursos para el conflicto en Ucrania. Y si aumenta la oposición interna, el capital político de Putin puede verse menoscabado y su presidencia podría sufrir consecuencias más definitivas.
“Dos tercios de los líderes autoritarios son derrocados por sus propios aliados”, dice Popova. “Si Putin tira demasiado de cuerda para aumentar su poder a expensas de autoritaria coalición de gobierno, pondría en peligro su propio cargo.”
(Traducción de Jaime Arrambide)
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